Yo invertiría en la Guardia Civil. El Instituto Armado ha garantizado la seguridad en los campos españoles durante siglos. Fue su paulatina retirada de los mismos y la destrucción de puestos y cuarteles lo que hizo más peligroso vivir fuera de las ciudades, en las urbanizaciones, por ejemplo. Además, la delincuencia venida del extranjero prefiere que los propietarios estén dentro a la hora de asaltar una vivienda.
Las estadísticas policiales brillan por su ausencia o, cuando existen, por su falta de precisión. Un diario adelantaba el otro día que de enero a septiembre se produjeron 92.911 robos en domicilios, es decir 344 al día. Las casas de veraneo, las segundas residencias y los inmuebles situados en las costas son los más afectados.
En medio de una urbanización semidesierta, en invierno, encerrado con tu pareja o tus niños, te da por temblar pensando que pueden presentarse los asaltantes despiadados, dispuestos a darte la que le dieron a José Luis Moreno, hasta que entregues el último euro.
España es ahora un país de miedos varios, no sabes si comprarte un chalet con murete o una valla con espino, coronada de cámaras y alarmas Verisure Smart. Todo español que se precie piensa en estar conectado a la policía a través de su teléfono móvil, y elige el tipo de seguridad a la vez que las losetas para el baño. De todas formas, empequeñece el corazón dejar a la familia en casa, en medio del campo o de la urba semivacía mientras te vas a trabajar o a hacer un recado.
Hace tiempo veíamos los tricornios charolados refulgir al sol y los capotes verdes perderse en la lejanía. La Guardia Civil, tan serena y cumplidora. ¡Cómo se echa de menos en los pueblos y en medio del campo!
Parajes desolados, misteriosos, infestados de bandidos, como cuando el Duque de Ahumada. En la carretera, al menos, si te atacan los del accidente inventado, con el automóvil de siempre puede llegar la guardia de Tráfico. Pero ¿y en la urba? ¿Quién viene si asaltan la urba? Trescientos cuarenta y cuatro asaltos a viviendas cada día, ¿cuántos serán los asaltos con gente dentro? ¿Un cinco, un diez por ciento? ¿Por qué no podemos tener estadísticas completas, como todo el mundo? ¿Cuándo aprenderán nuestros políticos que necesitamos el viejo estilo de la Guardia Civil, el paseo hasta los olivos, la vigilancia constante, paso corto, vista larga? Una Guardia Civil caminera que descubra las bandas con coches robados, que aborte los planes de asalto y robo...
Es un clamor ciudadano: la seguridad deja mucho que desear y a nadie parece preocuparle. Solo cuando muere gente, como el caso de Jordi Comas, presidente de la patronal de Girona, muerto por asfixia en el asalto a su vivienda, se nota una conmoción social. Pues bien; ha llegado el momento de pedir prevención y profilaxis, como hacía la Guardia Civil de tricornio y capote. Algunos cuarteles deberían volver a abrir sus puertas.