La brillantez del guión de Aaron Sorkin llevado a la gran pantalla por David Fincher sobre la creación y desarrollo de Facebook, la red social con más de 500 millones de personas, consiste en su idea de que fue, precisamente, esa necesidad de cultivar la amistad lo que llevó a un brillante informático pero idiota social conocido como Mark Zuckerberg a desarrollarla.
En Donde habite el olvido, Cernuda escribió unos célebres versos sobre la dificultad de las relaciones sociales entre humanos:
Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.
Con su éxito, Facebook nos ha ayudado, al parecer, a superar el dilema del erizo que planteó Schopenhauer en Parerga y Paralipómena: somos animales sociales que necesitamos el calor de la compañía; pero, como si fuéramos erizos, cuando nos acercamos demasiado nos pinchamos unos a otros con nuestras respectivas púas. En la alegoría, el humano es como un erizo que, solitario y recubierto de púas, desea acercarse a un semejante; pero en algún momento las púas cumplirán su función y vendrán el dolor y la separación. Y vuelta a empezar con la soledad... En Facebook estamos permanentemente en contacto pero a la distancia justa, en el entorno aséptico y neutral de Internet.
Esta metáfora sobre la sociable insociabilidad de los humanos, que en el Zuckerberg de la película (brillantemente intepretado por Jesee Eisenberg) alcanza niveles psicopatológicos, se condensa en la primera y la última secuencia, que se conectan a través de la chica por la que Zuckerberg bebe los vientos. Al principio del film, Z. está conversando con ella, y la charla se va complicando hasta que salen a la luz... las púas schopenhauerianas. Esta secuencia es típica de Sorkin: una conversación brillante y competida como un partido de tenis en la que las réplicas y contrarréplicas se suceden a una velocidad endiablada (solo en los diálogos de Ben Hecht rodados por Hawks e interpretados por Cary Grant se dispara verbalmente más rápido).
Otro aspecto notable de la película tiene que ver con cómo se resalta en ella la necesidad de la parte minúscula en la ecuación I+D+i. Zuckerberg es brillante a la hora de investigar (I) y desarrollar (D) una idea, pero le falta ese toque mágico que hace que lo que parece bueno sobre el papel se convierta en un producto o servicio de éxito y provechoso en la práctica. Ahí es donde interviene Sean Parker (Justin Timberlake), que anteriormente había creado Napster y que conseguirá convertir en una gran empresa lo que en principio no era sino un simple proyecto universitario. Y lo hará transformando lo que era un negocio casi amateur montado por amigos en una maquinaria profesional inspirada por la ambición y la innovación, a despecho de cualquier consideración sentimental.
Al final, la chica vuelve a aparecer en la vida de Zeta; esta vez ya de una manera indolora... porque es virtual. Internet se configura así como el ámbito de la sociabilidad light, vaporosa, en el que se han eliminado los roces de la sociabilidad de carne y hueso. La diferencia que puede haber entre el sexo de cama y el sexo de chat y webcam: en ambos casos acechan los virus, pero en el segundo sólo atacarían a tu ordenador...
No se agota aquí toda la metralla filosófica de la película. Porque la cuestión sobre la difícil convivencia y el mantenimiento de la amistad en el roce inevitable de los aconteceres vitales se extrapola al proceso de creación y destrucción de una empresa, el microfundamento de esa gran evolución de la destrucción creativa que es el capitalismo, tal y como lo definió Schumpeter en Capitalismo, socialismo y democracia: el proceso de las transformaciones económicas y sociales que acompaña a las innovaciones.
De forma análoga a como Steve Jobs creó Apple junto a unos amigos en un garaje, ahora vemos a Zuckerberg y sus coleguis lanzar Facebook desde una habitación de una residencia de Harvard. Vemos cómo se trabaja en equipo, pero también que es necesario un liderazgo vinculado al carisma y la ambición. Y que la dialéctica equipo versus liderazgo, creación versus consolidación, amistad desinteresada versus el negoci es el negoci origina problemas insolubles mediante el diálogo, por lo que hay que recurrir a los abogados.
Más cerca de la competencia artesanal de Los piratas de Silicon Valley de Martyn Burke, que narra los inicios de Steve Job y Bill Gates, que de la genialidad del Orson Welles que deconstruyó a William R. Hearst en Ciudadano Kane; más ácida que Tucker, un hombre y su sueño de Coppola y más demoledora que el biopic que hizo Martin Scorsese sobre Howard Hughes (El aviador), La red social es una estimable narración sobre la sociable insociabilidad de la especie humana y la pasión prometeica por la creación que está en la base del sistema capitalista.
LA RED SOCIAL (EEUU, 2010). Director: David Fincher. Guionista: Aaron Sorkin (basándose en el libro Multimillonarios por accidente, de Ben Mezrich). Intérpretes: Jesse Eisenberg, Andrew Garfield, Justin Timberlake, Armie Hammer, Max Minghella, Rooney Mara, Rashida Jones. Calificación: Fundamental (7/10).
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