"Esto hay que arreglarlo", por España, por Zapatero y por Su Majestad –pero no necesariamente en este orden–, es lo que ha debido de pensar ese ramillete de empresarios y personalidades de la vida económica española que han dado a la impresora un documento dirigido al Palacio de la Zarzuela en el que recogen una serie de medidas para desmontar el andamiaje de un estado ingobernable. Precisamente ese mismo estado que con tanto entusiasmo se apresuraron a apuntalar cuando España era, siguiendo la doctrina socialista del momento, el país en el que uno podía hacerse millonario en el menor tiempo posible, aunque uno fuera idiota o borderline, que casos de estos hubo a decenas.
Pues bien, este Pronunciamiento de los Cien, no militar sino económico, llega con varias décadas de retraso; pero, como suele decirse, nunca es tarde si la dicha es buena. Sin embargo, uno no puede dejar de sospechar sobre la oportunidad de que los empresarios que se enriquecieron a la sombra del socialismo y el estado autonómico denuncien ambos paradigmas curiosamente cuando, por su perversidad endógena y su insostenibilidad (seamos progres), están a punto de ser guillotinados en la plaza pública por unos ciudadanos cada vez más hartos de soportar las dos peores lacras de la Gloriosa Transición Española, timbre de honor y ejemplo para las generaciones venideras en todo el planeta.
Una treintena larga de prohombres, entresacados de esa gavilla de triunfadores que hizo llegar a Su Majestad un prontuario jurídico-político para aliviar la triste condición de sus súbditos, ha accedido a reunirse en La Moncloa con tan alta embajada este mismo sábado, coincidiendo con la jornada de reflexión de las elecciones en la comunidad autónoma de Cataluña, que por desgracia todavía no tienen el esperado carácter plebiscitario para consumar su separación "del resto del estado".
Por higiene electoral, no conviene celebrar en esos momentos tan simbólicos del devenir democrático reuniones que pudieran tener un carácter cercano a la propaganda. Sin embargo, hay dos argumentos que validan la intención de Zapatero, despojándola de toda sospecha de trapacería electoral. Por una parte, la urgencia de poner en marcha cuanto antes alguna medida, por absurda que sea, a ver si engañamos a los europeos un par de semanas más. Por otra, el hecho evidente de que, tras la campaña tabernaria de travestis, putones y delincuentes que le ha propinado su clase política, el noble pueblo catalán es seguro que ha reflexionado suficientemente sin necesidad de un día adicional.
Los grandes empresarios, que siguen presentando a sus juntas de accionistas cifras asombrosas de beneficios, que continúan haciendo negocios a la sombra del poder –por otra parte, la única forma de salir adelante en esta democracia de pandereta–, que han trincado lo que no está escrito en subvenciones a la sostenibilidad, la economía verde y las varias decenas de subnormalidades suicidas más que ha ideado el gabinete más necio que jamás ha tenido un país, van a explicar al líder carismático que todo lo que ha hecho hasta ahora tiene que ser reformado de arriba abajo. ¿Incluirán en su propuesta la cancelación inmediata de todas las líneas de subvenciones estatales puestas en marcha? Pues parece que no, porque son patriotas pero no imbéciles. Se trata simplemente de aliviar la situación creada por la prima de riesgo.
Con que consigan que ZP entienda que no es la hija de la hermana de un tal señor Riesgo, sino el exceso de interés que tenemos que pagar al extranjero por su culpa, el esfuerzo de estos héroes, en sábado y jornada de reflexión, no habrá resultado estéril.