Sugiero que el próximo test político-ideológico que aparezca en la Red incluya alguna pregunta sobre ese hermoso país. Por ejemplo: ¿por qué los franceses están tan delgados?
A. El Gobierno les enseña a cuidar la línea desde niños. Es parte de la grandeza del Estado.B. Lo que ahorran en comida se lo gastan en modelitos. Por muy sociatas que parezcan, en el fondo son una panda de pijos insoportables.C. El Estado francés mantiene a la población al borde de la malnutrición para evitar el advenimiento del anarcocapitalismo.
Cualquiera que haya marcado las opciones "A" o "B" es un cómplice del Estado opresor.
Huelga decir que su reportero favorito –¿tengo abuela?– marcaría la "B", aunque sustituyendo "son una panda de pijos insoportables" por "en el fondo, los franceses saben que, por muy subsidiados que estén, el exceso de azúcar y mantequilla es letal para la salud". Por eso José Bové, cuyos carteles electorales colocados junto a las boutiques más exclusivas de la Roisette se merecerían figurar en cualquier antología del surrealismo disparatado, no se comerá una rosca en las próximas elecciones presidenciales. Si Gómez de la Serna viviera, ya le habría dedicado alguna greguería. ¿Y qué decir del lema "Nuestras vidas valen más que sus beneficios", de otro de los candidatos de la izquierda francesa, Olivier Besancenot? Me van a oír los de la boutique del pan la próxima vez que me suban el precio de la baguette.
Mención aparte merecen "el restablecimiento de las fronteras económicas en el interior de la UE" y la "excepción cultural" de Le Pen, promesas que parecen sacadas de la praxis del actual Gobierno español. Huelga decir que el líder del Frente Nacional también defiende una subida sustancial del salario mínimo y el etiquetado especial de los productos extranjeros, tal y como hacen en algunos lugares de Cataluña.
Por desgracia, casi todo está inventado. Incluso la primera parte del lema de Le Pen suena a buenismo made in ZP: "Viva la vida". Más que tocarse, hoy en día los extremos se dan unos magreos que ni Maribel Verdú y el galán de turno en cualquiera de las superproducciones misóginas de Vicente Aranda.
Aparte de leer y escuchar discursos electorales, en Cannes me he reencontrado con Roberto y sus rutilantes producciones en high definition, las mejores del mercado. Por cierto, el simpático italo-venezolano ha vuelto con su sweetheart de toda la vida. Doce años no se borran tan fácilmente. También tomé una copa con Robby, uno de los fijos en las páginas margolianas, que continúa disfrutando de una racha envidiable de éxitos profesionales, aunque sigue sin novia. Especialmente conmovedora mi cita con Carlota, la chica Sogecable más guay y la mujer que me enseñó a leer a Flaubert, una de ésas que, como dice un amigo, envejecen al revés, es decir, que cada día están más guapas y juveniles. Ése es el efecto que la maternidad voluntaria, responsable y, sobre todo, llena de amor causa en algunas mujeres. Las manillas del reloj biológico cambian de sentido y la madurez se convierte en una nueva adolescencia, pero con la cabeza en su sitio.
También me crucé con Ramón Colom, cada día más parecido a su correligionaria María Antonia Iglesias. Sufrí tal conmoción estética que tuve que salir despavorido a la tienda más cercana para contrarrestar la visión del catalán con la contemplación de los dependientes de las casas de modas, que en Francia suelen ser bastante menos ordinarios que los de la Milla de Oro madrileña y están bastante mejor pagados.
También hice algunos descubrimientos maravillosos, que me gustaría compartir con ustedes. Entre ellos, una mujer de bandera, un cineasta comprometido, un magnífico restaurante y lo último en moda masculina. ¿Se puede pedir más?
Isabelle Azoulay trabaja para la productora de Camera Café, esa serie tan divertida e irreal de Telecinco. Huelga decir que Azoulay tiene poco que ver con los despropósitos de Arturo Valls, una de las estrellas del show y, por lo que se ve, amicísimo de la izquierda aberchale. A este bellezón marroquino-sefardita (Isabelle, no el hortera de la serie) le interesan otras cosas mucho más importantes, como una buena comida, una conversación inteligente y un hombre cariñoso y viril. Lo encontró en España hace varios años, pero por desgracia la relación no prosperó (los chicos de Balmes me han decepcionado). Con ella me sentí por unas horas el hombre más admirado y odiado de toda la Côte d'Azur. Como además conserva un delicioso acento castizo y unos maravillosos recuerdos de Madrid, y encima visita regularmente nuestro país, muchos se alegrarán al saber que Isabelle está soltera y sin compromiso. For auditions, enquire within.
El cineasta comprometido no podría ser otro que Martin Durkin, creador del demoledor El camelo del calentamiento global, la película documental que revela la sarta de mentiras, falacias y perfidias creadas en torno al calentamiento del planeta. Muy pronto en entrevista exclusiva para Libertad Digital, el bravo Burkin pertenece a esa minoría de guapos y flemáticos caballeros británicos que no duda en llamar a las cosas por su nombre. Su esposa, sus cuatro hijos y todos los que creemos en el auténtico progresismo, el individualista y liberal, lo admiramos profundamente. Keep up the good fight y nunca pierdas la sonrisa, a pesar de los insultos de los progres (¿o será precisamente de ellos que nos reímos, él y yo?).
En el apartado culinario, La Cucina da Laura, único restaurante de Cannes donde a uno le tratan como a un ser humano (también en el bar del Grand Hotel, aunque en los últimos años el local ha sido tomado por las huestes vikingas y de la España cañí disfrazada de moderna). Laura, dueña y encargada del ristorante, es la versión rubia y amable de Antonia Dell'Ate. El camarero Christophe, también rubio y con un aspecto a medio camino entre el guerrillero y el niño travieso, habla un español "de puta madre" que aprendió en el cabaret barcelonés Bailén 22, donde fue barman allá por el 2001. La Cucina está especializado en comida italiana, ensaladas nutritivas y auténticos bocados de dioses en forma de flan y tartaletas de fruta y chocolate.
Sé que mencionar los dulces a estas alturas del año, cuando la mayoría ya se ha probado los bañadores y pegado el grito de rigor, es asunto peliagudo. No teman, la semana que viene les contaré algunas novedades de la moda primavera-verano perfectamente compatibles con ese cuarto y mitad de lorza que Dios nos ha dado a muchos. Por el momento, me despido con un pequeño anticipo, confirmado por los boutique managers más margolianos de la zona: flores y la seda de Benarés para ellos, y absoluta libertad en cinturas y caderas para ellas. ¡Qué alivio!
Et la semaine prochaine, encore plus…