Se podrán desmenuzar los desastres en Irak y Afganistán, o donde sea, se podrá criticar e insultar desde las tribunas oficiales, o las reservadas a la prensa, lo que está ocurriendo en el ruedo. Que los gobiernos aliados y sus estados mayores fueran sorprendidos por este tipo de guerra sucia y larga, con más victimas civiles que militares, con atentados suicidas diarios, en Irak y de nuevo en Afganistán, es bastante probable; y hubiera sido, desde luego, preferible que hubieran previsto que esos dos países iban a convertirse en campos de batalla predilectos del terrorismo islámico internacional, precisamente porque allí se concentraban, en situación difícil y peligrosa, tropas "infieles". Pero esa imprevisión es poca cosa comparada con la imbecilidad de quienes, como el Gobierno zapaterista, se apresuraron a retirar el puñado de militares españoles de Irak para enviar un puñado semejante a Afganistán, como si no se tratara de la misma guerra, y cuando comienza a haber víctimas españolas intentan presentarlo como si de accidentes se tratara, como los que ya hubo. Pues no son accidentes, es la guerra.
La "guerra santa islámica contra Occidente y los judíos" es internacional y la misma en todos los países, de Filipinas a Nueva York, pasando por Bombay y el Cáucaso –no sólo Chechenia– o Europa, para recordar algunas catástrofes. Desde luego, no se trata de un solo ejército, jerarquizado y con mando único, y al fanatismo común a todos los locos de Alá se mezclan contradictoriamente intereses nacionalistas y luchas políticas por el poder. ¿Quién tiene interés en fomentar una guerra civil entre chiitas y sunitas en Irak? Pues todos los países que desean que fracase la democratización y la reconstrucción de Irak y que este país se convierta en fiel aliado de Occidente; y, en primer lugar, Irán y Siria. Pero también hay países, como Arabia Saudí y Pakistán, que, combatiendo el terrorismo en su territorio, lo apoyan y subvencionan fuera de sus fronteras, en Irak como en Palestina, en la India como en Chechenia.
Y una vez más, Israel está en guerra. Atacado por Hamas desde el sur y el Hezbolá por el norte, o sea por Siria e Irán, de los que Hezbolá depende y a los que obedece, Israel responde militar y enérgicamente; y, una vez más, la UE se cubre de ridículo y da vergüenza. Cuando no aconsejan "moderación" y, como contestadores automáticos, recomiendan "negociaciones de paz", vituperan contra Israel, exagerando las víctimas civiles palestinas para ocultar las israelíes.
¿Negociar con quién? ¿Con Hamas, cuyo objetivo declarado es la destrucción de Israel? ¿Con Irán, cuyo objetivo es el mismo y además tiene la posibilidad de bombardear Israel con armas nucleares? Todo esto procede de un lavado de cerebro que prospera sobre un fondo popular antiisraelí y antisemita. El País de hoy (13-7-2006) tiene la caradura de terminar su editorial sobre este tema con la chulería siguiente: "(...) es momento de que la comunidad internacional, y especialmente EEUU y la Unión Europea, actúe con medidas mucho más drásticas que los simples llamamientos a la calma".
Aparte de que poner en el mismo saco a EEUU y a la UE, en este caso como en otros (el nuclear iraní, pongamos), es pura ficción, ¿qué medidas drásticas proponen? ¿Bombardear Tel Aviv antes de que lo hagan los ayatolás? Tal vez no se atrevan a expresar tales extremos, pero sí abogan por meter a Israel en cintura, obligarle a retroceder, a rendirse, a abandonar a sus tres soldados secuestrados, como siempre lo han hecho ellos con sus rehenes; a que pierda Israel, en una palabra. Pues que no cuenten con los USA, por ahora, para apuñalar a Israel por la espalda.
Y aunque no se trate exactamente de la misma guerra, sí se trata de la misma lucha por la democracia, y es nuestra primera trinchera, puesto que es España. No me extraña nada que el Congreso "exija" máxima discreción –o sea, censura total– sobre las negociaciones habidas y por haber con ETA, porque si los españoles estuvieran al corriente de todo una mayoría estará no sólo en contra, sino profundamente indignada. La situación está pendiente de un hilo, y no muy sólido, porque no tiene solución. Por un lado, ETA y sus aliados, incluyendo amplios sectores del PNV –o la totalidad–, a cambio de la tregua quieren conquistar el "gran País Vasco", con Navarra y una región francesa. Nadie puede negar que lo hayan dicho y repetido claramente al Gobierno español, como, por cierto, al francés, al PSE y al PSOE. Van a por todo, y si no lo obtienen volverán a matar.
Esta es la base de sus chantaje. Rodríguez Z. sabe –o se lo ha dicho Guerra, y algún general, por lo menos– que eso no van a aceptarlo ni la mayoría de los españoles, empezando por los navarros, claro, ni los franceses, cualquiera que sea su futuro Gobierno. Su apuesta arriesgada es lograr mantener la tregua, mediante muchas concesiones a los terroristas, hasta poder apuntarse el tanto electoral de haber "ganado la paz". Secretamente puede prometer el oro y el moro, pero si puede concederles mucho a los asesinos etarras y a sus cómplices, no puede concederles todo lo que exigen. Y ese es el callejón sin salida en el que nos ha metido, con su bulimia de poder eterno y su desprecio por los intereses de los españoles; de todos los españoles, incluyendo a vascos y catalanes, porque no todos, ni muchísimo menos, comulgan con las ruedas del molino nacionalista, expansionista y terrorista. Véase si no su resistencia, no tan minoritaria como pretenden los medios a su sueldo.
Para lograr la paz es imprescindible vencer a ETA, y que se rinda, entregando sus armas y todo lo demás. Pero así como lo están haciendo, está visto que no. Por ello no hay más remedio que seguir atacando, protestando, debatiendo, sin tapujos, ni censuras.