Andaba yo disfrutando del último número de la revista Reason, en el que Veronique de Rugy, el fichaje más reciente del lobby comunista-masónico-mariquita, que dirían los empleados del reverendo Moon, demuestra que Bush ha sido el presidente más intervencionista desde Nixon, cuando un amigo norteamericano me envió la siguiente misiva, a propósito de la Sontag:
Supongo que la despreciarás, pero a mí me parece una intérprete interesante. Si quieres pasar un buen rato, no te pierdas el primer volumen de sus memorias, en el que encontrarás perlas como ésta:"Mayo de 1949. ¿Qué soy?, me pregunto mientras escribo esto. Mi concepto de la sexualidad está tan alterado –gracias a Dios–... La bisexualidad es la expresión de la plenitud del individuo, además de un rechazo honrado de... sí, la perversión que limita la experiencia sexual, que intenta de-fisicalizarla [¿mande?] en conceptos como castidad y 'la persona adecuada', la prohibición de las sensaciones puramente físicas del amor, de la promiscuidad".
Vamos, que la señora se jacta de haber sido un putón verbenero. De todas formas, tanto tardó en admitirlo que sospecho que, o bien era como aquellas lesbis de mentira que te encontrabas en la facultad ("Ayer nos besamos en una fiesta. ¡Somos bisexuales!"), o simplemente se trataba de una reprimida más con aires de Marqués de Sade. De hecho, no fue hasta 2000 que reveló su sexualidad, forzada por la publicación de una biografía no autorizada en la que sus autores contaban que algunos miembros del movimiento LGTB se estaban planteando sacarla del armario. No está mal para esta sacerdotisa de la corrección política que se pasó décadas fustigando el puritanismo y la hipocresía y animándonos a ser más sinceros.
Si algo tienen en común progres y teocons es que, además de usar el nombre de Dios para justificar cualquier sandez, ambos tienen una extraña y sospechosa tendencia a meterse en las camas ajenas. Será que las suyas se les quedaron pequeñas para albergar tantas fantasías innombrables. Más que disparar contra todo lo que se mueve, deberían aprovechar la bajada generalizada de precios y acudir a las páginas de clasificados de cualquier periódico. La humanidad entera se lo agradecería.
Otro tanto cabe decir de Günter Grass, quien en el verano de 2006 se vio obligado a confesar su pasado nazi poco antes de que fuera desvelado por fuentes ajenas a su cuenta corriente. Como buen capitalista que es, el escritor aprovechó la ocasión para hacerlo él mismo en sus memorias, cuya fecha de publicación fue convenientemente adelantada. Una cosa es que me saquen del armario y otra tener que compartir mis royalties con otros, debió de pensar el premio Nobel. Nada que objetar, a pesar de que algunos sigamos sin entender la manía de tantos rojos de salón de criticar en los demás lo que ellos mismos hacen: usar el marketing para crear morbo y vender y venderse más y mejor que nadie.
De todas formas, me temo que en cuestiones de bandazos ideólogos los alemanes están curados de espanto. Como dice Michael C. Moynihan, un conocido y guapísimo agitador del liberalismo escandinavo, "esta es la era en la que Horst Mahler, antiguo abogado de extrema izquierda y miembro de las Baader-Meinhof, se puede convertir en consejero y principal ideólogo del partido neo-nazi alemán NPD". El fenómeno no es nuevo, y tampoco ajeno a nuestra tradición. Sin ir más lejos, el fascista Ramiro Ledesma animaba a los miembros de las JONS y luego de Falange a reclutar entre los miembros del Partido Comunista y de los sindicatos de izquierda. Otro que también supo aprovechar la falacia izquierda-derecha para sacar provecho de la mistificación.
No me extraña que la gente lea a Günter Grass. Desde luego, no seré yo quien se pierda su diario de 1989, que a buen seguro será igual de desternillante que los relatos del Marqués de Sotoancho, aunque mucho más fantástico. Lo que me cuesta compartir es la atracción que algunas periodistas de izquierdas sienten no sólo por el alemán, sino por provectos diplodocus de la talla de José Saramago. Invito a mis lector@s postfeministas y a los oyentes del programa de Julia Otero, cuyos debates entre Juan Manuel de Prada y el sabio Adriansens son uno de mis mayores placeres culpables, a que me ayuden a resolver el misterio. La respuesta más margoliana será publicada aquí, y su autor o autora invitad@ a una suculenta merienda en algún establecimiento de postín de la capital.
Dirán que sobre gustos no hay nada escrito, aunque sobre el bueno existen kilómetros enteros de película. Yo me quedo con el comisario de Romanzo Criminale, un auténtico cañón del Colorado made in Bologna, y el chico de Australia, un film que algunos han calificado de progre y multi-culti, aunque a mí me resultó bastante randiano. Por lo visto, luchar para que a uno no le roben su propiedad y se la vendan al Estado para crear un monopolio es cosa de progres. Yo creo que más de uno debería releer a Ayn Rand y dejarse de tonterías (tanto va el cántaro a la fuente...). Les recomiendo las estupendas traducciones de la editorial argentina Grito Sagrado, disponibles en El Corte Inglés y otras grandes librerías. Por desgracia, la encomiable labor de nuestros hermanos rioplatenses ha sido injustamente ignorada en los foros liberales españoles. Otro signo de los confusos tiempos que vivimos. Como dice la antigua maldición china, "ojalá vivas tiempos interesantes", tal vez una versión oriental de nuestro "tengas pleitos y los ganes".
A propósito de hombres atractivos, permítanme compartir con ustedes una última indiscreción. El otro día un antiguo compañero del colegio que ahora trabaja en El Imparcial me confesaba: "El tío de Australia está tan bueno que me gusta hasta a mí, que soy hetero". Así, sin complejos, no como esos falsos machotes que van por ahí diciendo que todos los hombres les parecen feos y que luego ya se sabe. Si yo fuera mujer, huiría como alma que lleva el diablo de chicos así y escribiría a Javier Cámara cuanto antes pidiéndole una cita. Este sí que es un hombre de verdad, y no algunos heterorros que de puro macho se pasan de frenada y acaban donde yo me sé.
Espero que 2009 traiga campanas de boda para Javier, un chico estupendo al que ninguna fémina con la cabeza y las bragas en su sitio debería dejar escapar. Quién sabe si, debido a la crisis, Javi y yo terminaremos celebrando una ceremonia conjunta o un banquete doble, aunque eso es harina de otro costal que, como no soy progre, no tendré que dejar para mis memorias. ¿Me guardan el secreto?
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