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CIENCIA

¿Y si falla?

En ciencia se profesa un respeto sacrosanto al procedimiento. Un avance científico, pertenezca a la rama a la que pertenezca, sólo es considerado como tal cuando ha sido publicado en una revista de impacto bajo el estricto protocolo del peer-review, el escrutinio de los iguales, la mirada inquisitiva de los colegas. Sólo así se hace posible que la comunidad científica pueda controlar la validez del hallazgo, rebatir sus postulados o confirmarlo con nuevas pruebas experimentales.

En ciencia se profesa un respeto sacrosanto al procedimiento. Un avance científico, pertenezca a la rama a la que pertenezca, sólo es considerado como tal cuando ha sido publicado en una revista de impacto bajo el estricto protocolo del peer-review, el escrutinio de los iguales, la mirada inquisitiva de los colegas. Sólo así se hace posible que la comunidad científica pueda controlar la validez del hallazgo, rebatir sus postulados o confirmarlo con nuevas pruebas experimentales.
Los medios de comunicación generalistas que tratan de seguir la actualidad científica acuden con frecuencia a la fuente de las publicaciones peer-review con la seguridad de que es información de solvencia la que de ellas van a obtener. Science, Nature, JAMA, Plos, Lancet... si ellos lo han publicado, "no es necesario contrastar más". No hace falta "una segunda opinión".   

Hasta ahora.

Porque parece que la actualidad sigue empeñada en demostrarnos que el mundo está cambiando, también en lo que se refiere a la credibilidad de las fuentes científicas y al modo en el que la prensa generalista las recicla.

La semana pasada, la revista Nature Neuroscience publicaba un trabajo realmente serio sobre los efectos de las agujas de acupuntura en los receptores de adenonisa AI. La adenosina es una sustancia relacionada con reacciones analgésicas de nuestro organismo. El estudio identificaba –tras una experimentación con ratones, cuyas patas se habían inflamado– algunos caminos neuroquímicos que relacionan la introducción y manipulación de agujas en los llamados puntos QUI de acupuntura con la acción aumentada de adenosina. Como es lógico, muchos medios de comunicación, entre ellos El Mundo y ABC, se apresuraron a comunicar que la ciencia había hallado "los mecanismos por los que la acupuntura funciona". No así algunos bloggers científicos más cautos, que pronto nos ayudaron a separar el grano de la paja.

En realidad, el efecto producido por la acción de introducir una aguja y hacerla girar en un punto determinado del cuerpo es similar al que se genera como respuesta a cualquier herida o traumatismo. Nuestro organismo se protege de la agresión, entre otras cosas, activando las vías para la adenosina AI. Da igual que un médico chino nos introduzca una aguja en un canal energético o que nos clavemos un palillo en medio del brazo. La acupuntura no funciona; nuestro sistema de defensa natural, sí.

En este caso, el exceso de ambición del titular de Nature Neuroscience y la falta de mesura de los medios generalistas han conducido al error por elevación.

Pero no es el único episodio preocupante. El pasado mes de febrero al International Journal of Oncology le colaron una supuesta confirmación de que las diluciones homeopáticas presentan cierta capacidad citotóxica en células tumorales. Pocas semanas después, internet estaba plagada de referencias a algunos errores estadísticos y de procedimiento que a todas luces invalidaban el estudio. Aun así, el trabajo está siendo utilizado masivamente por los defensores de la homeopatía como prueba irrefutable de su eficacia. Incluso ha llegado a exhibirse en el Parlamento británico como argumento a favor de un cambio de legislación que permita al Sistema Nacional de Salud invertir más dinero en medicinas alternativas. Lo publicado una vez, queda para siempre en manos de las posiciones partidarias.

Más alarmante fue el caso de Andrew Wakefield, del Hospital Libre de Londres, que en marzo de 1998 publicó en la prestigiosa revista The Lancet un estudio que venía a confirmar cierta relación entre la vacuna triple vírica, obligatoria en el calendario de vacunación infantil, y el autismo. Los numerosos y conspiranoicos actores anti-vacunación corrieron a esgrimir el artículo como arma de vanguardia de sus ideas. Ahora, más de una década después, el doctor ha sido alejado de la práctica médica acusado de una interminable lista de irregularidades a la hora de presentar su investigación. La decisión del Consejo General de Medicina del Reino Unido llega ahora, sólo tres meses después de que la revista The Lancet publicara una brevísima nota en la que se retractaba de lo publicado en 1998.

¿Está fallando algo en el sistema de publicación científica? En la revista New Scientist, Michael Brooks cree que sí. Es posible que la revolución de las nuevas tecnologías (que ha removido los cimientos de los medios de comunicación, de la industria discográfica, del cine, de la política...) también deba alcanzar al viejo sistema de comunicación científica. Hoy es más fácil que nunca hacer llegar a todo el mundo una noticia publicada en una revista de impacto. El efecto de un avance cualquiera sobre las conciencias de ciudadanos y políticos de todo el planeta puede ser inmediato. Piensen en los pocos segundos que tardó en ser portada de todos los medios del orbe la célula artificial de Venter o el descifrado del genoma del neandertal. En estas condiciones, quizás no sea descabellado pedir a los responsables de la transmisión del conocimiento que se sienten a repensar algunos de sus procedimientos. Puede que las pequeñas grietas detectadas aún puedan cerrarse.


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