Todo lo que hay encima del asiento puede volar. El coche se detiene en un semáforo en rojo o en un atasco y, mientras el conductor se distrae, le desvalijan. La víctima preferida es la mujer que conduce coches de alta gama, viaja sola y deja confiada el bolso cerca de la ventanilla.
Antes se practicaba mucho el pinchazo de neumático, o el pequeño golpe que obliga al conductor a salir, con lo que queda a merced de los delincuentes. Hay pequeños trucos que nunca fallan, como insertar un papel en el parabrisas. A eso no hay conductor que se resista: normalmente se dan cuenta de que la publicidad molesta está entre la varilla del limpiaparabrisas y el cristal sólo cuando se han sentado detrás del volante. Inmediatamente se produce una reacción de intenso cabreo. Hombre o mujer, el conductor sale a quitarlo farfullando en arameo. Es el momento adecuado para que el descuidero penetre en el vehículo, limpie el interior o, directamente, se lleve el coche –si las llaves han quedado dentro.
Lo más preocupante es que estos descuideros de coches ya no son aquellos de manos blancas, hábiles y discretos. Se han transformado en gorilas que golpean sin miramientos. A veces utilizan un casco de moto para romper la ventanilla, o llevan preparada una barra de hierro. No tienen espíritu de carteristas: son auténticos navajeros.
Lo primero para evitar sus desmanes es saber que un coche es una isla perdida en el océano del tráfico. Los timadores y atracadores violentos están al acecho. Cuanto mayor representación tenga el vehículo, mayor peligro correrá. Quiere decirse que una berlina de alta gama, con un viajero solitario y confiado, es el mejor regalo para los que hacen guardia en los semáforos.
Dentro del salón rodante de gran lujo se tiene una falsa sensación de seguridad. Algunos se creen que están en la paz del hogar y se bajan a comprar el periódico dejando la llave puesta. Esos son desposeídos de su lujo con ruedas antes de que puedan darse cuenta. No obstante, lo peor es lo que amenaza la integridad.
Hace unos días fueron capturados dos individuos, madrileños, viejos conocidos de la policía, con numerosos antecedentes policiales. Venían de dar unos palos, de aligerar de móviles, joyas, estilográficas, carteras, gafas de sol y dinero a varias conductoras solitarias atrapadas en la parada obligatoria. Algunas no salían de su asombro: creían que estaban a salvo en la ciudad alegre y vigilada, y descubrieron que no, que es territorio comanche.
Los detenidos son españoles, para que tomen nota los que achacan la criminalidad a los delincuentes extranjeros; pero, eso sí, habían evolucionado del hurto a la agresión violenta.
En un coche, por tanto, hay que observar algunas normas de seguridad: no llevar cosas de valor a la vista, y mucho menos abandonarlas cómodamente en el asiento de al lado. Cerrar las ventanillas y las puertas. Si se lleva algo importante, hay que esconderlo en el suelo, bajo los asientos o en el maletero. Antes de salir del vehículo hay que asegurarse de que nadie espera con malas intenciones.
Si un conductor amable le indica que lleva una rueda pinchada, recele. En Zodiac, la película del gran asesino, el que practica este timo tan antiguo es nada menos que el mismo criminal pervertido. En caso de auténtico "pinchazo", aparque en el lateral, póngase el chaleco y baje con la llave a buen recaudo. En caso de duda, llame al servicio de asistencia en carretera. Vale más esperar que ser atracado. Habitualmente, cuando se toman precauciones y se muestra desconfianza, los ladrones suelen emprender la huida: hay tanto panoli en la carretera que prefieren no complicarse la vida.
En ninguna recomendación seria debe figurar que se haga frente al delincuente, a menos que la víctima sea un profesional de los Cuerpos de Seguridad. Un ciudadano normal no está preparado ni física ni psicológicamente, y no merece la pena arriesgarse para evitar daños materiales. Lo ideal, por tanto, ahora que apetece circular con las ventanillas abiertas, distraído, escuchando la COPE y la cera que le da a quien corresponda, es tomar conciencia de que, por mucha propaganda que nos hagan, la ciudad es cada vez más una jungla en la que mucha gente se gana la vida haciendo daño a los demás. No es seguro pensar que por estar rodeado de gente se está seguro. Muchas veces lo cierto es lo opuesto: en la multitud se esconde el psicópata.
Los dos detenidos en la capital preferían las grandes avenidas, las calles anchas, lugares de donde podían escapar fácilmente haciendo recortes entre las chapas de los vehículos, perdiéndose en el horizonte. Iban a caballo, en su moto de gran cilindrada, se acercaban por el lado del copiloto y se llevaban todo lo que podían distraer mientras duraba la sorpresa. Algunas conductoras que presentaron resistencia fueron tratadas con gran violencia.
La policía de Chamberí no tuvo mayor dificultad en establecer la frecuencia de los robos. Luego les echó el guante casi con las manos en la masa. Los delincuentes eran antiguos y modernos: tenían ganzúas fabricadas con varillas de medir el aceite; por otro lado, se habían subido a la ola de extrema violencia. Los ciudadanos estamos a la espera de que quienes tienen el deber legislen para acabar con los reincidentes. El delincuente "señor X" tenía 17 robos con fuerza, y el "señor Y" 9. Además de lo que habían robado, metieron el miedo en el cuerpo a muchos conductores que creían que su coche era un ámbito seguro de libertad. No voten a los que sean incapaces de defender eso.
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.