Es por eso que muchos pensamos que la ley de parejas de Rodrigo Rato era mejor que el matrimonio gay de ZP, igual que algunas mujeres repudian la mal llamada "discriminación positiva" y no necesitan acudir al psiquiatra. Otra cosa es que los peperos fueran a acabar con las rémoras napoleónicas más intervencionistas de nuestro Código Civil, algo que nunca sabremos debido al 11-M (que dos chaperos moros fueran capaces de montar semejante catástrofe me sigue pareciendo altamente inverosímil, aunque para investigar esos asuntos ya tenemos a Mr. Pine).
Fiel a su compromiso con la institución familiar, Toni Poveda, presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays... (Felgtb) se ha lanzado a una fenomenal campaña contra el PP, ahora que las generales están a la vuelta de la esquina. Como todos los lectores de Chuecadilly saben, Toni está casado con el secretario de Zerolo en el PSOE, partido de cuya generosidad viven los de la Federación, que son cuatro a la hora de comer, aunque a ellos les encanta hablar en nombre de ese "colectivo" al que dicen representar. En estos tiempos de "derechos de tercera generación", que no son sino la negación de los primeros, los individuales, más le vale a uno adornarse con los colores de alguna tribu exótica y plantear reclamaciones por afrentas pasadas, no vaya a ser que acabe sin tener dónde caerse muerto o privado de su ciudadanía por antisocial y diversionista.
Además de recomendar que no se vote al PP, Poveda, que no es precisamente de los que muerden la mano que les da de comer, manifiesta su enorme satisfacción con la gestión del PSOE y acusa a los de Rajoy de "homofobia oculta".
A esta campaña, pagada con el dinero de todos los contribuyentes, la Felgtb añade un paquete de propuestas intervencionistas, todas ellas carísimas, y en las que ellos resultan imprescindibles. Quieren cursos para niños, profesores, médicos, enfermeras, fuerzas de seguridad, jueces y magistrados, periodistas; para todo el mundo, en fin. Supongo que entre sus exigencias para las elecciones de 2012 figurará que se pida el diploma en Diversidad Afectivo-Sexual hasta para sacarse el DNI.
Dividan a la población en grupos de veinte y luego multipliquen por dos, un instructor y un coordinador, y tendrán la factura final de Toni a su marido por su apoyo incondicional. Por si quedara alguna duda al respecto, el último punto del manifiesto deja las cosas bien claritas:
23. Apoyo al desarrollo, coordinación y funcionamiento del movimiento asociativo LGTB y promoción de la interlocución entre las administraciones del Estado y el asociacionismo LGTB.
Y luego dicen de los nacionalistas catalanes...
Eso sí, a la Iglesia Católica, que cada domingo reúne a millones de personas, muchas más de las que acuden a varios Orgullos juntos, ni el pan ni la sal. Y eso que pide mucho menos (lo de "pides más que un cura" se ha quedado desfasado: a partir de ahora, al pedigüeño lo despacharemos con un "eres más pesado que una mariprogre", ¿ok?).
No seré yo quien elogie el sesgo socializante de la llamada doctrina social de la Iglesia, deudora de la falaz teoría de las contradicciones culturales del capitalismo, aunque hay algunos párrafos de la pastoral de los obispos sureños que me parecen bastante valiosos, por ejemplo la advertencia a los políticos contra "la tentación de manipular a la sociedad, y de reducir el gobierno de los hombres a un control cada vez más minucioso y estricto de todas las dimensiones de la vida, incluso de la conciencia". Nada más lejos del ambicioso plan de ingeniería social del establishment zerolista, erigido en el nuevo sacerdocio universal de la Iglesia de Los Últimos Apóstatas, o de los Contrasusurradores, que diría el divino Reinaldo Arenas, ocupados entre otras cosas en dictar a los niños con quién deber jugar y cómo, que hasta en eso pretenden algunos meter al Estado. No hay más que leer el resumen del último constructo salido del laboratorio de la Fundación Alternativas, "Laicidad, manifestaciones religiosas e instituciones públicas":
...la laicidad del Estado se refleja tanto en su actitud frente a las creencias o convicciones de sus ciudadanos como en las instituciones públicas, ya que éstas representan la ideología del Estado y son el cauce a través del cual los poderes públicos se relacionan con la ciudadanía y viceversa.
No sé a ustedes, pero a mí ver las palabras Estado, poder e ideología en el mismo párrafo me produce auténticos escalofríos. Eso de que "la ciudadanía" tenga que relacionarse con el poder solamente a través de instituciones que representen la ideología oficial me suena a todo menos a democrático y liberal. Pobre del que se atreva a diferir, aunque sea desde el más escondido rincón de su alma. De ahí a la dictadura de los Reprimeros (de nuevo Arenas), un paso.
De negarle a una niña la espada de He-Man pasaremos a obligar a un niño a dar de mamar a su muñeca para domeñar su "patrón de dominio y sumisión anclado en pautas culturales ancestrales", como cuenta Arcadi Espada que afirma la feminazi Encarnación Orozco.
¿Acaso no hay un término medio entre la estupidez de inculcar la maternidad, que viene de fábrica, a golpe de represión, no vaya a ser que nos salga marimacho, y obligar a los chicos a pasar horas sosteniendo la comba en los recreos, como pretenden las lumbreras de la Junta de Andalucía?
No hace falta ser un experto en psicología evolutiva para percatarse de que hombres y mujeres no somos ni seremos iguales. Basta escuchar un par de relatos del genial José Ovejero para darse cuenta de que la vida en una sociedad homosexual sería mucho más aburrida que en la supuesta "dictadura heterosexista" actual, en la que sin embargo cabemos todos. Las cosas cambian sin que haya que reclutar una legión de agentes e inspectores. Por ejemplo, casos como el que me contaron una vez, más propio de una novela de García Márquez que de la realidad, quizá ya no se produzcan en nuestros días, o al menos por estos lares:
Una vez, un señor me dijo que su abuela paterna falleció a los 36 años, dejando un marido y once hijos. El viudo no tuvo mucho tiempo para lamentarse, pues abandonó nuestro mundo un año después, supongo que muerto de amor, aunque cabe la posibilidad de que lo hiciera de miedo, ante la que se le venía encima. Sin embargo, la cosa no fue para tanto, pues entre tías y demás parientes al final todos los vástagos salieron adelante.
La época de los viudos desamparados en busca de nanny para los críos ya pasó, como pasó la exigencia de llevar sombrero de copa para entrar en los restaurantes elegantes. Por muy urbanitas que seamos ahora, todos provenimos de algún Macondo. Tan verdad es que no todo tiempo pasado fue mejor como que no siempre el futuro es bueno, aunque lo anuncien Toni y su marido.
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