Mi admiración por Steiner es enorme, hasta el punto de que a veces, cuando hago algún viaje largo en solitario, me pongo la entrevista que le hizo un filósofo francés muy tonto de cuyo nombre no consigo acordarme y cuyas necedades sistematizadas dan aún más realce al talento del pensador judío. Es una lástima que en mi situación actual no pueda documentarme y darles la referencia exacta, pero les servirá de pista saber que la tradujo al español Mario Muchnick.
Pues bien, a pesar de todo esto, en lo que se refiere a Harry Potter estoy en desacuerdo con él. Ese "fenómeno" me parece totalmente aleatorio. Podía haberle tocado a cualquiera de esos productos híbridos que se sacan de la manga los escritores de género (infantil y juvenil); tiene todos los ingredientes para triunfar, precisamente porque parece una serie infantil de televisión; por eso los niños no necesitan verla cuando lo leen.
Ahora ha llegado la última, con mucha sentencia judicial de por medio defendiendo la intimidad del argumento. Es llevar el concepto de autoría demasiado lejos, y verán como dentro de poco habrá que pagar un canon por citar títulos de libros o nombres de autores. Se tipificarán delitos como "atentado contra la explotación de obra ajena" y cosas así. Los cronistas culturales saldremos carísimos a nuestros periódicos y acabarán prescindiendo de nosotros, y en el mejor de los casos nos veremos obligados a poner siglas, como en los diarios de los exquisitos:
"X sacó ayer un libro cuyo título permanecerá en el anonimato hasta su lanzamiento en otoño, que se avecina caliente; el otoño es, como saben, la estación más importante del año en materia de lanzamientos editoriales, etcétera".
"L me contó sin querer el argumento de su próxima novela, y hoy tenido que firmar un documento ante notario para su agente literaria comprometiéndome a no desvelarlo ni en sueños".
En fin, no quiero ser ceniza, pero me temo lo peor.
Pero estamos en verano y es época de grandes proyectos, que se desgranan en las universidades, mayormente. Gracias a los cursos de verano viven muchos, bien sea participando, bien contando lo que en ellos acontece. No estoy, este año, en ninguno de los dos grupos, pero cada vez que leo en los periódicos el resumen de los grandes coloquios suscitados por esos lares me estremezco de placer por estar en otra parte y no tener que contárselo. Preferiría desvelar alguno de esos grandes secretos editoriales, aprovechando que todavía no están penados, pero confieso que no sé de la misa la media porque he estado muy faltona, por culpa de los míos propios.
Me he dedicado principalmente a la poesía. Primero con la esperanza de que Luis Antonio de Villena reparara en mi persona y me incluyera en su próxima antología, porque me dijo una amiga que al no estar yo todavía en ninguna es prácticamente como si no existiera, pero después he caído en la cuenta de que es mucho mejor que la antología la haga yo; y, a sabiendas de que es exactamente lo que va a hacer Villena, no pienso incluir a ninguno de los que me han dejado fuera. Será, ya verán, una antología estupenda, y si no desvelo la editorial no es para que no me demanden, sino para que no la aborten los envidiosos.