Los imputados, que podrían constituir una banda de delincuentes, si fuera factible demostrarlo, ya han declarado ante el juez, han pasado las horas pertinentes de interrogatorio y no parece que pudiera favorecerles, sino todo lo contrario, el hallazgo del cuerpo de la niña. A veces los muertos hablan más que los vivos. Por tanto, la posibilidad de modificar la información, ahora que el padre de Marta cree que puede que el cuerpo de su hija no fue arrojado al Guadalquivir, es escasa y tal vez inexistente.
En nuestro país, que jurídicamente es un estado garantista, lo cual ha llegado a significar que todas las garantías las tienen los delincuentes, la policía tiene las manos atadas para indagar en los sucesos turbios, dado que la ley hasta permite que los imputados mientan para defenderse. Al otro lado, las familias de las víctimas se desesperan, observan con dolor cómo pasan los días y el despilfarro de medios rastreando unas aguas opacas, sucias y fuera de control. En España se ha establecido el crimen organizado y la ley ha cambiado poco, desde luego no lo suficiente para que afrontemos con garantías el aluvión de violencia que se nos ha venido encima.
España está acosada por bandas despiadadas, por el crimen violento, por la violencia contra la mujer y por la industria del crimen en general, sin que se haya dispuesto una batería de medidas para hacer frente a todo ello. Para combatir el terrorismo, que sufrimos con especial rigor desde hace cuatro décadas, y las bandas criminales es preciso crear la figura del arrepentido.
Necesitamos tener nuestros Joe Valacchi, el tipo que tumbó a la Cosa Nostra, o sea, a los traidores dispuestos a vender a su gente. Dado el fracaso de la figura del testigo protegido, den los políticos bienquistos un paso más y analicen las ventajas infinitas derivadas de ofrecer el perdón al criminal que entregue las cabezas de todos los demás.
Observen: en su día, la mera oferta a un criminal del Grapo para que confesara lo que supiera sobre el affaire Cordón habría posibilitado que a estas alturas todo estuviera resuelto. Los culpables estarían cumpliendo su pena y la familia de Publio, superando la tragedia.
El arrepentido debe ser sólo uno, el que llegue primero y dé el cante. A cambio ha de recibir el perdón, un cambio de vida e incluso una mano de cirugía plástica. Vida nueva y dinero, y un puesto de trabajo. Si contribuye a limpiar la sociedad, le ayudaremos a limpiar su vida. No importa que sea el más malo de la banda.
Con este acto de tolerancia, generosidad e inteligencia, la sociedad rompería clanes enteros, haría que los delincuentes se volvieran los unos contra los otros, que la delación campeara por sus respetos en el mundo del hampa. En las bandas, los criminales están en constante disputa por el mando. Una vez se descubre y desmantela una organización, la pelea es por quién pierde más, quién será el más pringao.
En la actualidad no disponemos de una herramienta adecuada para doblegar voluntades. La figura del arrepentido podría serlo. Mucho más que la cadena perpetua o cualquier endurecimiento de las penas. El Código Penal precisa de un repaso completo para adaptarse a las nuevas necesidades, sí, pero en la investigación se necesita contar con un arma poderosa para combatir a las mafias. Apuesten por el arrepentido: perdonado, protegido, incluso recompensando... A cambio, la sociedad se ahorra una cantidad enorme de delitos, desarticula bandas poderosas, rompe las mayores redes criminales y accede a los archivos de las bandas. La jugada no puede ser mejor.
Hay quien no entiende que, una vez que España ha adquirido renombre internacional como el país de Europa que más cocaína consume, los que mandan no se hayan planteado un plan de choque para quitarse de encima tal baldón. Por el contrario, parece no molestarles ese primer puesto, de dudoso honor. A la par, permanecen paralizados por el estupor, mientras se acumulan delitos sin resolver, misterios cuya clave tienen los traidores de las bandas, a los que bastaría un poco de carnaza y la garantía del perdón –recordemos que hoy se les acaba perdonando a cambio de nada– para pasarse al lado de los buenos.
Cada vez que observemos un asunto críptico, irresoluble, con implicados que mantienen la boca cerrada, un crimen sin resolver, pensemos que, si es obra de una estructura jerarquizada, la respuesta está en la figura del arrepentido, que los tiene a todos cogidos por el ombligo.
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
En nuestro país, que jurídicamente es un estado garantista, lo cual ha llegado a significar que todas las garantías las tienen los delincuentes, la policía tiene las manos atadas para indagar en los sucesos turbios, dado que la ley hasta permite que los imputados mientan para defenderse. Al otro lado, las familias de las víctimas se desesperan, observan con dolor cómo pasan los días y el despilfarro de medios rastreando unas aguas opacas, sucias y fuera de control. En España se ha establecido el crimen organizado y la ley ha cambiado poco, desde luego no lo suficiente para que afrontemos con garantías el aluvión de violencia que se nos ha venido encima.
España está acosada por bandas despiadadas, por el crimen violento, por la violencia contra la mujer y por la industria del crimen en general, sin que se haya dispuesto una batería de medidas para hacer frente a todo ello. Para combatir el terrorismo, que sufrimos con especial rigor desde hace cuatro décadas, y las bandas criminales es preciso crear la figura del arrepentido.
Necesitamos tener nuestros Joe Valacchi, el tipo que tumbó a la Cosa Nostra, o sea, a los traidores dispuestos a vender a su gente. Dado el fracaso de la figura del testigo protegido, den los políticos bienquistos un paso más y analicen las ventajas infinitas derivadas de ofrecer el perdón al criminal que entregue las cabezas de todos los demás.
Observen: en su día, la mera oferta a un criminal del Grapo para que confesara lo que supiera sobre el affaire Cordón habría posibilitado que a estas alturas todo estuviera resuelto. Los culpables estarían cumpliendo su pena y la familia de Publio, superando la tragedia.
El arrepentido debe ser sólo uno, el que llegue primero y dé el cante. A cambio ha de recibir el perdón, un cambio de vida e incluso una mano de cirugía plástica. Vida nueva y dinero, y un puesto de trabajo. Si contribuye a limpiar la sociedad, le ayudaremos a limpiar su vida. No importa que sea el más malo de la banda.
Con este acto de tolerancia, generosidad e inteligencia, la sociedad rompería clanes enteros, haría que los delincuentes se volvieran los unos contra los otros, que la delación campeara por sus respetos en el mundo del hampa. En las bandas, los criminales están en constante disputa por el mando. Una vez se descubre y desmantela una organización, la pelea es por quién pierde más, quién será el más pringao.
En la actualidad no disponemos de una herramienta adecuada para doblegar voluntades. La figura del arrepentido podría serlo. Mucho más que la cadena perpetua o cualquier endurecimiento de las penas. El Código Penal precisa de un repaso completo para adaptarse a las nuevas necesidades, sí, pero en la investigación se necesita contar con un arma poderosa para combatir a las mafias. Apuesten por el arrepentido: perdonado, protegido, incluso recompensando... A cambio, la sociedad se ahorra una cantidad enorme de delitos, desarticula bandas poderosas, rompe las mayores redes criminales y accede a los archivos de las bandas. La jugada no puede ser mejor.
Hay quien no entiende que, una vez que España ha adquirido renombre internacional como el país de Europa que más cocaína consume, los que mandan no se hayan planteado un plan de choque para quitarse de encima tal baldón. Por el contrario, parece no molestarles ese primer puesto, de dudoso honor. A la par, permanecen paralizados por el estupor, mientras se acumulan delitos sin resolver, misterios cuya clave tienen los traidores de las bandas, a los que bastaría un poco de carnaza y la garantía del perdón –recordemos que hoy se les acaba perdonando a cambio de nada– para pasarse al lado de los buenos.
Cada vez que observemos un asunto críptico, irresoluble, con implicados que mantienen la boca cerrada, un crimen sin resolver, pensemos que, si es obra de una estructura jerarquizada, la respuesta está en la figura del arrepentido, que los tiene a todos cogidos por el ombligo.
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.