Nuestro Ícaro cinematográfico se llama Brian de Palma y no ha realizado una película perfecta en su vida; a diferencia de Scorsese, de cuya última y demasiado perfecta (incluso en la perfección hay grados) película se ocupó Álvaro Martín la semana pasada. En La dalia negra hace una adaptación de la novela homónima de James Ellroy. Al igual que en L. A. Confidencial, Ellroy reescribe los libros de caballerías desde la perspectiva del género negro en la California luminosa y profunda: detectives de una sola pieza, políticos corruptos, mujeres fatales, gángsteres que hacen ofertas irrechazables.
La dalia negra se inspira en el brutal asesinato de una chica con aspiraciones a convertirse en la nueva Marilyn Monroe en los angustiosos y espléndidos 40. A Elizabeth Short durante dos días la quemaron con cigarrillos, le hicieron cortes por todo el cuerpo con un cuchillo y le rompieron las piernas con un bate de béisbol. La mataron finalmente por asfixia, y después la partieron en dos. Su rostro estaba rajado de oreja a oreja.
Era la época de La dama de Shangai de Welles (al que algunos rumores acusaron del asesinato mientras rodaba, precisamente, esta película), de El sueño eterno de Hawks, de Perdición y Sunset Boulevard de Billy Wilder, de La mujer del cuadro y Perversidad de Fritz Lang, es decir, el cénit del cine negro, en el que el paradigma clásico era capaz de reflejar el esplendor mórbido de las flores del mal hollywoodienses.
Brian de Palma, a diferencia de Curtis Hanson en L. A. Confidential, ha sabido reflejar el aire del crimen de aquella época sin pretender resucitar una forma de hacer cine periclitada: la narración está interrumpida, las secuencias pegan saltos, no se ajustan los procedimientos usuales para encajar las imágenes, resulta confusa la relación entre los protagonistas y desdibujados sus perfiles psicológicos. Si todo ello fuera resultado del azar, entonces De Palma merecería el vapuleo inmisericorde que le ha dado la crítica internacional. Sin embargo, resulta tan obtuso como criticarle a Picasso el método cubista o a Manet que pintase a una prostituta con los privilegios de las diosas.
Ya en Femme fatale, otra película ridiculizada a destiempo, Brian de Palma innovaba su máxima de que el cine es una mentira a veinticuatro imágenes por segundo haciendo suyo el método de David Hockney de desmontar una imagen mediante el procedimiento de fotografiar detalles de la misma, detalles que posteriormente se fusionarían. Con el argumento de La dalia negra, un asesinato que sigue sin resolverse, se podría haber hecho una investigación-ficción al estilo exhaustivo y cansino de Oliver Stone con el asesinato de JFK. Pero Brian de Palma, secundado por el guionista Josh Friedman, ha preferido orientarse por la dimensión onírica, ofreciendo una resolución delirante en un puzzle en el que ciertamente faltan piezas (a Hawks le sobraba un muerto, o le faltaba un asesino, en El sueño eterno). No es que De Palma haya hecho una película sobre una pesadilla, sino que ha construido la película con la ilógica de un sueño horrible y brutal. Lo que también hace, sólo que de forma más estentórea, David Lynch.
Dos detectives ex boxeadores –Lee Blanchard (Aaron Eckhart) y Bucky Bleichert (Josh Hartnett)– son los encargados de investigar la muerte de Betty Short, conocida como la Dalia Negra porque siempre vestía de negro y tenía cierto parecido con Verónica Lake, protagonista de La dalia azul. A Blanchard y Bleichert les une su pasado como boxeadores –lo que permite a De Palma filmar una de las mejores secuencias boxísticas de los últimos años– y una mujer, Kay Lake (Scarlett Johansson), con un pasado oscuro y también torturado. Literalmente. En sus investigaciones los detectives se introducen en el ambiente sexual secreto de Hollywood que frecuentaba la Short, de los lugares de alterne lésbicos a las películas pornográficas, y de ahí a las clases altas californianas, en las que la lucha de clases se alternaba con la sexual.
Un guión enrevesado por lo no lineal, que te obliga a una continua reconstrucción de los datos; la creación de una atmósfera oscura, responsabilidad de Dante Ferreti, que transmite al tiempo el vicio incorporado a un lujo prêt-à-porter; y, sobre todo, una dirección compleja y elegante en la que De Palma combina los más intrincados movimientos de cámara con planos cortados a navaja, sin olvidar los detalles humorísticos y los homenajes compulsivos a los que nos tiene acostumbrados (como la cena en casa de la femme fatale Madeleine Linscott [Hilary Swank], rodada con cámara subjetiva y mucha mala leche), contribuyen a conformar una película en apariencia incluso mal realizada, casi un desastre, pero que constituye uno de los más estimulantes ejercicios de estilo y sugestión cinematográfica en lo que va de año.
Nabokov despreciaba las novelas de Dostoievski, a las que perdonaba la vida en sus cursos de literatura europea calificándolas como propias de un chabacano sentimentaloide, mientras que alababa la perfección olímpica de Tolstoi. Nosotros preferimos la valentía de Ícaro, aunque se despeñe en ocasiones, a los caminos perfectos, pero ya transitados, que conducen al Oscar.
LA DALIA NEGRA (EEUU, 120 minutos). Dirección: Brian de Palma. Guión: Josh Friedman. Intérpretes: Josh Hartnett, Scarlett Johansson, Aaron Eckhart, Hilary Swank. Fotografía: Vilmos Zsigmond. Dirección artística: Dante Ferretti. Calificación: Sugestiva (8/10).
Pinche aquí para acceder al blog de SANTIAGO NAVAJAS.