La gran mayoría de estas agresiones salvajes a la libertad están relacionadas con el tráfico de drogas y las redes que manejan la inmigración ilegal y la trata de blancas. No obstante, esta nueva modalidad delictiva afecta también a los joyeros y a las familias de éstos, como ha quedado demostrado con la captura, en Barcelona, de una banda especializada en atracar joyeros y empresarios y retener a sus seres queridos. La Policía y los Mossos d'Esquadra abortaron los planes de futuro de la peligrosa banda deteniendo a tres de sus miembros, unos colombianos que actuaban con gran violencia.
El grupo procuraba seleccionar a las víctimas y organizar vigilancias para mejor dar sus golpes. Y Lo tenía todo preparado para atacar a un importante joyero: se proponían penetrar en su casa, capturarle y retener a su familia, para obligarle a entregarles toda la mercancía.
Estos secuestradores, innovadores en todo, empezando por el hecho de que se ocupaban de familias enteras, cogían taxis cuando se disponían a cometer sus crímenes. Lo que no podían imaginar es que la Policía, conocedora de sus manejos, tenía advertida a su próxima víctima.
Se cayeron con todo el equipo. Fueron capturados justo en el momento en que penetraban en la vivienda. Para ellos, que se sentían dueños de la situación, fue una gran y desagradable sorpresa. Ahora, tras las rejas, y mientras esperan el juicio, podrán meditar sobre los errores cometidos.
La Policía es consciente de los peligros del secuestro exprés. Aunque sus perpetradores pretenden obtener de inmediato un rescate, y de inmediato liberar a sus víctimas, éstas pueden quedar expuestas a un peligro letal. De ahí el curso de que hablaba al principio, a cargo de personal altamente cualificado.
A los negociadores se les entrena para que consigan lo imposible. Los alumnos del curso de marras tuvieron que lograr, por ejemplo, que un indigente les diera las pocas monedas que tenía, o que un taxista les dejara revisar su vehículo sin nada a cambio y sin irritarse. Como vulgarmente se dice, se han convertido en vendedores de neveras en Alaska, o de bicicletas en Venecia.
Los negociadores, que siempre han sido muy buenos, se basaban antes en la experiencia de los viejos zorros policiales, capaces de transmitir empatía y simpatía a raudales. Ahora, además, disponen de técnicas avanzadas y de una formación puntera.
El Grupo de Secuestros y Extorsiones de la Comisaría General de la Policía Judicial se refuerza. Y lo hace con estos negociadores que, en principio, pretenden dejar en un segundo plano su aspecto de agentes de la ley. Lo importante es la capacidad de comunicarse con cualquiera y utilizar como ariete la palabra y la persuasión. En total, veintidós agentes repartidos por el país, en un momento clave, en el que personas que simplemente aparcan su vehículo en un lugar apartado o mal iluminado o se disponen a sacar dinero de un cajero en un punto solitario pueden ser víctimas de un secuestro que, si sale bien, puede llamarse exprés: el sufrimiento habrá sido intenso, pero habrá durado poco.
La intervención del negociador será necesaria cuando se trate de atracos con rehenes, secuestros de transportes colectivos, motines en las cárceles, casos de maltrato doméstico, hasta agotar las soluciones pacíficas y las actitudes razonables. Ahora bien, en el cuerpo a cuerpo del secuestro exprés, quizá sea más útil la prevención, mentalizar a los posibles rehenes.
Es difícil inculcar a los españoles que los delincuentes importados, o los indígenas reciclados, ya no buscan sólo la cartera, sino que tratan de amedrentar para obtener el máximo beneficio. Son capaces de introducir violentamente a cualquiera en un vehículo y utilizar golpes y amenazas para hacerse con el número de seguridad de una tarjeta de crédito. O de forzar a alguien a que reúna enseguida una pequeña pero importante cantidad (pongamos 3.000 euros) si no quiere que él y los suyos sufran violencias y malos tratos.
Las leyes, una vez más, no están preparadas para esta modalidad delictiva; de hecho ni siquiera la llaman por su nombre, puesto que permiten que se confunda con una falta o error funcionarial: "detención ilegal". Una detención de esa clase, hablando en román paladino, es un vicio de la autoridad; el secuestro es obra de un delincuente.
Si ni siquiera lo llamamos por su nombre, ¿cómo vamos a entender lo que está pasando? Los nuevos secuestradores juegan con el miedo, ese golpe intenso, helado y repentino. Pelagatos del tres al cuarto que hasta hace nada eran simples ladrones son ahora secuestradores que han aprendido a servirse de la brutalidad. Los polis dicen que así se doctoran en la delincuencia. Aunque mientras obtienen el grado, la inexperiencia les coloca en una situación en la que, si el asunto se les va de las manos, pueden optar por la opción más dañina.
La policía ha doblado el número de sus negociadores y les ha dotado de mano izquierda; pero, una vez más, nadie se ocupa de advertir a la ciudadanía de un nuevo y formidable peligro.
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.