Menú
PANORÁMICAS

Un cuento chino de espectacular belleza

Ortega y Gasset, aparte de ser un gran pensador, también tenía, por lo que se ve, dotes proféticas. En La rebelión de las masas pronosticaba: "Ahora bien (...) la probabilidad de un Estado general europeo se impone necesariamente. La ocasión que lleve súbitamente a término el proceso puede ser cualquiera: por ejemplo, la coleta de un chino que asome por los Urales o bien una sacudida del gran magma islámico".

Ortega y Gasset, aparte de ser un gran pensador, también tenía, por lo que se ve, dotes proféticas. En La rebelión de las masas pronosticaba: "Ahora bien (...) la probabilidad de un Estado general europeo se impone necesariamente. La ocasión que lleve súbitamente a término el proceso puede ser cualquiera: por ejemplo, la coleta de un chino que asome por los Urales o bien una sacudida del gran magma islámico".
Efectivamente, ahora que suena, mal que bien, la hora de Europa el mundo islámico se agita de forma convulsa y, sobre todo, las coletas chinas invaden los mercados mundiales con productos buenos, bonitos y baratos.
 
El cine no ha sido ajeno al despertar asiático en general. Hong Kong, Taiwán, de forma cada vez más imponente Corea del Sur y, cómo no, China están creando una industria del ramo asentada en dos pilares: un cine vanguardista que copa los premios en los festivales más prestigiosos y un cine popular que, bebiendo de las fuentes de su tradición, ha sabido adaptarse a las nuevas modas tecnológicas provenientes de EEUU. Tras Hollywood surgen "Bollywood" (la India) y, ahora, "Chinawood". El eje trasanlántico que ha marcado el planeta durante los últimos tres siglos empieza a trasladarse, inexorablemente, al Pacífico.
 
Zhang Yimou reúne en su figura ambas dimensiones del cine oriental. Irrumpió en Europa con Sorgo Rojo, Semilla de crisantemo, La linterna roja o Vivir, que se alzaron con Osos, Leones y Palmas en los festivales en que se presentó, con una puesta en escena bellísima en la que destacaba un tratamiento del color que recordaba a maestros de la pintura como Tiziano o la fotografía de Storaro (Apocalypse Now, El último emperador). Era todavía más extraordinario en cuanto que, con ese lujoso ropaje, Yimou relataba la vida íntima, plena de penurias e injusticias, de la China profunda, lo que le valió la censura en su propio país.
 
Tras algún escarceo en géneros diferentes al drama rural y alegórico altamente estilizado que le había hecho famoso, y la ruptura con su musa y amante Gong Li, Zhang Yimou dió un vuelco temático a su carrera con Hero, una simbiosis de artes marciales y pasiones "más grandes que la vida" (trasuntos de nuestras novelas de caballerías), que seguía la estela del gran éxito de crítica y público de Tigre y Dragón, de Ang Lee.
 
El género asiático wuxia pian, duelos de artes marciales con espadas coregrafiados como bailes bizarros e inverosímiles, adquirió una respetabilidad con la entrada de estos directores de prestigio de la que antes no gozaba, ya que era considerado simple cine de barrio. La adopción de las nuevos efectos especiales tipo Matrix dieron a dichas coreografías guerreras un aire de familia con los éxitos hollywoodenses, lo que les permitió expandirse en el mercado globalizado.
 
En Hero Yimou cambió radicalmente el trasfondo político de sus filmes. Si antes había sufrido persecución por parte de las autoridades comunistas, en adelante se convirtió, como apreció Johan Norberg, en el legitimador del colectivismo dictatorial y nacionalista de la Nueva China Postmaoísta, recreando y justificando la figura histórica, a la vez que mítica, del primer emperador de China, del que (¿por casualidad?) hemos podido contemplar su obra más importante, el monumento funerario con que quería alcanzar la posteridad: Los guerreros de Xian (es revelador comprobar el distinto tratamiento político que hace Chen Kaige del sanguinario sátrapa en El emperador y el asesino).
 
En La casa de las dagas voladoras vuelve al cine de género de espadachines, con una historia de amor, odio y venganza que, gracias a la atención de Yimou por los pequeños detalles, que delatan sin palabras la evolución psicológica de los personajes, no cae en ningún momento en el folletín de telenovela. Salta del siglo III a.C de Hero al siglo IX d.C, cuando la crisis de la dinastía Tang, una época de esplendor cultural, la edad de oro de la poesía y el cuento, que se refleja en la dimensión lírica y catártica de la historia relatada. El conflicto se establece entre un par de soldados afectos al régimen Tang y la cabecilla de una banda rebelde: "La casa de las dagas voladoras".
 
Sin embargo, y a diferencia de la anterior película, aquí el pretexto político rápidamente desaparece para concentrarse en la relación entre los dos hombres que persiguen a la líder rebelde a través de bosques, praderas y montañas, lo que da pie a Yimou a explotar su sexto sentido paisajístico y su don para realzar la belleza de sus intérpretes femeninas: antes Gong Li y ahora la más juvenil y pop Zhang Ziyi, toda una estrella mediática en Asia.
 
A través de los vuelos por las copas de los árboles, el zumbido de las dagas asesinas, las danzas de los sables o el laberinto de bosques de juncos, el amor y el odio, la entrega y la desesperación irán encelando a los protagonistas en una malla de compromisos y sangre, hasta fusionarlos en un climax de (auto)destrucción.
 
La película es de una belleza espectacular, con una fotografía rica en matices pero que peca de un preciosismo, en el mejor de los casos, obvio y, en el peor, hueco, con lo que la referencia pictórica, al menos a los ojos occidentales, deja de ser la robustez de la pintura italiana del Cinquecento; será, más bien, la más blanda y decadente prerrafaelista inglesa.
 
De todas formas, el extraordinario sentido del movimiento y pictórico de Yimou queda constatado en la manera en que se adaptó al temporal de nieve que azotó inesperadamente a su equipo mientras rodaba en Ucrania, en lo que resulta ser la más bella y sugerente secuencia de la película, junto a la trepidante batalla del bosque de los juncos o el baile de la concubina ciega con que se abre la película.
 
 
La casa de las dagas voladoras. Dirección: Zhang Yimou. Interpretación: Takeshi Kaneshiro (Jin), Andy Lau Tak Wah (Leo), Zhang Ziyi (Mei). Guión: Li Feng, Zhang Yimou y Wang Bin. Fotografía: Zhao Xiaoding. Calificación: Entretenida.
0
comentarios