La señora Mercedes Gallizo, directora general de Instituciones Penitenciarias, Desnudos, Guateques y Fiestas en Prisión, donde la chica se busca la pulga mientras los presos miran, y también responsable máxima de la educación y reinserción de los reclusos, se ha superado a sí misma. Ella o su equipo, con la colaboración extraordinaria del director del penal valenciano, han puesto una nueva pica en Flandes: el otro día, un numeroso grupo de internos jóvenes protagonizó una batalla campal a la salida del visionado de una película titulada El asesino, del tipo tiros y guantazos, mafias y ajustes de cuentas, es decir, con todo lo no recomendable para unos sujetos encerrados por hacer lo mismo que sus colegas en la ficción.
Las Instituciones Penitenciarias de Gallizo están empeñadas en asombrar al mundo, y si son capaces de irritar la inevitable contención sexual de unos hombres solos, encerrados y vigilados brindándoles un espectáculo de cabaret que no puede tener otro fin que el de acelerar unos motores que se quemarán rodando sobre sí mismos, también lo son de exhibir imágenes de gran violencia que hasta a mí, que no creo en el factor imitativo como propagador de la delincuencia, me consta –como al sindicato Acaip– que estuvieron al fondo de los disturbios, protagonizados por dos grupos de presos, que se acometieron con palos y con bolígrafos transformados en pinchos. Algunos sufrieron heridas de envergadura, que requirieron tratamiento médico.
Si lo que se proponen los jerarcas de Instituciones es armarla, van por el buen camino: chicas desnudas en el patio, recital de crímenes en el proyector para poner los dientes largos a los inquilinos de las cárceles españolas, de entre dos y cinco barrotes, a cuál más blanda y confortable. Quizá tengan en la reserva pelis tan ilustrativas como El ladrón de Bagdad, La leyenda del Indomable o La gran evasión.
Los reclusos que participaron en el debate armado o parte discursiva del cinefórum se ve que intervienen de forma activa en las atracciones de la prisión. Una parte de ellos era de origen musulmán, lo que permite adoctrinar sobre la Alianza de las Civilizaciones. Por si tuvieran los recursos agotados, que celebren nuevas sesiones de cine, o, ya puestos, de televisión: ahí está Prison Break, con esos tíos cachas llenos de tatuajes que en realidad son croquis para la fuga: se curran por cualquier cosa, y hay uno muy malo que está dispuesto a abusar sexualmente de los otros, en especial del machote del gimnasio, pelado como el huevo de un avestruz, bello como un efebo con anabolizantes, loco por irse echando hostias.
El programa para las nuevas fiestas del Ángel Custodio podría incluir El Estrangulador de Bostón, Arropiero, el vagabundo de la muerte –que, por cierto, se acaba de estrenar– y Henry, retrato de un asesino. Si quieren seguir por el capítulo de tías buenas, ahí está Sexo en Nueva York, que la dan barata y seguro que entretiene a los presos, que aprenderán lo que sueña una tía cachonda subida en unos manolos, que son los zapatos que puedes comprarle a tu jay luego de no menos de cinco tirones de bolso. Especial para postgrado, dedicada a aquellos que ya han matado, sería Copycat, con Sigourney Weaver haciendo de psicóloga jamona que no se atreve a salir de casa porque sufre agorafobia, que es una cosa que no puede atacarte en prisión, y que descubre a un criminal capaz de estudiar a todos los grandes matadores que en el mundo han sido, desde Bundy al Carnicero de Milkwaukee, tomando cosas de aquí y de allá, según el humor del psicópata.
A quien quiera convertirse en Ed Gein, el bestia de Plainfield, Wisconsin, USA, que avanzados los cincuenta desenterraba cadáveres para manipularlos hasta obtener tiras de piel con las que hacerse lámparas, collares, cuencos, cinturones o chalecos, como hacía uno de los malos de El silencio de los corderos, lo mejor es que empiecen proyectándole Psicosis, de Hitchcock; pueden seguir con La matanza de Texas y finalizar con un documental sobre el propio Gein que mezcla imágenes reales y ficticias. Ed Gein mataba mujeres que tenían algo de su propia madre, como la edad o el semblante, y vivía suspirando por una verdadera relación carnal, llena de afecto y ternura, como los preventivos de cualquier recinto de la Gallizo, a los que se encabrita enseñándoles caramelos.
En esta España loca, hasta para estar preso hay que tener paciencia. Te ponen pegas para usar la capilla donde expiar tus pecados, cosa que está mal vista, y te empujan a contemplar la violencia gratuita cuando estás en periodo de abstinencia obligada. Zapatero debería apiadarse de los que no pueden elegir y tienen la desgracia de estar a la sombra durante su mandato.
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.