El barbazul francés llevaba a sus víctimas al hotelito donde las hacía desaparecer y pedía dos asientos en segunda, aunque sólo uno era de ida y vuelta, porque era muy mirado para el dinero y sabía que pagar el retorno del acompañante, que no iba a volver, habría sido un derroche, con lo que por tacaño llegaba a ponerse en peligro de ser descubierto. Por el contrario, los profesionales de la guadaña llegaban con todos los lujos pagados.
Un viaje relámpago. Les daban la orden, quizá con una descripción completa y una foto del objetivo. Normalmente, un varón de mediana edad que incomodaba a la organización, tal vez porque había dejado de ser útil o porque sabía demasiado. Volaban prácticamente con las manos en los bolsillos, como lo hacen los ricos de verdad, exigiendo la prensa desde el asiento y abandonando el periódico a la llegada, sin molestarse siquiera en prevenir una muda.
Una vez en territorio nacional, les entregaban una pistola o un arma larga; a veces, hasta una repetidora. Cumplían el servicio y se largaban. Venían de Europa del Este o del otro lado del mar (tras encomendarse a la Virgen). Eran matones feos, católicos y sentimentales. No mezclaban nada personal: un trabajo frío, limpio, como un bisturí. Se sabía que habían estado pero no dejaban huella.
Precisamente la ausencia de rastro era la confirmación de que lo había hecho "un profesional". Por entonces los trabajos eran espaciados, excepcionales, sólo por exigencia de organizaciones pioneras del Crimen S.A., que iban aposentándose como un suave goteo.
De repente, en los telenoticias se fueron haciendo más y más presentes los cadáveres tiroteados, los cuerpos tendidos a la puerta de un restaurante o en el interior de un vehículo, siempre con agujeros en órganos vitales, rodeados de misterio y del carácter industrial de la muerte de "pago por visión". En ocasiones se encontraba un cuerpo descuartizado como un aviso de terror y amenaza.
A medida que nos adentrábamos en el siglo XXI, el negocio crecía imparable y los grandes mangantes internacionales que se aposentaban en Iberia como tierra de promisión y descanso fueron apreciando la posibilidad de dirigir desde aquí los negocios, dadas las excepcionales condiciones geoestratégicas y la evidencia de un mercado sin explotar.
Con la cuenta de resultados fue creciendo la necesidad de soltar lastre y, por tanto, la demanda de un "triturador de residuos". Eso hizo que algunos abrieran sucursal en nuestro país, o que las grandes organizaciones concedieran "franquicia de efectos mortales". La policía española, siempre lo diré, que hace gala de entrega y olfato, los tiene detectados, incluso ha llegado a capturar a algunos veteranos in fraganti, y ha abierto una guerra sin cuartel que nadie duda ganará, aunque no se pueda adelantar a qué precio.
Lo más difícil, sin embargo, es capturar al asesino, que no se puede relacionar con la víctima. Al mismo tiempo, los ajustes de cuentas, los mensajes cruzados entre empresas rivales y el volumen del negocio han llenado de asuntos sin resolver la crónica de sucesos.
Como la de "ejecutor" no es la única figura delictiva de actualidad, también se han desarrollado, en paralelo, las agrupaciones de delincuencia juvenil conocidas como "bandas latinas"; algunas de ellas, calificadas como "organizaciones criminales" sin paliativos.
Dadas las exigencias a que se somete a sus componentes, que pasan por trabajaos extenuantes y sufrimientos indecibles, aquellos quedan a punto de caramelo para la sumisión total y la posibilidad de transformación en asesinos por encargo.
La acción de acoso y derribo que desde hace meses se sigue contra estas agrupaciones filodelictivas que llevan en su estructura melodías de West Side Story las ha reducido a la mitad, pero también, según los informes especiales, se han convertido en un peligroso semillero de criminales baratos o sicarios de "todo a cien".
A pesar de la evidencia, hay quienes piensan que estas bandas que se dedican a la extorsión, las violaciones como represalia y las zurras mortales son en realidad círculos étnicos socioculturales, donde se refugian elementos con dificultades de integración. Muy al contrario, reproducen esquemas internacionales, en distintas etapas de desarrollo, perfectamente intercambiables con grupos delincuenciales detectados en distintos puntos del planeta.
En la Piel de Toro los primeros apuñalados hicieron sonar la alarma, y la sangre joven vertida por rebeldes sin causa provocó una movilización que ha paralizado un proceso evolutivo que avanzaba ya a velocidad de crucero.