Extorsionar o matar por medio de otros es inducir al crimen, y quien lo hace recibe el mismo castigo que el ejecutor, lo cual, junto a la certeza de que la policía cada vez captura a un mayor número de sicarios, debería bastar para quitar a cualquiera la idea de contratar los servicios de un exterminador profesional.
Y sin embargo, lo más reciente es la noticia de un tipo que habría contratado a un colombiano para dar muerte a su jefe, el director del Centro de Convenciones de Barcelona, Félix Martínez, de 37 años, quien, según la hipótesis de la investigación, fue asesinado porque preparaba una reestructuración en la empresa por la que quedaría en la calle el autor intelectual del crimen.
Igual que en tiempos de Goya uno sacaba la faca y se liaba a tajos, hoy, de modo muy fino, se marca un número de teléfono secreto y se fija una cita con alguien que, a cambio de una bolsa suficiente, te convierte en asesino sin que tengas que mancharte las manos. El buen sentido de los currantes españoles impide una pandemia de encargos criminales por despidos dudosos o injustificados. Ésta de Barcelona es la excepción a la regla: estamos en un lugar civilizado en el que la angustia de las jubilaciones anticipadas, los eres conyunturales y los despidos fulminantes son aceptados con una profunda reflexión y sentido de la adaptación a esta época negra. El español es un tipo reflexivo, por más que lo difamen, y en su cabeza prima el buen sentido.
El caso que nos ocupa, además, es no solo singular, sino único, porque en la historia del crimen podemos encontrar al que apuñala a su jefe o le pega cuatro tiros, pero nunca al que busca una complicada organización para trazar un sofisticado crimen, como en este asunto. Entre los detenidos está la hermana del presunto, a la que imputan haber establecido la conexión con los sicarios, que designaron los cómplices, estudiaron los trayectos del objetivo y finalmente enviaron al exterminador. Un tipo como un roble, de pelo escaso y mucho músculo.
¿Cuánto creen que pudo cobrar por un asesinato tan imperfecto? Según los cálculos de los investigadores, unos 19.000 euros. Algo más de tres millones de las antiguas pesetas.
Según la reconstrucción de los hechos, el 9 de febrero, sobre las 8 de la mañana, Félix Martínez iba caminando con dos maletines cuando, al llegar a la esquina de Santaló con Travesera de Gracia, fue rebasado por un tipo alto y fuerte, como un armario de tres puertas, que se cubría el rostro con un pasamontañas. Al poco, el encapuchado se enfrentó a Martínez y le descerrajó un tiro en la cara, que le produjo la muerte en el acto.
El sicario emprendió la huida por la calle Casanova. En su fuga perdió un cargador y escondió el arma del crimen y la capucha en unos sacos de escombros, para seguir luego su loca carrera hacia la Diagonal y perderse por Muntaner.
De los presuntos responsables, dos son españoles y el resto colombianos, tal vez devotos de la Virgen de los Sicarios. En el acto criminal, cada uno de los ocho detenidos representaría un papel distinto: proveedor del arma, correa de transmisión, proveedor del coche para la huida, cobijador. Se sabe que el presunto asesino estuvo reconociendo el escenario y asegurándose de no confundir a la víctima.
Las capturas se llevaron a cabo en el Prat de Llobregat, Roda de Bará, Madrid, Seseña, Leganés y Parla.
La policía insiste en dejar claro que la víctima era un buen profesional y una buena persona, lo que evita todo tipo de especulaciones sobre motivos turbios. Era el encargado de una gran empresa, en crisis, como tantas, y tenía que reducir el número de empleados. El presunto criminal se vio al borde del abismo, y decidió pagar a otros para que realizaran un acto ruin, pensando que nadie podría desenredar la trama; pero la policía española afila sus armas y los grupos del crimen organizado son tanto más vulnerables cuanto más numerosos. De hecho, todavía se busca a otros dos componentes de este asesinato por despido.
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
Y sin embargo, lo más reciente es la noticia de un tipo que habría contratado a un colombiano para dar muerte a su jefe, el director del Centro de Convenciones de Barcelona, Félix Martínez, de 37 años, quien, según la hipótesis de la investigación, fue asesinado porque preparaba una reestructuración en la empresa por la que quedaría en la calle el autor intelectual del crimen.
Igual que en tiempos de Goya uno sacaba la faca y se liaba a tajos, hoy, de modo muy fino, se marca un número de teléfono secreto y se fija una cita con alguien que, a cambio de una bolsa suficiente, te convierte en asesino sin que tengas que mancharte las manos. El buen sentido de los currantes españoles impide una pandemia de encargos criminales por despidos dudosos o injustificados. Ésta de Barcelona es la excepción a la regla: estamos en un lugar civilizado en el que la angustia de las jubilaciones anticipadas, los eres conyunturales y los despidos fulminantes son aceptados con una profunda reflexión y sentido de la adaptación a esta época negra. El español es un tipo reflexivo, por más que lo difamen, y en su cabeza prima el buen sentido.
El caso que nos ocupa, además, es no solo singular, sino único, porque en la historia del crimen podemos encontrar al que apuñala a su jefe o le pega cuatro tiros, pero nunca al que busca una complicada organización para trazar un sofisticado crimen, como en este asunto. Entre los detenidos está la hermana del presunto, a la que imputan haber establecido la conexión con los sicarios, que designaron los cómplices, estudiaron los trayectos del objetivo y finalmente enviaron al exterminador. Un tipo como un roble, de pelo escaso y mucho músculo.
¿Cuánto creen que pudo cobrar por un asesinato tan imperfecto? Según los cálculos de los investigadores, unos 19.000 euros. Algo más de tres millones de las antiguas pesetas.
Según la reconstrucción de los hechos, el 9 de febrero, sobre las 8 de la mañana, Félix Martínez iba caminando con dos maletines cuando, al llegar a la esquina de Santaló con Travesera de Gracia, fue rebasado por un tipo alto y fuerte, como un armario de tres puertas, que se cubría el rostro con un pasamontañas. Al poco, el encapuchado se enfrentó a Martínez y le descerrajó un tiro en la cara, que le produjo la muerte en el acto.
El sicario emprendió la huida por la calle Casanova. En su fuga perdió un cargador y escondió el arma del crimen y la capucha en unos sacos de escombros, para seguir luego su loca carrera hacia la Diagonal y perderse por Muntaner.
De los presuntos responsables, dos son españoles y el resto colombianos, tal vez devotos de la Virgen de los Sicarios. En el acto criminal, cada uno de los ocho detenidos representaría un papel distinto: proveedor del arma, correa de transmisión, proveedor del coche para la huida, cobijador. Se sabe que el presunto asesino estuvo reconociendo el escenario y asegurándose de no confundir a la víctima.
Las capturas se llevaron a cabo en el Prat de Llobregat, Roda de Bará, Madrid, Seseña, Leganés y Parla.
La policía insiste en dejar claro que la víctima era un buen profesional y una buena persona, lo que evita todo tipo de especulaciones sobre motivos turbios. Era el encargado de una gran empresa, en crisis, como tantas, y tenía que reducir el número de empleados. El presunto criminal se vio al borde del abismo, y decidió pagar a otros para que realizaran un acto ruin, pensando que nadie podría desenredar la trama; pero la policía española afila sus armas y los grupos del crimen organizado son tanto más vulnerables cuanto más numerosos. De hecho, todavía se busca a otros dos componentes de este asesinato por despido.
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.