Hay pistas suficientes para concluir que fue víctima de los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), una organización terrorista que tiene usos y costumbres de la más pura delincuencia común: asaltos a furgones blindados, brutales asesinatos, atracos a oficinas bancarias y extorsión. Un viejo chiste de Sir Cámara afirma que “cuando el GRAPO vuela bajo, hace un frío del carajo”. Este ave de mal agüero ha helado el alma de los aragoneses, y por ende de todos los españoles.
Sus miembros son pocos, exaltados, fuertemente jerarquizados y con un poder casi increíble de regeneración. Una especie de terminators que, aunque son capturados, despedazados y reducidos a cenizas, siempre vuelven a reconstituirse en una amenaza, como un ave fénix del mal. Componen la banda terrorista más veces falsamente desarticulada. Y en su cúpula figura de forma perenne, como una pesadilla del pasado, Manuel Pérez Martínez, el Camarada Arenas, inspirador y máximo mandarín.
Podrá decirse que siempre estuvo equivocado, pero no acusarle de falta de coherencia. Se acabó el fascismo y los grapos siguen; se acabó la resistencia, la revolución y el Primero de Octubre, y los grapos en lo mismo, en una cruzada antifascista que no es otra cosa que un resto de locura.
Se les ha considerado injustamente terrorismo de segunda división, tal vez porque la titularidad de la primera la ostentan otros que han secuestrado y matado mucho más. Y sin embargo es un grupo peligroso que demuestra permanentemente hasta qué punto una sociedad puede estar indefensa ante los iluminados.
El digno empresario Publio Cordón es su víctima más emblemática. Fue secuestrado como un objetivo suplente, dado que el primer propósito resultaba mucho más difícil de cumplir. Es decir, siempre con la chapuza graposa a cuestas. Se lo llevaron nada más salir de casa, cuando pretendía hacer un poco de ejercicio por los alrededores del Canal Imperial. Lo hicieron con toda facilidad e impunidad, porque Publio ni siquiera sospechaba que pudiera estar amenazado. Se creía ingenuamente protegido en aquella España en la que era biministro Juan Alberto Belloch, casualmente ahora alcalde de Zaragoza, por lo tanto doblemente unido a la tragedia de Cordón, puesto que está obligado a velar por el bienestar de los zaragozanos. Belloch, al que faltaban manos para llevar a la vez los ministerios de Justicia e Interior, colofón entonces de un despropósito bifronte.
Los GRAPO exigieron un recate de cientos de millones de pesetas, que al parecer cobraron en París, y, dando muestras de desavenencias internas, desbarajuste organizativo y negligencia criminal, no cumplieron su parte del compromiso. Bandidos doblemente armados, obtuvieron el botín y estafaron a la familia.
La investigación policial acusa a uno de los grapos más sanguinarios, Fernando Silva Sande, que próximamente será extraditado para responder de sus delitos en nuestro país. Los indicios lo señalan como último carcelero de Publio Cordón y quien presumiblemente sabe lo que pasó.
La banda a la que pertenece no sólo traicionó su compromiso de devolver sano y salvo al secuestrado, sino que se quedó con el dinero y lo llenó de injurias y calumnias. Difundió como un puñado de mentiras que había dejado al empresario en libertad y que probablemente se había marchado a Sudamérica, huyendo de falsos problemas empresariales y personales. Esta versión contó con una sorprendente credibilidad a todos los niveles, y quizá contribuyó al olvido de lo fundamental: nadie debe sufrir nunca nada parecido a lo que han pasado los Cordón, ni ser tratado de esa manera.
Tampoco hoy es aceptable que siga la incógnita sobre qué pasó con Publio y dónde está. Vaya por delante que, donde quiera que esté, se ha ganado el cielo, como también su fiel esposa, Pilar Muro, que ha tomado el relevo en los negocios para poner a salvo del naufragio el patrimonio familiar. Dando muestras de coraje y competencia, ha protegido el desarrollo de sus hijos y ha saneado en lo posible las empresas, convirtiendo las clínicas Quirón en un logro sostenible. Sin embargo, no ha podido quitarse la angustia del pasado, el hedor del cuervo GRAPO que saqueó a su marido y le hizo desaparecer.
La sociedad democrática tiene una deuda con ella y con su familia: debe devolverle el honor de su esposo y decirle lo que han hecho con él, empleando para ello cuantos recursos sean necesarios y recurriendo a la investigación, la persuasión o la recompensa razonable de los terroristas que canten la gallina. No hay terrorismo de primera o segunda división: los asesinos juegan todos en la misma liga.