Sin embargo, puede estar tranquilo el defensor de la democracia y el pluralismo Juan Luis Cebrián, pues el nuevo periodiquito de los basket friends de Zapatero ha supuesto una gran decepción ya desde el primer número. Los auténticos progresistas como yo, que pensamos que todas las cuestiones políticas que afectan a nuestro país se resumen en la consigna: "La culpa de todo es de Aznar", que estamos seguros de que Bush es un neonazi peligroso al que conviene anular antes de que acabe con el planeta, que defendemos la política de Castro y Chávez como la única válida para alcanzar la felicidad en el orden social, y que apostamos por el diálogo, el talante, la tolerancia y el mestizaje como premisas irrenunciables para el diseño de la política exterior de un país serio, hemos visto desaparecer con el primer número de Pueblo (¿o era Público) las expectativas creadas tras el magnífico "Fuck Bush" que esmaltó su campaña publicitaria.
Sesenta y cuatro páginas repletas de las noticias más absurdas, copiadas de agencia, y ni un solo insulto a Aznar. ¿Qué mierda de progresismo es éste? Más aún. Ni siquiera hay alguna mención encomiástica a la última conquista revolucionaria del teniente-coronel Chávez, empeñado en cambiar el orden de los cuerpos celestes para que en Venezuela amanezca media hora antes que en el resto del planeta. Mucha cita de textos constitucionales, de declaraciones de derechos humanos y demás letanía pequeñoburguesa, pero ni una sola mención a las cosas que de verdad interesan a los jóvenes a los que va dirigido principalmente este nuevo periódico, esos que demuestran su "ansia por cambiar las cosas" echándose agua unos a otros con una manguera mientras bailan a ritmo de hip-hop.
Un desastre. Digo yo que, ya que el diseño es una copia de los diarios gratuitos, a los que tan vinculado por lazos afectivos está su director, podrían haber empleado ese esfuerzo en los contenidos para convertir a Pueblo, perdón, a Público, en una herramienta revolucionaria, tal y como parecía adivinarse de las declaraciones de sus responsables en las semanas previas al lanzamiento.
Los jóvenes progresistas que nos echamos agua con una manguera y, tal vez por ello, sabemos que la guerra de Irak fue una invención para quitarle el petróleo a los moros y que en Afganistán no hay guerra, sino un certamen solidario en defensa de la paz, esperábamos mucho más de este nuevo periódico. Tan sólo con que hubieran imitado la filosofía de los informativos de La Sexta, su hermana mayor, el resultado hubiera sido aceptable en términos progresistas.