Por ella se sabe que los asesinos de Prim eran doce, como los apóstoles. Y dos, y muy poderosos, los principales instigadores. Se saben las intrigas palaciegas, las contrataciones de sicarios, la guerra interna entre masones y la mentira que se ha hecho tragar a la historia de España desde hace más de ciento cuarenta años.
Los alumnos en prácticas que han participado en la investigación de la UCJC se quedaban de piedra. Unos socios que nos echamos para que hicieran un documental, a la vez que abríamos la investigación, se quedaban de piedra: que hemos ofrecido por las televisiones el documental... ¡y que no saben quién es Prim! ¡Los directores de contenidos de las televisiones no saben quién era Prim, pero sí saben quién es Paquirrín!
Este periódico, Libertad Digital, tan culto, me llena de orgullo, con historiadores, catedráticos y lectores leídos que saben que Prim fue asesinado en la Calle del Turco y que no le acompañaba la Guardia Civil, porque otro gallo le habría cantado. Son los que multiplican por mil las entradas en la web de la universidad.
La investigación universitaria se ennoblece con esta muestra de arqueología criminológica, y los departamentos de Criminología toman la avanzadilla, en el trabajo investigador, en esta investigación de billete de metro, en el que íbamos a la Plaza de Castilla a ver el sumario, y bocata de chorizo, con el que nos espantábamos el hambre que da el polvo de los siglos.
Ahora Ian Gibson publica una novela a la que le han dado veinte millones de premio sobre la tragedia de Prim: no sé si se llama La berlina de Prim o La prima de Prim. Dice su nota de prensa que ha visto con lupa los 16.000 folios del sumario. ¡A ver hasta cuándo van a seguir las mentiras! ¡El sumario no ha sido nunca de esa cantidad de folios! Fueron algunos más, pero cuando Gibson sabía mucho menos castellano que ahora.
El caso es que aquí, en el sumario, está la verdad que no se ha querido saber, por la que murieron al menos diez declarantes, asesinados por decir la verdad. Tan perdidos como los folios que faltan. En mi opinión, cuando termine la exposición en la Universidad Camilo José Cela de todo el sumario, una vez aprendida la lección, debería destinarse a un lugar donde fuera posible acceder a él, para investigar, tanto novelistas que no hagan simples novelitas como historiadores, que no se pierdan en la vergüenza; y estudiantes y redactores de tesis doctorales. Tanto como el público en general.
La Comisión Prim del Departamento de Criminología ha fabricado un índice, que está colgado en internet, por el que se puede ir a las páginas más interesantes, ofrecido gratis total a la comunidad científica internacional. Nadie habrá de quedarse sin saber la verdad. Pero, eso sí, hace falta llevar el sumario a un lugar publico, como la Biblioteca del Congreso, por ejemplo, o similar. Un lugar donde vayan a morir los elefantes y a aprender de ellos los jóvenes investigadores. El sumario de Prim ya ha revolucionado la investigación en España.
La Criminología es la ciencia de los que estudian los crímenes. El estudio del sumario de Prim nos ha procurado una riqueza llena de matices: primero la constante histórica de la tendencia al abuso del Poder Ejecutivo sobre el Poder Judicial, y luego la tergiversación sistemática de los hechos, por mor de favorecer a los correligionarios, arrimar el ascua a la sardina propia y difundir la falsedad hasta convertirla en verdad. La lección que con esto nos hemos dado a nosotros mismos tiene sorprendidos a los departamentos de español de las universidades de todo el mundo.