Fin de semana

En 1961 Rod Serling escribió un episodio de la serie de televisión The Twilight Zone cuya acción transcurría en Nueva York y en un momento –el Momento, por mejor decir– de acusadísimo calentamiento global. Por alguna razón, la órbita terrestre se había salido de madre y nuestro planeta se iba derechito y sin remedio hacia el Sol. "Es la víspera del final –decía Serling en la introducción–: incluso a medianoche es mediodía. Se trata del día más caluroso de la historia, y usted está apunto de vivirlo... en The Twilight Zone".

Me pasa lo mismo que a algunos articulistas y blogueros de lo que Simancas Nodoyuna llamaría "el facherío radical". Para mí, un mariquita con una camiseta del Che Guevara es como un judío luciendo la esvástica: un mentecato integral. Muchos están pidiendo a gritos un reality tour por Auschwitz o La Habana.

Había una vez tres cerditos muy buenos que sufrían el terrible zarpazo de la escasez de vivienda, tan común en el orden capitalista. Trabajaban como empleados de un albañal propiedad de una megacorporación, que les mantenía en régimen de semiesclavitud mediante contratos temporales y unos salarios de risa.

La Europa de este relato se debatía entre vientos huracanados y nieves perpetuas, en uno de los peores episodios de cambio climático de la historia geológica reciente. Hace 45.000 años, sobre lo que hoy es este viejo continente que se refocila en su templo del Estado del Bienestar, la vista apenas alcanzaba para ver algo más que hielo y, si se entornaban los ojos en la bruma, tal vez las solitarias y erráticas pisadas de un valiente Homo sapiens.

No hay criminales peores ni más crueles. En Francia, cada vez que se planteaba eliminar la guillotina, durante mucho tiempo se dijo: "Menos para los asesinos de niños". El estado de salud mental de una sociedad puede medirse por las agresiones que reciben los más pequeños.