PASAJES DE LA HISTORIA DE ESPAÑA
Godoy, el rufián coronado
A la muerte de Carlos III el fecundo tronco borbónico se secó sin remedio. Su hijo y sucesor no heredó ninguna de sus virtudes, y sí, en cambio, alguno de sus peores defectos. Caprichos de la genética. Era grandullón, alelado y sosainas. No hay más que mirarle fijamente a la cara en cualquiera de los muchos retratos que Goya le dedicó para percatarse de que Carlos el Cuarto era tonto de capirote.