Fin de semana

Uno escarba en el apasionante dilema ético de la manipulación de material biológico humano y no deja de espeluznarse. Es posible que nos encontremos ante una herramienta científica de incalculable valor para el avance de la humanidad, pero no cabe duda de que está llena de pequeños y oscuros flecos que no suelen quedar reflejados en los medios de comunicación, demasiado proclives al entusiasmo acrítico.

Conocimos a Jan en un pequeño bar de Manila. Entramos allí, pedimos algo de comer y, como había una máquina de discos, Augusto fue a poner música. Cuando había echado la moneda, un tipo alto y rubio le dio un suave empujón y puso el disco que él quería. Ese era Jan, y ese era su estilo.

Conviene estudiar el comportamiento criminal de un tipo como el presunto asesino de Valdepeñas, Gustavo Romero Tercero. En él se resumen algunas de las grandes cosas que valoro como importantes tras más de treinta años de indagar en las razones profundas del crimen. Si resulta culpado por el tribunal que lo juzga por el doble asesinato de los novios Ángel Ibáñez y Sara Dotor y por el abuso, con resultado de muerte, de Rosana Maroto, puede decirse sin ninguna duda que estamos ante quien encaja con total perfección en el retrato de un asesino en serie.

Manuel Pastor Pastor, soltero, de 42 años, inquilino del 2º Derecha del número 45 de la calle Fuencarral hasta el domingo 22 de junio de 1902, vivía de una sólida renta de 15.000 pesetas anuales y tenía un comportamiento bastante excéntrico. Los crímenes que tienen por víctimas a los solterones suelen ser también muy extraños.

El molino ha sido desde siempre una fuente de trabajo y de economía para el hombre. Para producir energía o para elaborar alimentos, esta infraestructura ha sido clave.

Faltó tiempo la semana pasada para que, nada más publicar yo mi crónica dedicada a Elías Canetti con ocasión de su centenario y, en lo que a mí respecta, de la relectura de su obra, faltó tiempo, digo, para que al día siguiente los periódicos sacaran la noticia de que se acababa de publicar en español un nuevo libro de este autor, cosa de la que yo no sabía nada, lo confieso, enfrascada como estaba en mis viejas ediciones de la editorial Muchnick.

"Leyendo sus cómics aprendí cómo son y cómo piensan los americanos", decía Fritz Lang de la sociedad que le acogió cuando huyó de la Alemania nazi. Y es que el humor, cuando es original, se constituye en el espejo deformado que, paradójicamente, mejor refleja las características esenciales de una época.