CRÓNICAS COSMOPOLITAS
Sardinas frescas
En 2003 –o quizá fue en 2004–, un amigo me contó que Pilar Miró lloró de verdad leyendo una crítica mía a una de sus películas. Habían pasado años y más años, porque mi crítica debió de aparecer en Diario 16 de 1977. Mi primera reacción fue de sorpresa, y algo así como de pena y remordimiento tardíos.