– ¿Cómo resolvéis vosotros las crisis internas? –le preguntaba el otro día a un veterano miembro del Partido Conservador inglés.– Con los puños. Si a algún imbécil se le ocurre llamar por teléfono para decirnos a quién tenemos que votar o avalar, le organizamos una encerrona en algún callejón oscuro. Luego, en el congreso nacional, los disidentes montamos carpas turcas y allí vendemos cerveza, repartimos folletos reivindicativos y despotricamos contra los jefes.– ¡Qué reaccionarios!– Somos fieles a un viejo himno patriótico. Los británicos nunca seremos esclavos.
Bromas entre casi compañeros aparte, que dicen algunas cuando las pillan navaja en mano, últimamente el centro reformista español anda a por bananas. Lo malo es que a uno le resulta difícil no estar un poco de acuerdo con todos. Por ejemplo, con Lassalle cuando denuncia que huele a sacristía. Al PP comenzaron a morírsele los votantes el día que decidió subcontratar ciertas políticas a sectores más cercanos al carlismo que a la democracia, como si estar en contra de EpC y de otras cosas fuera patrimonio exclusivo de los apostólicos. Si el Empecinado, héroe de la Guerra de la Independencia retratado en la mejor novela de Ignacio Merino, resucitase, no dejaría viva ni a la secretaria de la secretaria.
Sin embargo, no estoy de acuerdo con el de FAES en que la defensa del mercado libre y de un Estado pequeño resulte antipática. Según me cuentan antiguos alumnos suyos, Lassalle era hasta hace poco de los que repartían carnés libertarios a golpe de cita y soflama. Está visto que no todos los travestis actúan en discotecas de Chueca. Algunos prefieren dar el espectáculo en las páginas de El País. Sin embargo, no por mucho cambiar de ropa se consigue disimular el eau de salope, un caro perfume unisex dispensado al por mayor en algunos reputados establecimientos del viejo Madrid (y a juzgar por el giro nacionalista del otrora españolísimo Fernández Díaz, también en Barcelona).
– Hablando de esclavos –le dije a mi amigo británico–, ¿qué te pareció el caso Salman Rushie? No es que el comportamiento de Margaret Thatcher fuera precisamente ejemplar.– Efectivamente, la entonces primera ministra reprendió al escritor amenazado por haber ofendido al islam y le acusó de ser un provocador y un irresponsable.– Vamos, lo mismo que hacen ahora los progres con cualquiera que ose criticar a los islamistas. La diferencia es que los de la izquierda, además de sugerir que te lo mereces, te llaman facha y te retiran la protección policial.– ¿Te refieres a Robert Redeker?– Exactamente.
El martes pasado, este profesor de filosofía presentó en Madrid su libro ¡Atrévete a vivir!, una colección de historias de terror políticamente correcto presentada por la superba vizcaína Edurne Uriarte, la Emperatriz de la Diáspora (también en el exilio hay clases). La profesora malgastó media hora contándonos su vida y dedicó cinco minutos a presentar el libro, un maravilloso panfleto a favor de la libertad de expresión, eso que tanto molesta a los neocentristas de ambas corrientes, la de trono y altar y la del grupo Prisa.
Resulta que a Redeker se le ocurrió publicar un artículo contra el islamismo político y se ganó no sólo una fetua de los clérigos musulmanes, sino el desprecio de buena parte del zurdismo y del socialismo de derechas de su país, nada menos que la Francia. Entre otras cosas, fue tachado de "perro reaccionario" y de "petainista" por la prensa comunista, la misma que en 1940 se dedicó a hacer el trabajo sucio a los nazis publicando listas de presuntos traidores. Eso fue antes de que los alemanes invadieran la Unión Soviética: entonces los rojos cambiaron de opinión y se unieron a la resistencia, fundada por derechistas opuestos a la sumisión de buena parte del establishment francés al invasor nacional-socialista.
En su intervención, Redeker contó la irónica y triste historia de su padre, prisionero de guerra de los americanos ("No sé si lo de Guantánamo será como lo pintan. Mi padre estuvo en una prisión militar americana y no le trataron precisamente mal"), denunció la nueva versión islamófila de la Segunda Guerra Mundial, según la cual Francia fue liberada por los moros, y rindió homenaje a todos los que han sido perseguidos por tratar de decir la verdad.
Según George Orwell, cuatro son las razones que impulsan al escritor: el deseo de parecer inteligente, el amor a la belleza, el interés por ver las cosas como son y la política, es decir, el afán de propiciar que el mundo avance en una dirección determinada. Redeker, quien al contrario de Edurne habla porque tiene algo que decir y no porque tenga que decir algo, apunta en la dirección correcta. Lo recordaba Pilar Marcos, directora de la editorial y candidata en las elecciones del pasado 9 de marzo (en el cortijo aznarí, la que no corre vuela). Como no podía irme sin recoger alguna primicia informativa, me acerqué a un diputado y le confesé que me había traído un detector de armas blancas. Salió como alma que lleva el diablo. ¡Qué poco sentido del humor!
Para los antipáticos como yo, empeñados en ganarnos cuatro o cinco enemigos por artículo o asistencia a acto socio-cultural, el tema de la semana del libro y la faca no podría haber sido otro que la Rebelión. Más o menos así se titula la primera novela publicada de Enrique Blanco, un gallego muy simpático que hace unas semanas me envió unos montajes fotográficos divertidísimos dedicados a "todos los héroes políticamente incorruptos y moralmente incorrectos". No sé si la cosa iría en plan halago o crítica feroz, pero en todo caso la ocurrencia me gustó mucho, casi tanto como la historia –jungeriana, por supuesto (Dios nos cría y nosotros nos juntamos)– del golpe de estado contra la casta de políticos corruptos que gobierna cierta nación ibérica.
El patriotismo del 2 de Mayo y la política ficción de Blanco han colocado bajo mínimos mi nivel de tolerancia al desvarío socialdemócrata, la provocación neo-apostólica y el susurro centrista de los que no pasaron de los 28 puntos de la Falange. Así que, don’t f... with me, brother.
El único aspecto gozoso del culebrón genovés es el toque retro del look de sus protagonistas. El lunes pasado, en 59 segundos, Espe nos deleitó con un homenaje a Ángela Channing o a la Thatcher de los 70. Perfectly awful!, es decir, horripilante. ¿Por qué no le pides a Santi Fisas, tu consejero de Cultura y Sports, que te presente a sus sobrinos estilistas? Quedarías estupenda. Aunque mal pensado, peor es lo de Soraya, neochica yeyé extraída de la continuación bizarra de El Valle de las Muñecas, una maravillosa fantasía superhomófoba de los años 60 que tanto nos hace reír a los más torcidos. Chica, tú también serás una estrella, pero cuidado con los candy men de voces dulces y miradas acarameladas, no vaya a ser que acabes como alguna de las protagonistas del filme.
Tras el amor, siempre llega el odio; tras la guerra, la paz. Lástima de los que nunca se quisieron.
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