En principio, podría decirse que roban a los ricos, lo que para algunos podría ser un consuelo. Pero están equivocados: lo que se vende ahí lo venden empresas participadas por accionistas de todo tipo y condición, como de todo tipo y condición son sus trabajadores.
Los delincuentes que atacaron a mazazos una tienda de la Milla de Oro se llevaron 34.000 euros en prendas caras, y a la vez la tranquilidad de clientes, empleados y vecinos.
Los aluniceros rompen un escaparate y en dos minutos son capaces de llevarse cuatrocientas prendas de ropa, de entre 80 y 200 euros. Eran las ocho menos dos minutos de la mañana, y el tipo más canijo se colaba por el agujero abierto. Enseguida se puso a pasar las prendas a sus cómplices. Enseguida terminaron. En un santiamén complicaron aún más la situación de los comercios de la zona.
En esta nueva carroña, ladrones que juegan a bandoleros que reequilibran la balanza económica, nos encontramos con los que roban coches de altísima gama. Actúan por encargo, estos chorizos que levantan tantos cochazos. Les dices el buga que quieres, de qué color, todas esas cosas. Te lo buscan, y si te lo encuentran y les pagas, enseguida es tuyo.
Mercedes, Rolls, BMW... cualquier marcha, cualquier capricho puede caer en sus manos. Prepare auna cantidad en metálico, una que considere puede tentar a los ladrones. Y deles un toque. A veces, un Mercedes CLK se vende por dos millones de pesetas, pagaderos en cualquier moneda.
Vestidos a lo casual, con cháandales con capucha, guantes, bufandas, los nuevos delincuentes prefieren robar cosas caras sin, por supuesto, pensar lo más mínimo en las personas necesitadas. La misma historia de siempre.
Rompen y roban, destrozan un comercio, causan daños tremendos. Aprendieron temprano que no hay nada ni nadie respetable. La tranquilidad es cosa de delincuentes que se mueven despacio y en silencio.