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CRÓNICA NEGRA

Olot, en el mapa criminal

Londres, la ciudad de Jack el Destripador, Boston, la ciudad del Estrangulador, Milkwaukee, la ciudad del Carnicero y ... Olot (Gerona), la localidad del celador asesino, del secuestro de la boticaria y del albañil que en su día de furia asesinó a cuatro personas, dos de sus patronos y dos empleados de la sucursal bancaria donde le suprimieron un crédito.


	Londres, la ciudad de Jack el Destripador, Boston, la ciudad del Estrangulador, Milkwaukee, la ciudad del Carnicero y ... Olot (Gerona), la localidad del celador asesino, del secuestro de la boticaria y del albañil que en su día de furia asesinó a cuatro personas, dos de sus patronos y dos empleados de la sucursal bancaria donde le suprimieron un crédito.

A Olot, el crimen le ha puesto en el mapa. Olot es un municipio relativamente pequeño, muy bonito, muy organizado, vecino de Francia, situado en una zona privilegiada de la Gerona más afortunada, y no merece ser recordado por sus criminales, pero esto es algo que no se elige. Existen la Cuenca, el Don Benito, el Berzocana del crimen, y ninguna de estas localidades eligió tal fortuna. Tampoco el Düselldorf del vampiro, el Rostov de la bestia y el París de Landrú. Los hechos criminales suceden, y se tiene la costumbre de recordarlos por el lugar y no por el número de víctimas.

Ahora bien, ninguno de estos hechos catastróficos sucedió por casualidad.

En Olot, ahora se dan las condiciones objetivas para que padezca un día de furia, como en su tiempo fue el terreno ideal para que unos maleantes se propusieran el secuestro de la farmacéutica (492 días, el más duradero de los registrados en España, excepción hecha del de Ortega Lara); también lo es para que un geriátrico sea el hábitat de un presunto asesino en serie. Sea como fuere, Mari Ángeles y sus paisanos están hartos de que los señalen en el mapa por las desgracias que ocurren.

Los municipios acabarán teniendo oficinas de seguridad dirigidas por criminólogos. Analizarán los datos, vigilarán el horizonte del lugar, velarán por que no se cuele el urbanismo criminal y, así, posibilitarán que disminuyan los delitos. El trabajo de los municipales puede prevenir el crimen, la lucha de los científicos contra la delincuencia puede reducir los delitos. Es cuestión de empezar cuanto antes y de exigir la transferencia de responsabilidades: la seguridad debe quedar en manos de los alcaldes, que son los políticos más próximos y comprometidos. Al ministro del Interior le pilla todo cada día más lejos. Es lógico que se ocupe de asuntos generales de seguridad, pero la lucha diaria contra el delincuente es cosa de quien lo vive, en la plaza o en la calle, del inquilino de la Casa Consistorial de turno, donde todos los vecinos saben que pueden reclamar sus derechos.

No nos engañemos, la proximidad promueve el cariño, la dedicación y el interés. A quien pilla un poco lejos el geriátrico del espanto o el trabajador que injustamente ha estallado violentísimamente es al ministro, parapetado tras rimeros de papel; no te digo nada si encima eres vice en funciones de presi.

En Olot la gente es industriosa, laboriosa, tranquila, pacífica, civilizada y avanzada. Por motivos que no vienen al caso, puedo decir que es un lugar encantador, donde difícilmente se vive la tensión de la maldad o el miedo a la delincuencia. Y sin embargo unos delincuentes emboscados, y hasta con placa, se llevaron a María Ángeles. Porque el nivel de desarrollo ha llevado a esta localidad pequeña, pero muy organizada, los grandes males de la civilización: funcionarios corruptos y relaciones deshumanizadas. El efecto primordial del dinero y de creer que el dinero es lo único que vale.

Olot paga su vida confiada, su grado de civilización. Hace una década que muchos subsaharianos trabajan en sus industrias, y se les ve por las calles estrechas del centro pronunciando un sombrío catalán con acento africano. La vida se desenvuelve en calma, hasta que la crisis provoca la quiebra de empresas y créditos. Un trabajador castigado por el vaivén de la miseria se vuelve injustamente contra sus patronos, y un día va a buscarlos con la escopeta cargada. Al parecer era un hecho que estaba pregonado. "Lo mismo un día mato a alguien". En los tiempos que corren, queda dicho: cualquiera puede cumplir sus amenazas, sobre todo si son de muerte.

En el bar disparó a la cabeza de los empresarios de la construcción, padre e hijo, con los que trabajaba, y en el banco contra dos empleados. En total, cuatro muertos. Parece que incluso estuvo buscando a otros dos más del banco, pero escaparon por los pelos.

Un asesino de masas: muchos muertos en poco tiempo, en el mismo lugar. Una acumulación de caldo de cultivo. Es un episodio que se ha dado en Alemania, en Francia, en Rusia y en Estados Unidos. A iguales efectos, iguales defectos.

El alcalde de Olot, pese a la variedad de sucesos trágicos en tan poco tiempo, piensa que se trata de casos aislados, de una coincidencia fatal, pero en el crimen la casualidad no existe. Olot es solvente, está preparada para ser una localidad floreciente y portentosa. Junto a las fuerzas del bien se instalan las fuerzas del mal. Y todo lo que deba quemarse se va a quemar. Nadie está libre de que la contienda tenga lugar en su territorio, pero las corporaciones municipales, en todos los puntos del país, deben tomar nota para el futuro, que ya está aquí.

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