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CÓMO ESTÁ EL PATIO

Nuevas Generaciones: ¡Viva el centro! (manque pierda)

Nunca he tenido gran interés por las aportaciones doctrinales de las organizaciones políticas juveniles, pero eso era antes de ver uno de los carteles anunciadores del último congreso NNGG. Con gran sagacidad, los organizadores dieron con el retrato robot del joven simpatizante del partido, cuyos principales rasgos estéticos, como es bien sabido, son la melena rastafari y un piercing bien gordo en mitad de la lengua. Para realzar el significado del cartel, de indudable riqueza simbólica, la chica de la foto aparece como enfadada, mostrando su lengua lacerada por el hierro cruel, mientras la leyenda confirma que, en efecto, se trata no morderse la lengua, claro.

Nunca he tenido gran interés por las aportaciones doctrinales de las organizaciones políticas juveniles, pero eso era antes de ver uno de los carteles anunciadores del último congreso NNGG. Con gran sagacidad, los organizadores dieron con el retrato robot del joven simpatizante del partido, cuyos principales rasgos estéticos, como es bien sabido, son la melena rastafari y un piercing bien gordo en mitad de la lengua. Para realzar el significado del cartel, de indudable riqueza simbólica, la chica de la foto aparece como enfadada, mostrando su lengua lacerada por el hierro cruel, mientras la leyenda confirma que, en efecto, se trata no morderse la lengua, claro.
Hombre, con un alambre incrustado en la boca, la verdad es que lo que menos apetece es, encima, darse a uno mismo un mordisco, así que el título podrían habérselo ahorrado. Pero más que analizar la capacidad de los cachorros populares para la majadería conceptual –en eso no tienen nada que envidiar a sus mayores– me gustaría contribuir modestamente a subsanar un grave error de la campaña.
 
Vaya por delante mi firme convicción de que lo mejor que puede hacer la juventud es estudiar con ahínco para convertirse en un futuro en personas de provecho. El cine español necesita ser continuamente protegido de los rigores del mercado con el cálido edredón presupuestario, y los de mi generación ya estamos cansados de financiar la cuchufleta. Pedimos el relevo.
 
No obstante, el asunto de esta campaña de captación de simpatizantes es tan sugestivo que no puedo resistirme a comentarlo, siquiera someramente.
 
Siento desengañar a los arriolas en ciernes que han diseñado el cartel, pero tras una intensa actividad de campo puedo confirmar que la inmensa mayoría de punkis de mi ciudad, coincidentes en su estética con la chica de la imagen, no votan al PP. Sé que el dato es difícil de creer, pero les aseguro que es así. Por el contrario, los jóvenes votantes de Rajoy suelen ser gente limpia, correcta y con un gusto por la indumentaria entre lo pijo buhardillero y lo moderno ma non troppo. Asombrosamente, según se puede observar en las fotos del evento, es la misma imagen que cultivan todos y cada uno de los participantes de la convención, donde es más difícil encontrar una melena rasta que una idea original.
 
Si lo característico de la juventud es la rebeldía, lo normal es que los cachorros de los partidos políticos tiendan a defender posiciones más recalcitrantes que la organización matriz. Pero esto sólo ocurre en la izquierda, donde cualquier disparate extremista encuentra acomodo en las prietas filas juveniles. Véase por ejemplo la campaña de las juventudes ecomarxistas catalanas para las elecciones del 1 de noviembre, centrada en el mensaje "Fóllate a la derecha", para lo cual regalan el correspondiente preservativo, detalle muy de agradecer pues de esta forma se evita que los interesados en promover los valores del leninismo entre el mundo conservador acaben contagiando a sus adversarios cualquier virus marxistoide. Entre las juventudes del Partido Popular, en cambio, el único instinto exacerbado es el sempiterno complejo de inferioridad, transmutado en la chuminada del centrorreformismo, tan característico de toda la organización.
 
Es extraño tanto complejo, porque ni Nacho Uriarte ni sus camaradas conocieron el franquismo por una simple cuestión de edad; ni siquiera trabajaron para el régimen, como Cebrián, así que no es fácil de entender ese empeño en hacerse perdonar por la progresía con carteles chorras como el descrito.
 
La imagen de la rastafari piercingada no es de hecho una apuesta por la rebeldía, sino la rendición manifiesta de las juventudes del PP ante la subcultura conformista que patrocinan sus adversarios políticos. Si Uriarte quiere ser revolucionario, en el ideario liberal-conservador tiene abundantes asuntos por los que apostar: la reforma de las pensiones públicas (hoy estatalizadas a través de un sistema de estafa piramidal), para que los ciudadanos puedan libremente contratar el sistema de capitalización que más les interese, el derecho a la libre elección de modelo sanitario y educativo, hoy secuestrado por los burócratas de todos los gobiernos, la supresión de la capacidad omnipotente de los políticos para la concesión de licencias de medios de comunicación audiovisuales o la eliminación de las trabas administrativas en materia de suelo edificable como medio de solucionar el problema de la vivienda para jóvenes son sólo algunos argumentos que nadie defiende en la actualidad, en los que Nacho podría encontrar abundantes motivos de inspiración revolucionaria.
 
En una reciente entrevista radiofónica, el nuevo líder de las juventudes del PP invitaba a la gente de derechas incómoda con el centrroreformismo progre que patrocina su organización votar a otro partido. Mientras el único motivo para la rebeldía que proponen los chicos de Uriarte sea la eterna aspiración de hacerse pasar por progres, la llamada resulta una magnífica invitación a practicar la actitud más sana de un liberal en esta tesitura: la abstención.
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