Con el tabaco se hacen amigos, se crean lazos de solidaridad que permiten soportar con mejor cara la persecución de los nicotinófobos y, en definitiva, se cultivan las relaciones sociales en un entorno de franca comprensión. Con la moda actual de no permitir fumar en algunos lugares públicos, a las puertas de los locales se forjan constantemente amistades; incluso se liga un huevo: porque, por si no lo habían apreciado, las más guapas suelen ser fumadoras compulsivas. Algún matrimonio habrá surgido de esta simpática situación, y algún renacuajo habrá por ahí llamado Marlborito, en homenaje a las circunstancias en que se inició el feliz acercamiento de sus papás.
El argumento de las autoridades para prohibir el uso del tabaco: que se trata de una sustancia nociva para la salud, es por otra parte un ejemplo grosero de demagogia. Mucho más dañino es ver cine español, leer poemas de Gamoneda y votar a ZP, vicios que practican varios millones de españoles sin que nadie les amenace con curas severísimas de desintoxicación –lo cual, dicho sea de paso, harían por su propia cuenta si fueran gente moralmente sana e intelectualmente madura.
Ajeno a estos razonamientos elementales, Bernat Soria quiere prohibir que se fume en la playa. Entre la eutanasia para los ancianitos resfriados y lo del tabaco, está claro que la ocupación preferida del ministro de Sanidad es joder al prójimo, algo muy conveniente cuando se desempeña un cargo con los socialistas y a la vez claramente definitorio de que en tal departamento se ha decidido seguir la política de la inolvidable Salgado, hoy reconvertida en azote de esa derecha antidemocrática que no tiene nada mejor que hacer que quejarse cuando es amenazada de muerte.
La única posibilidad de que este atraco playero no se consume pasa por que las comunidades autónomas (mayormente las que disponen de costa, claro) hagan uso de su capacidad normativa y dispongan un régimen punitivo un poco más laxo de lo que pretende el amigo Soria. ¿Qué quiere decir esto? Pues, por ejemplo, que cuando un poli antivicio detecte a un señor fumando en la playa, antes de caer sobre él y reducirlo a porrazos en el occipital le haga algún comentario sutil a modo de advertencia.
No sé por qué esta pandilla de resentidos se ha empeñado en perseguir a los fumadores, con lo buenas personas que somos. Además, con los impuestos del tabaco engordamos a base de bien las arcas públicas, de forma que ZP tenga pasta suficiente para, por poner un ejemplo, prometer a todas las preñadas un cheque-bebé por valor de 2.500 eurazos.
¿Seguirá el ministro Soria acosando a los fumadores, aunque ello suponga condenar al arroyo a una generación entera de españoles, que ya no vendrán al mundo con dos mil quinientos talegos debajo del brazo? Seguramente sí. Porque este tío es un monstruo.
Deténganle antes de que sea demasiado tarde.