En teoría, el ministro eres tú, pero en la práctica la poltrona está vacía. Sería muy bueno que dejaras el cargo en el más breve plazo y, puesto que eres el tío que más manda en España, nombraras un propio que sea currante. Aunque sea la mitad que tú. Si miras en derredor, igual te das cuenta de que eres el único que hace algo entre tanto zombi, pero necesitamos un ministro del Interior ya. Nosotros y la policía, nosotros y la ETA, nosotros y los chorizos, nosotros y el Gobierno.
España puede estar sin presidente, puede estar sin José Luis Rodríguez Zapatero, sin ministro de Sanidad, sin ministro de Exteriores, sin Pajín y sin Salgado; sin ministro de Industria, sin ministro de Economía; sin Gobierno, sin Franco, sin González... ¡Pero no puede estar sin ministro del Interior como está ahora!
Haz un alto en el camino, entre la crisis del pepino, el cese de Valdano, la reconquista del virreinato andaluz, los viajes en Falcon, las palabras de consuelo a Angela Merkel, las promesas de que la crisis solo durará dos años más, el plan estratégico nacional que has escondido tan bien durante toda la legislatura, y nombra un ministro del Interior.
El pobre Antonio del Castillo, padre de Marta, la niña desaparecida en Sevilla, se pasa las horas muertas llamándote al ministerio, sin que le respondas. Ya sé yo que no es que no quieras, es que no puedes: porque no te da para todo con las horas del día. Eres ministro del Interior a tiempo parcial; o mejor, al mismo tiempo que vicepresidente primero y candidato del PSOE, in pectore, a las próximas generales; solo tienes dos manos y un cerebro que bulle, pero acumulas los tres puestos de mayor responsabilidad de la nación.
Conviene que dejes uno. Por la tranquilidad y seguridad de los españoles, Alfredo. Te lo digo por todos tus nombres: Alfredo Pérez Rubalcaba, Rub al Caba, Fredo, Freddy el Químico, Excelentísimo Señor de La Moncloa y los Pepinos: el ministro del Interior es un cargo de jornada completa, no se puede conllevar con ninguna otra cosa. Si alguien liga Sanidad e Igualdad, Pesca y Comercio, no pasa nada; pero los españoles salen perdiendo si mezclas Interior y Vicepresidencia. El Ministerio del Interior es asunto full time. Hay que saber de delincuentes, madrugadas de espera, ascensos y bajas.
El Ministerio del Interior necesita un titular que trabaje. Más te valdría, Alfredo, echar mano de algún propio y nombrarlo para que alguien pueda decidir sobre qué hacer con la violencia de género, ya que se han producido otras cuatro muertes, o cómo evitar que los españoles sean estafados o atracados. Y cómo atender a don Antonio en su justa demanda. Y cómo buscar también a los otros 12.000 desaparecidos, incluida María Piedad, la chica de Boadilla del Monte.
Cuando haya ministro del Interior podrás ocuparte de la banda de sicarios que han pillado los agentes, aunque tú, Alfredo, digas, en tu santa ignorancia, que en España no hay sicarios: nada menos que ha caído toda una banda, con jefe y todo. Pero tú estabas ocupado en ayudar a Pajín; en un país de cinco millones de parados, te ves obligado a acumular, contra natura, todos los puestos, hasta el de psicólogo del cautivo de La Moncloa.
Alfredo, tú has sido el pasado, sin duda, un pasado proceloso de ministro portavoz, cuando el GAL, de los tiempos enturbiados de los gobiernos de González, uno de cuyos ministros de Interior fue a la cárcel; y de una forma casi cómica también eres el presente, un presente descabezado, con el presidente de migraña, sin más ministro que tú, que lo mismo te peleas con la oposición que pides árnica. Por si no fuera bastante, planeas ser nuestro futuro. ¿Hay algún otro país donde un mismo individuo sea a la vez pasado, presente y futuro?
Alfredo, como vice, tienes que estar al loro cuando al presi le da el yuyu e irse a La Moncloa como Jack Nicholson en Mejor imposible, evitando pisar las rayas del suelo, lavándose las manos hasta hacerse sangre, cerrando las llaves del gas hasta torcerlas; como candidato, tienes que dar la cara ante los militantes de a pie y ofrecerles confianza, con cosas cercanas como esa de "Llamadme Alfredo". Gracias, ministro. Está bien que elijas uno de tus muchos nombres, porque la gente te llama de todo; así se lo pondrás más fácil cuando permitas que otro haga todo el trabajo que queda por hacer en el Ministerio del Interior.