Pero a Harvey Weinstein, el otrora magnate del cine independiente, valga la paradoja, le pareció un proyecto lo suficientemente atractivo para invertir algo de dinero, y, mira por dónde, ha arrasado en todos los certámenes por donde ha pasado, así como en los Oscar (como anunciamos).
Ahora bien, considerar que The Artist no es la excepción que confirma la regla sería engañarse. Muy poca gente está interesada en el cine mudo. Del mismo modo que se está perdiendo la curiosidad por el cine en blanco y negro, proscristo de las televisiones generalistas. Pero en lugar de la habitual jeremiada cultural reivindicatoria de que cualquier tiempo pasado fue mejor, vamos a contribuir un poquito a poner en circulación lo mejor que se hizo en la época silente; felizmente superada, porque, como dijo Bresson, al hacerse sonoras las películas pudimos por fin escuchar el silencio (vale, en las de Michael Bay, no; pongamos que hablo de Dreyer o Terrence Malick)
Por eso, para que (re)vean algunas de las joyas del cine mudo, en lugar de ofrecerles un comentario de las mejores –ya hay estupendas listas y recomendaciones, como la de Silent Era–, lo que he hecho ha sido rastrear por internet algunas de las que están disponibles online, para que las disfruten sin más a un golpe de ratón.
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– En 1929 hizo crack la bolsa de Nueva York; y el cine Studio des Ursulines de París. La crisis económica se la explica Juan Ramón Rallo en este mismo periódico. La bomba cinematográfica la soltaron dos díscolos surrealistas españoles en el kilómetro cero de ese arte nuevo que comenzaron los hermanos Lumiére. Ochenta y tantos años después, sigue siendo la más genuina e insuperada fuente de inspiración para todos aquellos que sueñan en forma de pesadillas, de Tarkovsky a Lynch pasando por Guy Maddin (The heart of the world) o Maya Deren (Meshes of the afternoon). Con todos ustedes, dedicado a todos mis paisanos del sur, Un perro andaluz, de Buñuel & Dalí.
– A esta película y a este director los adoraba Jorge Luis Borges, que también fue crítico cinematográfico:
Teníamos una impresión épica. Habíamos visto el film, habíamos sido espectadores de esa valentía... los balazos, todo eso... ese mundo de malevos norteamericanos. Después iba a cantar Gardel y nosotros pensamos: "La zamba, qué triste. Después de ver esto estar oyendo –dijimos, sin ninguna reverencia– a ese maricón". Y nos fuimos y no lo vimos. (...) Antes que nada, visual. En el momento que alcanzó la cima del cine llegó el cine sonoro. Hubo que volver a empezar, se hicieron óperas para ser oídas y se lo olvidó. (...) Lo que me gustaba era el laconismo. Que pudiera brindarnos un crimen en tres escenas, tres imágenes. Disfrutaba algo en su estilo que se asemeja el de Séneca.
Señoras y señores, el Séneca cinematográfico, Josef von Sternberg y su Underworld (aquí está desde Al rojo vivo a Los Soprano, pasando por la saga de El Padrino y El precio del poder).
– Ha nacido una estrella y Cantando bajo la lluvia son las referencias más obvias de The Artist en el periodo del cine sonoro. Pero de la época del cine mudo podríamos tomar como modelos ...Y el mundo marcha (The crowd, 1928), de King Vidor (la película que posibilitó que Ayn Rand le permiese adaptar El manantial) y Soledad (Lonesome, 1928), de Paul Fejos, en el que a través de la típica historia de chico-encuentra-chica se ofrece un genial y emocionante fresco de la sociedad norteamericana. Realismo capitalista en estado puro.
– Sorprentemente, Soledad no aparece entre las 100 mejores películas de la encuesta de Silent Era, pero nuestra próxima película aparece en la posición quinta.
Murnau, tras Keaton, y junto a Chaplin y Griffith, es el director con más películas en ese top 100, y seguramente el más influyente (véanse los claroscuros de John Ford). Nosferatu fue rodada en Alemania en 1922, al igual que el Doctor Mabuse de Fritz Lang, más o menos cuando Hitler estaba dando el golpe de estado que lo llevaría a la cárcel y a escribir Mein Kampf. No sé por qué se me ha ocurrido esta asociación... Nosferatu, por supuesto, es el padre de los bellos y siniestros chupasangres de Déjame entrar, nada que ver con los niñatos vampíricos crespusculares que no dan ni pena, sólo risa.
– Comparen esta secuencia con esta otra. Homenaje de Brian de Palma, que sabe un rato de montaje, a Eisenstein, héroe y traidor del cine bolchevique que lo mismo recibía el Premio Stalin que se veía censurado y a un tris de acabar en Siberia. Desde que, cuando visitó los Estados Unidos, saludó admirado a Charles Chaplin, nunca se han vuelto a juntar dos talentos cinematográficos más grandes en una misma habitación. Mientras que con Griffith el cine adaptó la estrategia novelística de describir los árboles, en El acorazado Potemkin Eisenstein se elevó para darnos una panorámica del bosque de la realidad. Maruja Torres se aburría mucho con ella pero no tenía más remedio que verla porque era una cita tan obligada para los progres antifranquistas como repetir el mantra de que Ford era fascista. Ustedes mismos.
Por cierto y por último, mi top ten mudo:
1. El último, de Murnau.
2. ... Y el mundo marcha, de Vidor.
3. Tiempos modernos, de Chaplin.
4. El acorazado Potemkin, de Eisenstein.
5. Napoleón, de Gance.
6. Nanook, de Flaherty.
7. Avaricia, de Stroheim.
8. El doctor Mabuse, de Lang.
9. El caballo de hierro, de Ford.
10. El maquinista de la General, de Keaton.
Y Harold Lloyd, el Gordo y el Flaco, Griffith, Hitchcock...
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