Cristiano ha venido también a jugar al fútbol, siempre que el partido no le coincida con una fiesta en la que la presencia de los famosos sea inexcusable, pero si hasta La Secta y Canal Plus se han puesto de acuerdo en los horarios de retransmisión de los partidos de liga, no es previsible que haya demasiados problemas para que compatibilice ambas actividades. En todo caso, jugar en el Bernabéu a las tres de la tarde del mes de agosto para que las estrellas tengan tiempo de acicalarse antes de acudir a la inauguración de una macrodiscoteca es un esfuerzo que Florentino estaría dispuesto a hacer sin poner demasiadas pegas, que para eso es un adelantado a su época y un Ser Superior.
Y es que el mundo del fútbol ha evolucionado mucho en muy poco tiempo. Cuando Goyo Benito iniciaba una carrera de veinte metros para lanzarse al cruce contra un delantero, las señoras gritaban de terror y los caballeros tapaban los ojos a los niños. Ahora los defensas ya no comen vísceras sino yogur desnatado con fibra, para cuidar la figura y mejorar el tracto intestinal. El gran Zarra percibió que los tiempos habían cambiado por completo cuando le invitaron a bajar al vestuario de San Mamés en los actos de celebración del centenario del Athletic. Cuando salió, dijo escandalizado a los periodistas que los jugadores tenían más cremas en las taquillas que su señora en el tocador. Si esa mutación se ha producido en los otrora leones, es fácil imaginar lo que puede estar pasando en otras plantillas, tradicionalmente menos aguerridas.
Cristiano Ronaldo es el responsable de que la estética que rodea al fútbol haya protagonizado otro giro revolucionario, un gran salto adelante que probablemente no tenga marcha atrás posible, y no me refiero a que la horterez congénita en todo jugador de fútbol que se precie alcance en CR7 cotas de paroxismo. Ana Rosa Quintana, que algo entiende de famosos, ya ha dejado dicho que Cristiano Ronaldo es un "hortera de bolera", y no seremos nosotros quienes le llevemos la contraria.
Pero el salto cuántico al que nos referimos tiene que ver más con la metrosexualización aguda que está experimentando el mundo del balompié desde la llegada de este nuevo jugador. Si Beckham (es decir, su señora, que fue la que lo convirtió en objeto del deseo de millones de jovencitas) hizo que las mujeres se interesaran por el fútbol y acudieran en masa a los estadios, la estrella portuguesa tiene la oportunidad de explotar un sector de la audiencia futbolística que hasta hoy permanece prácticamente inédito como es el mundo gay.
Poco importa la orientación sexual de Cristiano, a pesar de que Paris Hilton (¿hablábamos de horteras?) haya insinuado algo al respecto. De hecho, la petarda hollywoodiense, acostumbrada a que famosetes hormonados y llenos de tatuajes la pongan mirando a Oklahoma, no es precisamente una fuente fiable en este terreno. Lo sustantivo es que Cristiano Ronaldo tiene una imagen con la que puede convertirse en el icono de los amantes de los gatos y las camisetas de licra, y ese es un filón que Florentino, sin duda, explotará convenientemente. Experto en abrir nuevos mercados e idear nuevas formas de captación de ingresos, el Ser Superior tiene la oportunidad de convertir al Real Madrid en el club de referencia de la comunidad gay internacional.
Pero para eso deberá evitar el error de fichar a Ribery, un tipo bastante feo que jamás encajaría en una plantilla que cuenta con Kaká, CR7, Gutifashion y Sergio Ramos. El fichaje del jugador del Bayern puede hacer que esta novedosa línea de negocio se venga abajo por completo, así que lo mejor es que Florentino nos deje al extremo francés para el Barcelona. De todas formas, con esa cara bien pocas camisetas iba a vender.
Y es que el mundo del fútbol ha evolucionado mucho en muy poco tiempo. Cuando Goyo Benito iniciaba una carrera de veinte metros para lanzarse al cruce contra un delantero, las señoras gritaban de terror y los caballeros tapaban los ojos a los niños. Ahora los defensas ya no comen vísceras sino yogur desnatado con fibra, para cuidar la figura y mejorar el tracto intestinal. El gran Zarra percibió que los tiempos habían cambiado por completo cuando le invitaron a bajar al vestuario de San Mamés en los actos de celebración del centenario del Athletic. Cuando salió, dijo escandalizado a los periodistas que los jugadores tenían más cremas en las taquillas que su señora en el tocador. Si esa mutación se ha producido en los otrora leones, es fácil imaginar lo que puede estar pasando en otras plantillas, tradicionalmente menos aguerridas.
Cristiano Ronaldo es el responsable de que la estética que rodea al fútbol haya protagonizado otro giro revolucionario, un gran salto adelante que probablemente no tenga marcha atrás posible, y no me refiero a que la horterez congénita en todo jugador de fútbol que se precie alcance en CR7 cotas de paroxismo. Ana Rosa Quintana, que algo entiende de famosos, ya ha dejado dicho que Cristiano Ronaldo es un "hortera de bolera", y no seremos nosotros quienes le llevemos la contraria.
Pero el salto cuántico al que nos referimos tiene que ver más con la metrosexualización aguda que está experimentando el mundo del balompié desde la llegada de este nuevo jugador. Si Beckham (es decir, su señora, que fue la que lo convirtió en objeto del deseo de millones de jovencitas) hizo que las mujeres se interesaran por el fútbol y acudieran en masa a los estadios, la estrella portuguesa tiene la oportunidad de explotar un sector de la audiencia futbolística que hasta hoy permanece prácticamente inédito como es el mundo gay.
Poco importa la orientación sexual de Cristiano, a pesar de que Paris Hilton (¿hablábamos de horteras?) haya insinuado algo al respecto. De hecho, la petarda hollywoodiense, acostumbrada a que famosetes hormonados y llenos de tatuajes la pongan mirando a Oklahoma, no es precisamente una fuente fiable en este terreno. Lo sustantivo es que Cristiano Ronaldo tiene una imagen con la que puede convertirse en el icono de los amantes de los gatos y las camisetas de licra, y ese es un filón que Florentino, sin duda, explotará convenientemente. Experto en abrir nuevos mercados e idear nuevas formas de captación de ingresos, el Ser Superior tiene la oportunidad de convertir al Real Madrid en el club de referencia de la comunidad gay internacional.
Pero para eso deberá evitar el error de fichar a Ribery, un tipo bastante feo que jamás encajaría en una plantilla que cuenta con Kaká, CR7, Gutifashion y Sergio Ramos. El fichaje del jugador del Bayern puede hacer que esta novedosa línea de negocio se venga abajo por completo, así que lo mejor es que Florentino nos deje al extremo francés para el Barcelona. De todas formas, con esa cara bien pocas camisetas iba a vender.