En el PP, que tiene en sus manos el gobierno de varias autonomías y de numerosos ayuntamientos, hay varios miles de liberados que no están dispuestos a perder la mamandurria por cuestiones ideológicas o de principios, de ahí que, previsiblemente, sean poco reacios a colocarse en primera fila del sector contestatario.
A don Mariano Rajoy cabe atribuirle parte de la culpa de que el PP sea actualmente una organización más bien esquizofrénica, en la que muchos ya no saben si son conservadores, liberales, centro-reformistas, sociatas, franquistoides o partidarios del amor libre. O sea, un sindiós en el que sólo el rostro apacible de Sor Aya (© García Domínguez) y su novedosa teoría del "liberalismo social" ofrecen un rayo de esperanza (con perdón) entre tanto estropicio. Curiosamente, la mayoría de los votantes del PP son de derechas y se reconocen sin complejos como tales, actitud inédita entre los altos cargos, que se dejarían rapar al cero antes de reconocer que pertenecen a un partido liberal-conservador.
Quizás sea esa construcción ideológica del liberalismo social la tendencia que finalmente acabe imponiéndose en el congreso de junio. Sólo falta que alguien explique qué coño es eso y ofrezca a los votantes del partido las pautas de conversión a la nueva doctrina, que, como hemos apuntado, comparte en grado sumo la mayor parte de la dirigencia.
Zapatero hizo un experimento parecido cuando esbozó su teoría del socialismo libertario, y lo cierto es que no le ha ido nada mal, aunque me temo que a D. José Blanco, su principal exegeta, sigue sin quedarle claro si insultar diariamente a Esperanza Aguirre corresponde a la parte libertaria del discurso o si, por el contrario, es el reflujo de la parte socialista, mucho más arraigada en el, llamémosle, pensamiento socialdemócrata de nuestros intelectuales contemporáneos.
Mariano Rajoy, no nos dispersemos, ha iniciado esta novena legislatura, en la que conmemoramos su revalidada derrota a manos de Arriola, con un alto grado de firmeza frente al enemigo, identificado éste a la manera británica. En efecto, un antiguo primer ministro del Reino Unido preguntó a uno de sus ayudantes qué se cocía en las filas del enemigo, y cuando el tipo comenzó a hablarle del líder de la oposición, le cortó en seco y le dijo: "Me refería a nuestro grupo parlamentario. El Partido Laborista es sólo nuestro adversario".
Aunque muchos votantes del PP advierten a diario a Rajoy de que está marrando el tiro, el líder popular parece tenerlo mucho más claro. Porque las elecciones generales son dentro de cuatro años, pero el congreso en el que puede perder el sillón es tan sólo dentro de un mes, amigos, y las prioridades son las prioridades.
Si Rajoy perdiera su pugna interna sería una desgracia para la derecha centro-reformista-liberal-socialdemócrata-conservadora-cristianomarxista, que tiene en aquél a uno de sus principales valedores, puesto que para amalgamar semejante mazacote de tendencias doctrinales hay que ser muy, muy gallego, y Esperanza, no nos engañemos, más que de moza galaica da la imagen de chulapona de Chamberí.
Rechazada de plano la posibilidad de poner en marcha un debate sobre ideas y principios (la arenga ilicitana tuvo precisamente como objetivo dejar claro este punto), a Rajoy le queda aparecer como el salvador del partido y el único capaz de mantener en calma todas las tendencias o "sensibilidades" internas, que van desde el marxismo católico (sí, sí, como lo leen) hasta el pijoprogresismo de lacoste y foto del Che. Pero para eso ha de neutralizar de una vez por todas a los dos o tres liberales que, en plan exótico, se dedican a joder la marrana con el asunto de defender los principios clásicos de la derecha liberal española.
Si Rajoy gana el próximo congreso se habrá garantizado una estancia tranquila en la oposición; hasta que dentro de doce años el desastre ocasionado por ZP lleve a un porcentaje discreto de los votantes de éste a abstenerse y don Mariano, como Aznar en el 96, pueda acceder a La Moncloa. Total, veinte años malos los tiene cualquiera, y a capacidad de resignación, a la derecha española no hay quien la gane.
MI ANÁLISIS DE LOS CANDIDATOS PEPEROS: ALBERTO RUIZ GALLARDÓN - ESPERANZA AGUIRRE.