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CÓMO ESTÁ EL PATIO

Maguila forever

El gorila Maguila era el protagonista de una encantadora serie de dibujos animados que nos hizo pasar grandes ratos frente al televisor a los que frisamos la cuarentena. Algún día habrá que estudiar la influencia de la factoría Hanna-Barbera en la nutrición infantil de los 70, porque la única manera de que nos comiéramos la rebanada de pan casero una vez que se acababa la jícara de chocolate era viendo esos dibujos animados.

El gorila Maguila era el protagonista de una encantadora serie de dibujos animados que nos hizo pasar grandes ratos frente al televisor a los que frisamos la cuarentena. Algún día habrá que estudiar la influencia de la factoría Hanna-Barbera en la nutrición infantil de los 70, porque la única manera de que nos comiéramos la rebanada de pan casero una vez que se acababa la jícara de chocolate era viendo esos dibujos animados.
Maguila era un gorila enorme –como lo son todos los gorilas adultos, por otra parte– a quien su dueño, el señor Peebles, no veía la forma de poder venderlo. Las travesuras de Maguila acarreaban muchos quebraderos de cabeza a su dueño a lo largo de cada episodio, aunque al final acababa perdonándolo y dejándolo volver a la tienda de animales, porque el señor Peebles tenía muy buen fondo.
 
Pero pasemos a otra cuestión completamente distinta y hablemos de Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela y líder del movimiento revolucionario antiimperialista que aspira a implantar en Hispanoamérica (lo escribo así, en lugar de utilizar Latinoamérica, simplemente por joder) el denominado socialismo del siglo XXI, aunque hasta el momento nadie haya terminado de acotar las diferencias sustanciales entre éste y el socialismo clásico, que tanta prosperidad y bien llevó a medio planeta a lo largo del siglo XX.
 
Chávez es un analista de postín, un pensador riguroso, uno de los grandes teóricos de la ciencia política; pero, sobre todo, es un apasionado del karaoke, como lo demuestra en sus brevísimas y muy esporádicas apariciones en la televisión pública venezolana. Al tío es que le gusta cantar. De hecho, su caso guarda muchas semejanzas con los típicos personajes de la Andalucía profunda, que están deseando que llegue el fin de semana para vestirse de faralaes y lanzarse a los garitos a cantar por Lola Flores, sin que de este hecho deba sacarse necesariamente ninguna otra conclusión adicional.
 
Es también un hombre muy cercano a su pueblo que dice las cosas con franqueza, al contrario de los políticos al uso, que suelen utilizar un lenguaje enrevesado para dirigirse a los ciudadanos. Lo cierto es que, en última instancia, Chávez dice las mismas gilipolleces que los arribistas de la partitocracia, pero lo hace con sencillez y entreverando su mensaje presidencial con fragmentos de joyas del folclore caribeño, lo cual le ha hecho digno acreedor del cariño de sus súbditos.
 
Chávez y Zapatero.Con estos antecedentes, no resulta extraño que Chávez sea el principal aliado de Z en la región. Ambos comparten un mismo ideario político, una misma fe en la capacidad renovadora del socialismo posmoderno, y la firme convicción de que Aznar es un peligroso elemento fascista.
 
Caracas y Madrid forman el núcleo duro de este eje del bien que tiene en La Habana y Teherán dos dignísimos complementos, a la altura de los principales patrocinadores. Resulta obvio que nuestras relaciones con estos países, vanguardia del bienestar, el desarrollo y la democracia, no deben verse entorpecidas por el hecho de que el presidente bolivariano haya puesto en su sitio a las voraces empresas españolas, que desembarcaron en Venezuela de la mano del siniestro Aznar para pervertir al noble pueblo venezolano con puestos de trabajo y cierto nivel de bienestar.
 
También hubiera respondido adecuadamente a S. M. el Rey de las Españas cuando le mandó callar, pero es que no pudo escucharle, estando como estaba discutiendo con su aliado Z la magnitud exacta del fascismo de Aznar. Es curioso, porque la frase del Rey se pudo escuchar cómodamente a unos seiscientos metros del salón de sesiones; pero es que cuando Z habla con alguien es como si le hipnotizara ("Mírame a los ojos"), y el interlocutor pierde la noción del tiempo y del espacio.
 
Moratinos es otro gran valedor de Chávez en Europa. Desaparecido Arafat, gran demócrata a quien nuestro ministro de Asuntos Exteriores sacaba a pasear y a tomar el solecito cogido del brazo, Chávez es ahora su ojito derecho. Debe de ser porque el presidente venezolano ha demostrado ser un alumno muy aplicado, que repite sin errores cada lección. Por ejemplo, la de que el intento de golpe de estado contra Chávez fue organizado por Aznar, que Moratinos explicó en aquella famosa emisión del programa 59 segundos, cuya letanía viene repitiendo Chávez desde entonces sin alterar ni una coma, como hacen los alumnos empollones.
 
Chávez es nuestro hombre en Hispanoamérica, y el referente insoslayable de los pueblos que luchan por su supervivencia a base de racionar el consumo de productos básicos como método de lucha contra el imperialismo de las multinacionales. Es justo que el Gobierno de Zetapaña le trate con gran consideración y le consienta esas pequeñas travesuras. De hecho, en la próxima remesa de material de guerra deberíamos hacerle un descuento adicional. A fin de cuentas, también el señor Peebles obsequiaba a Maguila con un gran racimo de plátanos al final de cada episodio, fuera cual fuera la magnitud del desastre organizado por el simpático antropoide. Por eso nos gustaban tanto esos dibujos animados.
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