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CRÓNICA NEGRA

Los secretos del señor embajador

La prensa amiga dice que, pese a que al diplomático Jorge Dezcallar se le consideraba afín al PSOE, Aznar le nombró en el año 2000 director del Centro Superior de Información para la Defensa (Cesid), esto es, de los servicios secretos. Puede añadirse que, pese a esto, Zapatero lo ha nombrado nuevo embajador en Washington, probablemente el puesto diplomático más importante.

La prensa amiga dice que, pese a que al diplomático Jorge Dezcallar se le consideraba afín al PSOE, Aznar le nombró en el año 2000 director del Centro Superior de Información para la Defensa (Cesid), esto es, de los servicios secretos. Puede añadirse que, pese a esto, Zapatero lo ha nombrado nuevo embajador en Washington, probablemente el puesto diplomático más importante.
Jorge Dezcallar.
Es la existencia del agujero negro del 11-M, el mayor ataque terrorista que ha padecido España, con casi doscientos muertos, lo que hace dramático este enrevesado comportamiento político.
 
¿Cómo es posible que el jefe de los espías de Aznar fuera nombrado por los socialistas, nada más ganar Zapatero las elecciones de 2004, embajador en el Vaticano, que también es un puesto distinguido (y si no que se lo pregunten a Paco Vázquez, ex alcalde de La Coruña)? Es más, ¿cómo es posible que el jefe de los servicios secretos del Gobierno Aznar sea para el segundo Gabinete Zapatero la persona idónea para ocupar la embajada en EEUU?
 
Como bien se sabe, Jorge Dezcallar era el encargado del Cesid, ya transformado en CNI (Centro Nacional de Inteligencia), cuando un grupo terrorista, de origen no desvelado por el espionaje –ni por el recontraespionaje– y del que se ignora si había cometido atentados con anterioridad –desde luego, no figuran acciones posteriores–, puso con precisión militar una serie de bombas en varios trenes de Cercanías de Madrid. Si la cosa venía de fuera, si lo cometieron o inspiraron radicales islámicos, los espías españoles no se enteraron de nada, no impidieron nada y fracasaron estrepitosamente. De hecho, al CNI se le empezó a llamar, con intención faltona, "el Centro": se le quitó lo de "nacional", que no merece, y lo de la "inteligencia", que no ha demostrado.
 
El jefe supremo de este invento era, repito, el señor Dezcallar, luego embajador en el Vaticano y, dentro de poco, en la América de las estrellas.
 
¿Cómo es posible que un fracaso estrepitoso le haya impulsado hacia las alturas en vez de llevarle al abismo? Se le había puesto a cargo de la información secreta. Lo hizo directamente Aznar, del que se afirma no tuvo en cuenta el tufillo socialista del diplomático a la hora de colocarle al frente de los secretos de Estado, lo que sinceramente hiela la sangre en las venas y tal vez explique parte de toda la confusión en torno a lo que pasó el 11-M.
 
Cuando perdieron los que pensaban ganar, la responsabilidad de los que manejaron la información que tendría que haber sido de prevención y seguridad quedó diluida. Nadie pasó factura. Ya todo eso era bastante extraño, intrigante, una prueba del desconcierto ante la magnitud de la catástrofe; pero todavía hubo más, un destino que parecía un premio para quien no había estado nada acertado en medio de la debacle. Con la rapidez del rayo, el director del CNI fue reclamado por el triunfante Zapatero y sacado sin culpa ni sanción de un destino fallido para que asumiera una delicada tarea de representación, nada menos que ante la jerarquía de la Iglesia Católica, asunto tan delicado como esta otra misión de ahora: sacar las castañas del fuego en un país donde están molestos con Zapatero, entre otras cosas, porque no se levantó al paso de su bandera en un desfile militar al que se les había invitado.
 
En el mundo de los espías encontramos, por ejemplo, agentes dobles y magos de la infiltración, como Philby, capaces de engañar a dos servicios secretos. Pero actuaban en la sombra, como topos durmientes o discretos funcionarios. Ni Philby, ni Garbo ni la mismísima Mata Hari serían capaces de la extrema habilidad de Dezcallar, espía para Aznar y ministro plenipotenciario para Zapatero ante el Imperio. No es que fuera pro PSOE: es que goza de la total confianza de los máximos representantes. Es, pues, un diplomático reversible, con un revestimiento de teflón.
 
¿Sabe alguien el grado de entrega que has de tener para que el presidente te confíe los secretos? El diplomático merece toda una serie de televisión para él solo, con la indagatoria sobre los agujeros negros del 11-M como argumento. Y todavía hay quien no entiende lo que pasa.
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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