Todo hijo de vecino se ha sentido alguna vez frustrado, aburrido y hasta cabreado con su compañero de cama y se ha callado. El sexo puede encubrir una relación de poder, y si no andas listo se te suben a la chepa. Por si fuera poco, se puede usar como arma arrojadiza para jeringar, o como señuelo para conseguir algo. Y pienso ahora en Marilyn Monroe, que cuando consiguió su primer contrato en firme le dijo a Truman Capote: "Jamás volveré a hacer una felación". Bueno, ella dijo otra palabra, ya sabéis cómo era.
¡Ah, queridos, qué zozobra! A lo mejor uno cree que es un buen amante y es realmente un petardo. Ni siquiera el amor sincero, la naturalidad y las buenas intenciones aseguran una práctica sexual medio apañada, porque las cochinadas son un terreno muy resbaladizo.
Una de las actividades sexuales que más reticencias despiertan es el sexo oral. Ya sabéis que la naturaleza jamás tuvo la intención de hacer de la boca un órgano sexual, pero, sin querer, le ha salido uno, y de los buenos. Claro que no es lo mismo dar que recibir. Por eso, a pesar de que en algunos países, como EEUU, el sexo oral es la práctica más frecuente después del coito, siempre despierta muchas suspicacias: que si yo pongo siempre la boca, que si ellas lo hacen fatal, que ellos se creen que es sólo un precalentamiento, que la oigo suspirar con resignación...
En el sexo hay leyes no escritas. De momento os diré seis:
- Jamás hagas lo que no te apetezca hacer.
- No permitas que te hagan un extra si no estás dispuesto a corresponder.
- Di lo que te gusta y lo que no.
- No te hagas el mártir.
- En caso de duda, ponte y exige condones. Los hay para el sexo oral.
- Ve limpio/a.
He meditado acerca del sexo oral y he descubierto algo que siempre supe: es radicalmente diferente para hombres y mujeres. La principal diferencia es que los hombres tienen a su disposición una alternativa de primer orden: un órgano sexual femenino fabricado a la medida de sus necesidades y mucho más seguro que la boca, con sus dos hileras de afilados piños, de los que, por cierto, muchos varones se quejan. Los hombres pueden comparar las sensaciones propias de la estimulación oral con las que les produce la penetración vaginal. Para las mujeres no es comparable.
Hay que tener en cuenta que el coito es un ejercicio en el que se supone que las mujeres deben aprender a obtener placer de un pene que no está bien diseñado y que no reconoce en absoluto los puntos erógenos femeninos. Así que, por muy frígida o novata que sea una mujer, la estimulación oral le proporciona sensaciones reveladoras. Un día os dije que el pene debería ser como un tentáculo de pulpo, y hoy lo voy a perfeccionar añadiéndole en la base una especie de sanguijuela caliente con morros y lengua. Ni la mujer más experta y adicta al pene le haría ascos a un artilugio así.
Son interesantes las opiniones que, sobre estos temas, se recogen en los dos Informes Hite sobre sexualidad femenina y masculina; así que tomaré algunas para ir ilustrando lo que os digo. Las mujeres dicen que "la lengua ofrece delicadeza, precisión y humedad". "Es más caliente, más húmeda y blanda, y efectúa movimientos más complicados". "Lengua/labios son blandos húmedos y cálidos". "La lengua es más versátil"."Me gusta porque es menos doloroso y abrasivo".
Vale, comprendido. El problema radica en que, mientras nuestros antepasados los monos incrustaban el careto en la vulva sin remilgos, el hombre moderno ha perdido la afición. Ahora bien, en el Informe Hite muchos varones se muestran entusiastas del cunnilingus, pero yo sospecho que alardean de una virilidad a toda prueba, porque luego, cuando opinan acerca de la vulva, a menudo aparecen términos despectivos y burlones tales como rancio, bacalao, comida de gallina, pescado y queso particularmente maduro, y muestran escrúpulos y aprensión acerca del sexo femenino por su impresión de que es sucio, húmedo, peludo y feo.
Convendría recordar al respecto que la cosa más delicada de este mundo, los bebés, llegan a la vida a través de la vagina, y que ese primer contacto con la flora bacteriana de una mujer sana no los enferma, sino que fortalece su sistema inmunológico.
La opinión femenina es que, en lo que se refiere a la vulva, chistecitos, los justos. Por eso, ante la estimulación oral, se muestran reacias, contenidas, abochornadas y recatadas. "Estoy avergonzada de mis genitales y no quiero que nadie los vea". "No me he librado de la sensación de que estoy sucia". "Tengo miedo de parecerle obscena". "Pienso que no es propio de damas". "Los hombres nunca me han hecho sentir cómoda y hermosa en esa posición". Jopé, cuanta aflicción.
Por su parte, a los hombres –aun a riesgo de ser mordidos– les encanta la felación. Pero suelen lamentarse de que las mujeres "no ponen el corazón en ello". "No se tragan el semen". "No tienen curiosidad, creatividad ni técnica". "Es perturbador alterar el momento emocional yéndose al lavabo a escupir el semen".
¿Y por qué los hombres tienen esa manía con que hay que tragarse el semen, si eso no les reporta ningún placer físico? La respuesta es que les proporciona un placer psicológico: "Siento que ella está otorgando honor a mi virilidad", dice uno muy varonil. El problema es que las mujeres no incluyen el semen entre sus platos favoritos: "Me gusta [la felación] siempre que el semen no acabe chorreando en mi boca". "No me entusiasma tener que tragar semen, me quema la garganta". "Es como clara de huevo". "Es como comer mocos".
Ellas mencionan también las incomodidades y molestias que les produce el miembro viril cuando lo tienen en la boca: "El pene es demasiado grande para mi boca y me atraganto". "Mi boca llega a cansarse de estar dilatadamente abierta y ocupada". "Siento como si estuviesen violando mi cara". Y una radical contestó: "Me decidiría a chupar el miembro viril siempre que me pusieran una pistola cargada en la sien". Qué bruta.
Hombres y mujeres notan que sus parejas no están por la labor: "Algunas veces, durante el cunnilingus, lo observo a él acechando de soslayo la televisión. Vaya apagón para mí". "Me hace sentir que me están prestando un servicio a domicilio". "Mirará hacia arriba enojado, escupiendo un pelo (...) y correrá al cuarto de baño a lavarse la cara". "Mi mujer lo aborrece desde nuestra luna de miel, en que sólo probarlo le arrancó las lágrimas". Queridos, a veces la cama es como un campo de batalla.