Todo eso estaba descontado por la inteligencia del español medio. Pero que menos de seis meses después de la toma de posesión íbamos a estar en esta situación de zozobra financiera era algo que no estaba previsto, por más que los notas de siempre se apresten a soltar el "ya te lo había dicho yo", con la clásica sonrisa condescendiente que utilizan en estos casos.
Igual es que para alcanzar la solución a nuestras angustias es necesario que primero se ponga todo rematadamente mal, pero lo cierto es que no podemos descender mucho más por una pendiente que ya es prácticamente vertical.
En eso está la izquierda política, sindical, académica y cultureta, con las brigadas de indignados como fuerza de vanguardia, que este fin de semana van a exponer de nuevo su programa de estabilidad democrática, que tiene en la destrucción del sistema demoliberal su requisito previo. Será el prólogo a unas jornadas de agitación revolucionaria, con la universidad pública como eje vertebrador de la insurgencia contra la dictadura de los mercados.
Esta parte de la sociedad española, caracterizada por vivir del esfuerzo ajeno, exige para solucionar los graves problemas del país mayores dosis de socialismo, porque los ocho años de ZP y los primeros meses de subidas de impuestos y nacionalizaciones de Rajoy les parecen minucias, una concesión inaceptable.
El paro sube, los impuestos también, la banca se desploma y los indignados amenazan con tomar la Puerta del Sol, por ver de convertir su machada en un hecho histórico que recuerden las generaciones venideras como la toma de la Bastilla, acontecimiento de un patetismo similar al de las algaradas madrileñas a pesar de lo que dice la propaganda desde hace más de dos siglos.
Ahora toca rescatar a las cajas de ahorros que están en quiebra, disimulada por procedimientos de ingeniería contable que ocultan el estado real de las cuentas de nuestro sistema financiero, "el mejor del mundo", que dijo Zapatero, momento en el cual muchos fuimos conscientes de que la ruina del sector era solo cuestión de tiempo.
En fin, que tenemos unos meses por delante de continua zozobra; unos meses en que los contribuyentes que todavía pagamos impuestos, porque tenemos (algo de) trabajo, vamos a ver al gobierno intentando solucionar el desastre provocado por los mismos que ahora lanzan contra él sus escuadras de choque a golpe de bongos y tambores étnicos, que no es lo mismo que las trompetas del Apocalipsis de San Juan anunciando la Parusía, todo sea dicho.
La sabiduría ancestral de los mayas, pueblo contactado en la antigüedad por civilizaciones extraterrestres, como es bien sabido, dejó establecido que la fin del mundo acontecería en el solsticio de invierno de 2012, semana arriba, semana abajo. Lo que parecía una previsión alocada, fruto de ciertos errores astronómicos causados por lo rudimentario del instrumental manejado, hasta es posible que acabe cumpliéndose. Los políticos se han empeñado en que sea así y estos tíos, cuando tienen una manía en la cabeza, son capaces de cualquier cosa. Al final va a resultar que las profecías de aquellos salvajes se referían sólo a nosotros, los españoles. Bonita forma de agradecernos que los incorporáramos a la civilización.
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