Usted, míster Cameron, un tipo joven, de aspecto saludable, raya a la derecha, mirada limpia y gesto avispado, ha ordenado que Scotland Yard dedique treinta agentes y los millones de euros que sean precisos para buscar a Madeleine McCann, la niña perdida en Portugal, cuyos padres vinieron a pedir la solidaridad del ministro Rubalcaba, pero, claro, él tampoco es primer ministro.
El caso es que, unos por otros, la casa sigue sin barrer. Madeleine McCann está perdida desde hace cuatro años, su madre acaba de publicar un libro y el diario The Sun, sensacionalista, como muchos españoles, pero sensible como ninguno, ha publicado una carta abierta de Kate McCann a Mr. Cameron.
A diferencia de otros que mandan más, o menos, que él, Mr. Cameron hace caso de las cartas abiertas. Por eso es mi héroe. Cameron reconoce que "la situación que viven los padres de desaparecidos" es "la peor pesadilla" y ha ordenado a la ministra Theresa May que prepare una estrategia para ayudar a resolver el caso de la pequeña Madeleine.
Usted, míster Cameron, se ha pasado por el arco de la victoria las protestas de los que dicen que hay cosas más urgentes, y que parece un derroche gastar en los tiempos que corren millones en algo de tan incierto resultado. Entre los protestotes se cuenta Lord Jonathan Harris, insensible como un palo de golf, directivo de la Metropolitan Police Authority, que le acusa de postrarse ante el poder de la prensa y de "avasallar la independencia operativa de la policía". Usted, míster Cameron, sabe de sobra, en contra de estos funcionarios secos y apegados al cargo, que el éxito de una investigación como ésta "no puede nunca medirse". Tampoco la ilusión renacida de los familiares de los desaparecidos.
Algunos periódicos y televisiones, un grupo importante de políticos y una buena parte de la opinión pública respaldan su iniciativa, míster Cameron: se la juegan en defensa de los derechos de los ciudadanos, de los padres en particular, que han perdido a sus hijos de forma inexplicable, aun a riesgo de desviar recursos de otros asuntos aparentemente más urgentes. Merece usted el Premio Internacional de la Solidaridad de los Desaparecidos. Merece usted el Premio Nobel de la Paz, por intentar llevarla a los hogares de todos los desaparecidos, el cielo de los abogados de lo imposible.
Se nota que es usted un egresado de Oxford, que ha trabajado durante siete años en una empresa, que éste que ahora desempeña no es su primer trabajo, lo cual le diferencia de tantos incapaces. Se la dio con queso a los laboristas. Le cabe a usted el mérito de ser el primer ministro más joven desde el segundo conde de Liverpool, hace 198 años. Nació usted en Londres y tiene dos hermanas y un hermano. Procede de los escoceses Cameron, antiguo clan de las Highlands, y dicen que tiene ascendencia inglesa, alemana y judía. Dios le proteja. Me resulta absolutamente creíble que esté llevando a cabo desde su Gobierno la reforma del Estado del Bienestar, estimulando la competencia y la participación del sector privado en la educación, la policía, los municipios y la salud.
Le auguro el más apabullante de los éxitos, y así lo deseo. Encima apúntese que ha dado una lección a todo el mundo poniéndose a la cabeza de la búsqueda de desaparecidos. Thank you, sir.