No aguanto a los hombres que se pierden por los menores de edad. No me gusta que el oscarizado Polanski tenga sobre su cabeza un delito de violación de una niña desde hace 32 años. Se llama Samantha y al parecer recibió una compensación económica de más de 300.000 euros. A pesar de eso, la justicia norteamericana reclama la extradición del director de cine para juzgarlo.
En todo el mundo se clama por la defensa de los niños, y no hay intelectual ni cineasta que diga estar en contra de proteger a la infancia. Sin embargo, varios compañeros notables de Polanski han promovido una campaña en su defensa. Tener relaciones sexuales con una menor de trece años es violación en varios países, EEUU incluido. Y resulta que fue en EEUU donde Polanski, bajo el pretexto de hacerle unas fotos, abusó sexualmente de esa aspirante a actriz, que le acusó de violación. Polanski fue capturado por la justicia, y cuando estaba desarrollándose su proceso salió huyendo del país para no regresar jamás. Recientemente, la justicia americana logró que fuera detenido cuando acudía al festival de cine de Zúrich. Ahora se encuentra en arresto domiciliario.
Soy de los que sienten cierta aversión a obras como la Lolita de Nabokov, donde un anciano rijoso revive fantasías sexuales con una joven que puede ser su nieta, o como la sobrevalorada obra del premio Nobel Yasunari Kawabata La casa de las bellezas durmientes, en la que un viejo duerme con adolescentes drogadas. Por mi parte, no hay reverencia ni fascinación hacia el que, ante el cuerpo efébico de una adolescente el vértigo, se equivoca de pasión. Por otro lado, soy partidario del cumplimiento de la ley. Dados estos supuestos, se infiere fácilmente que, puesto que en Yanquilandia el yacer con una menor es un delito, abogo por que Polanski ceda y se presentarse ante la justicia norteamericana a pagar los platos ratos.
Para Polanski, es cosa de mala suerte; dado que es un damnificado por el nazismo, y que perdió a su esposa, la bella Sharon Tate, embarazada de ocho meses, a manos de la banda de satanistas de Charles Manson, lo que le faltaba era sufrir un ataque de rijo en plena juventud y consumar al borde de la piscina de Jack Nicholson. También fue el director que rodó con el diablo en los apartamentos Dakota de Nueva York, donde andando el tiempo habrían de matar a John Lennon. Luego creyó que su mejor opción era huir, y se ha pasado huyendo más de treinta años.
Ahora que es un abuelo de 72, y que a lo peor estima pesadas y banales a las muchachitas, se encuentra con que debe enfrentarse a un asunto turbio que está sin resolver y pierde un poco los papeles, rompiendo su silencio con poco tino. Viene a decir, sin sentido, que los EEUU reclaman su extradición para dar carnaza a los medios. Argumenta que el fiscal de aquella causa, hoy, ha cambiado de opinión y dice que es caso cerrado. ¡Pero hombre, si aquel señor ya ni es fiscal ni a lo mejor se acuerda de la fechoría! Por otro lado, se queja patéticamente de tener que vivir en Gstaad y de haber pagado una cuantiosa fianza. Estas dos últimas cosas tienen fácil arreglo: basta con viajar a los Estados Unidos, con lo que se resolverá la fianza, y casi seguro que le darán manutención y cobijo a la sombra por una larga temporada.
O sea, que la ley debe ser igual para todos, y si violas a una niña no debes librarte, por muy famoso que seas. A ver si nos enteramos todos, empezando por la perversa aristocracia del mundo de la cultura que se solidariza con el cineasta.
En todo el mundo se clama por la defensa de los niños, y no hay intelectual ni cineasta que diga estar en contra de proteger a la infancia. Sin embargo, varios compañeros notables de Polanski han promovido una campaña en su defensa. Tener relaciones sexuales con una menor de trece años es violación en varios países, EEUU incluido. Y resulta que fue en EEUU donde Polanski, bajo el pretexto de hacerle unas fotos, abusó sexualmente de esa aspirante a actriz, que le acusó de violación. Polanski fue capturado por la justicia, y cuando estaba desarrollándose su proceso salió huyendo del país para no regresar jamás. Recientemente, la justicia americana logró que fuera detenido cuando acudía al festival de cine de Zúrich. Ahora se encuentra en arresto domiciliario.
Soy de los que sienten cierta aversión a obras como la Lolita de Nabokov, donde un anciano rijoso revive fantasías sexuales con una joven que puede ser su nieta, o como la sobrevalorada obra del premio Nobel Yasunari Kawabata La casa de las bellezas durmientes, en la que un viejo duerme con adolescentes drogadas. Por mi parte, no hay reverencia ni fascinación hacia el que, ante el cuerpo efébico de una adolescente el vértigo, se equivoca de pasión. Por otro lado, soy partidario del cumplimiento de la ley. Dados estos supuestos, se infiere fácilmente que, puesto que en Yanquilandia el yacer con una menor es un delito, abogo por que Polanski ceda y se presentarse ante la justicia norteamericana a pagar los platos ratos.
Para Polanski, es cosa de mala suerte; dado que es un damnificado por el nazismo, y que perdió a su esposa, la bella Sharon Tate, embarazada de ocho meses, a manos de la banda de satanistas de Charles Manson, lo que le faltaba era sufrir un ataque de rijo en plena juventud y consumar al borde de la piscina de Jack Nicholson. También fue el director que rodó con el diablo en los apartamentos Dakota de Nueva York, donde andando el tiempo habrían de matar a John Lennon. Luego creyó que su mejor opción era huir, y se ha pasado huyendo más de treinta años.
Ahora que es un abuelo de 72, y que a lo peor estima pesadas y banales a las muchachitas, se encuentra con que debe enfrentarse a un asunto turbio que está sin resolver y pierde un poco los papeles, rompiendo su silencio con poco tino. Viene a decir, sin sentido, que los EEUU reclaman su extradición para dar carnaza a los medios. Argumenta que el fiscal de aquella causa, hoy, ha cambiado de opinión y dice que es caso cerrado. ¡Pero hombre, si aquel señor ya ni es fiscal ni a lo mejor se acuerda de la fechoría! Por otro lado, se queja patéticamente de tener que vivir en Gstaad y de haber pagado una cuantiosa fianza. Estas dos últimas cosas tienen fácil arreglo: basta con viajar a los Estados Unidos, con lo que se resolverá la fianza, y casi seguro que le darán manutención y cobijo a la sombra por una larga temporada.
O sea, que la ley debe ser igual para todos, y si violas a una niña no debes librarte, por muy famoso que seas. A ver si nos enteramos todos, empezando por la perversa aristocracia del mundo de la cultura que se solidariza con el cineasta.