Tras estar un año en el dique seco por falta de guiones, y habiendo cambiado el signo de los tiempos con la salida del agresivo George W. Bush y la entrada del apaciguador Obama, podría uno preguntarse si el agente menos respetuoso con la Convención de Ginebra en materia de trato a detenidos iba a poder superar el estallido de la paz. O si sólo cabía esperar que quizá algún día se tuviera en cuenta la influencia simbólica de 24 por presentar por primera vez a un presidente norteamericano negro: el gran, único e impresionante David Palmer (Dennis Haysbert, 1ª y 2ª temporada).
Con apenas una semana de antelación al cierre de Guantánamo, la séptima temporada ha empezado a emitirse en los Estados Unidos. Los cinco primeros capítulos han dejado un buen nivel adrenalítico y conspiranoico, las dos marcas de la casa. Precedida por 24: Redemption, una película para la televisión que servía de engarce entre la anterior temporada y la actual, nos encontramos con el indómito y randiano agente antiterrorista Bauer compareciendo como acusado ante un Comité del Senado.
Enfrentado al senador Mayer, que le exige reconozca su culpa y responsabilidad en la utilización de la tortura para obtener ilegal e inmoralmente información a terroristas en situaciones extremas, Bauer asume su responsabilidad pero no su culpa. No se arrepiente porque sabe que, enfrentado de nuevo al dilema entre respetar escrupulosamente la ley o tener que torturar y matar a los que querrían asesinar a sus conciudadanos, volvería a hacer lo que hizo. Con sus propias manos sucias, sin intermediarios. A diferencia del referido senador, cómodamente sentado sobre la sangre derramada por él y que juega hipócritamente a inquisidor (en el mundo real, los republicanos están bloqueando al candidato de Obama a la fiscalía general, Eric Holder, porque seguramente emprenderá una purga entre los miembros de las agencias federales que han empleado técnicas de interrogatorio que la nueva Administración considera tortura).
Este leit motiv sobre la contraposición entre el diferente valor de las vidas humanas en función de su nacionalidad y su actitud vital, también atormentará a la recién electa presidenta Allison Taylor (Cherry Jones), que habrá de enfrentarse a uno de los caballos de batalla de la política americana: el intervencionismo militar por causas humanitarias. En un país africano se está produciendo un genocidio étnico, y la única forma de pararlo es la ocupación militar. Su equipo de gobierno le insiste en las dificultades anejas a una interposición armada, sobre todo porque a ella la ha elegido el pueblo norteamericano y se debe a los intereses de sus conciudadanos. Este argumento, sin embargo, se encuentra viciado porque en paralelo se desarrolla una conspiración en el seno de la Casa Blanca respaldada por los genocidas africanos, que disponen de una herramienta tecnológica para crear el caos informático que podría provocar miles de muertos.
Como no podía faltar en un culebrón militar y tecnológico, los rizos de la trama por mor de un mayor suspense y unas resurrecciones de personajes dignas de una oda mitológica van creando un permanente desafío a la verosimilitud, la lógica, el sentido común y hasta el buen gusto. No importa. El irresistible carisma de Bauer y su razonable maquiavelismo, el fin justifica los medios en situaciones extremas, arrastra a una agente del FBI, a los restos secretos de la desmantelada UAT (Unidad Anti Terrorista) y al sufrido espectador, sometido al sadismo de la entrega por capítulos. Aún quedan diecinueve. Benditos sean internet, los programas de descarga, los que se molestan en subir los archivos y CarpeDiem y Marga, anónimos benefactores de la humanidad hispanohablante, que traducen los subtítulos a una velocidad de vértigo y los ponen a disposición de los internautas gratuitamente.
Por supuesto, los móviles de baterías infinitas, las multipantallas que expanden la acción por espacios paralelos y estiran el tiempo como elásticos relojes dalinianos y, sobre todo, la extrema soledad de Jack Bauer –como la del Dr. House, el otro gran y soberbio individualista de la cadena Fox–, su insumisión congénita, su oposición a las reglas establecidas y su evaluación sobre la marcha y obedeciendo a criterios estrictamente racionales hacen de aquél un héroe del que la filósofa libertariana Ayn Rand estaría orgullosa.
Si viese usted a Atlas, el gigante que sostiene al mundo sobre sus hombros, si usted viese que él estuviese de pie, con la sangre latiendo en su pecho, con sus rodillas doblándose, con sus brazos temblando pero todavía intentando mantener al mundo en lo alto con sus últimas fuerzas, y cuanto mayor sea su esfuerzo, mayor es el peso que el mundo carga sobre sus hombros. ¿Qué le diría usted que hiciese?... Que se rebele.
Rebélate, Bauer.
24 (7ª temporada). Creada por Joel Surnow. Protagonistas: Kiefer Sutherland, Mary Lynn Rajskub, James Morrison, Jeffrey Nordling, Annie Wersching, Janeane Garofalo, Cherry Jones y Carlos Bernard. Calificación: Poderosa (8/10).
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