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DRAGONES Y MAZMORRAS

La imaginación en el poder

Las únicas revoluciones que triunfan son las revoluciones burguesas. La última fue la del 68, y en sus regüeldos estamos. Era una revolución de costumbres, que dejaba fuera la cadena de producción. Les importaba un comino el proletariado, aburrido, desabrido y feo, por mucho que intentaran ganárselos. Los obreros, y sobre todo los viejos camaradas, intuían que si esos señoritos ganaban, muchas cosas de las consideradas logros históricos (contrato fijo, prestaciones sociales estatales, etcétera) desaparecerían, como así ha ocurrido.

Esos señoritos tan simpáticos y rebeldes pedían que la imaginación tomara el poder, y lo ha tomado, creando un prototipo literario que ha explotado magistralmente el novelista francés Houellebecq, y que es casi ineludible en cualquier comedia humana contemporánea que se precie.
 
Pero esa imaginación en el poder –sólo una década después, Marthe Robert lo vio perfectamente– ha pagado un precio: el abandono de su reducto natural, artístico y literario, al que ha dejado hueco, inane. Introdujeron la imaginación en el poder y se produjo un cambio de categoría en lo que parecía más inamovible: la jerarquía.
 
Jean Cocteau.Era evidente que estaban destinados a ser notarios (lo pronosticó Jean Cocteau, mirándoles desde la ventana), pero notarios con imaginación, con ropa de marca "divertida". Y no sólo notarios, también funcionarios, jueces, pedagogos, empresarios. La "imaginación" invadió el mundo de la publicidad, de la mercadotecnia; invadió también la universidad y las escuelas, incluso la cadena de producción. Las modelos empezaron a ser más delgadas, la juventud se impuso más allá de lo razonable. Los jóvenes que hacían entonces el amor hacen ahora sus obscenidades sin el menor recato ("los jóvenes hacen el amor, los viejos obscenidades", cantaban las paredes parisinas en aquel mayo inmisericorde), y ponen a buen recaudo su colección de vinos añejos, mientras se cargan sistemáticamente todas las instituciones que, mejor que peor, funcionaban. Son los hijos del 68, los progres; tan tontos como peligrosos.
 
Esto viene a cuento de ciertas proezas de esa imaginación en el poder (que ahora disfrutamos de manera especial gracias al Gobierno que Alá nos dio el pasado marzo). Lo padecimos en versión débil, en la década de los 80, pero los camaradas, ahora denominados "reaccionarios de izquierdas", les ataban corto. Pero ya no hay trabas a la imaginación socialista, liberada del peso de una doble y contradictoria tradición represiva.
 
Por eso tenemos esa directora de la Biblioteca Nacional, tan estupenda, dispuesta a demostrar que la heterodoxia de ayer es la más pura y recalcitrante ortodoxia de hoy. Fiel a su proyecto de abrir la puerta de la Biblioteca Nacional al pueblo y de trabajar en defensa de la memoria, Rosa Regás ha convocado para el próximo jueves una mesa redonda bajo el título de 'La memoria homosexual. 1930-2000'.
 
El poeta cubano Reinaldo Arenas.Está organizada por entidades tan representativas de nuestra sociedad como la Federación Estatal de Lesbianas, Gays y Transexuales (FELGT) y la Federación de Asociaciones Coordinadora Gay-Lesbiana de Cataluña (CGL). La presidirá la ministra de Cultura, e intervendrán destacados y respetables miembros de la comunidad homosexual.
 
Estoy segura de que hablarán y rememorarán la represión franquista a los homosexuales, que me parece reprobable, y estoy con ellos. ¿Pero hablarán de la represión de la izquierda? ¿De la campaña contra la "conducta impropia" en su adorada Cuba y de Reinaldo Arenas? ¿Contarán que Durruti mandó ametrallar un vagón lleno de homosexuales y prostitutas?¿Hablarán de aquellos presos políticos que, sobre los tormentos de la represión oficial franquista, vivieron además el ostracismo de sus camaradas porque eran homosexuales? ¿Contarán la historia de ese famoso abogado laboralista que tuvo que casarse para guardar las formas ante el Comité Ejecutivo de PC, y que se escapaba a Londres para dar salida a su "opción" sexual?  
 
Supongo que a la hora de celebrar su más que necesaria liberación no se olvidarán de esa categoría de víctimas. Porque ser homosexual no es ni de derechas ni de izquierdas; sencillamente, es. No vaya a ocurrir como con las víctimas del estalinismo y del todavía reinante comunismo, que, siendo abrumadoramente más numerosas que las del fascismo, no han merecido aún ni una lágrima oficial, ni una rememoración piadosa por parte de nadie: ni de sus víctimas ni, por supuesto, de los nada silenciosos cómplices del verdugo.
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