Sí, la Humanidad no tuvo la culpa de la extinción de los grandes mamíferos de la Edad de Hielo, como los mamuts y los caballos salvajes (Equus ferus). Al menos, eso es lo que se desprende de las investigaciones publicadas en la revista Nature por R. Dale Guthrie, de la Universidad de Alaska. Con ellas podría quedar casi resuelto un caso que ha provocado airadas polémicas científicas en los últimos meses.
A principios de mayo se publicaron los últimos estudios que sugerían que la presión cazadora del ser humano había sido la causa principal de la desaparición de los grandes équidos de la Edad de Hielo. La "fiscalía" paleontológica había dado así un gran golpe de efecto ante el jurado. El acusado (el ser humano) estaba contra las cuerdas. Pero los abogados de la defensa contaban con un as en la manga: la investigación de Guthrie mediante el uso de la prueba del Carbono-14, un análisis químico que permite estudiar la edad de materiales orgánicos prehistóricos.
Según este científico, las grandes extinciones de mamuts y otras bestias similares tuvieron lugar en la frontera entre el Pleistoceno y el Holoceno, hace entre 13.000 y 10.000 años. De esa época datan los restos de osamentas de bisonte, ratones y humanos (especies que sobrevivieron), y de mamuts y caballos extintos, que Guthrie ha analizado. Todos los indicios parecen conducir a que la causa de tales desapariciones no fue exactamente la presión humana, sino la incapacidad de dichas especies para adaptarse a los cambios climáticos que la Tierra sufrió entonces.
El aumento de la humedad y de las temperaturas experimentado en aquel periodo facilitó la migración de plantas comestibles hacia latitudes más septentrionales. Con ellas se trasladaron también los mamuts y los grandes équidos. Pero, conforme el clima se hacía cada vez más apacible, también aumentaron las condiciones para que la vegetación se fuera transformando, incluso en las tierras del norte. La vegetación baja de la que se alimentaban esos animales fue dejando lugar a otra más frondosa y arbórea.
El nuevo escenario trasladó la mayor parte de los nutrientes a la altura de las copas de los árboles, fuera del alcance de mamuts y équidos. Algunas especies, como los bisontes, pudieron adaptarse, pero otras acabaron por tirar la toalla y desaparecieron del planeta.
Esta idea contradice incluso las tesis que proponían que la matanza indiscriminada de mamuts por parte de los seres humanos no sólo produjo la desaparición de esta especie de mamífero gigante, sino que causó un cambio radical en la estructura vegetal del suelo que condujo a la extinción en cadena de otros animales.
Más bien, según la nueva tesis, la presión ejercida por los humanos sirvió sólo de remate final a una especie ya en peligro por causas naturales. Es probable que los mamuts, y cualquier otro animal, pudieran haberse recuperado de la caza masiva en otro entorno climático. Pero también es probable que, sin la presencia del hombre, estos miembros de la megafauna del Pleistoceno no hubieran sobrevivido al cambio de clima.
El autor de este estudio asegura que no pretende desbancar la teoría de la caza masiva, sino proponer otros escenarios posibles que ayuden a dibujar un escenario que sigue siendo un misterio: el periodo en el que los gigantones de la naturaleza fueron borrados del mapa de modo sorprendentemente rápido.