La historia se transforma en vino

Fue en el siglo IV a.C. cuando la vid se introdujo en estos parajes, según atestiguan dos platos de prensa descubiertos en poblados ibéricos y que se exponen en el Museo del Vino de Villafranca del Penedés. La comercialización del vino fue posible a que la Vía Augusta, una de las obras civiles romanas más importantes, atravesaba el Penedés desde el Puente del Diablo hasta el Arco de Berá. Por cierto: según cuenta la leyenda, era tal el influjo que estos caldos causaron en el propio Diablo, que fue capaz de construir el puente que lleva su nombre sobre el río Llobregat en una sola noche.

 

Cuentan las crónicas que estos vinos eran muy apreciados en Galia, Germania, Italia, África y Bretaña. Además, la necesidad de abastecer a los monasterios cistercienses y benedictinos de la zona para las celebraciones eucarísticas contribuyó al desarrollo de lo que muchos consideraban y consideran un verdadero elixir de dioses.

 

Los expertos gustan de delimitar los ámbitos de producción. Las viñas del Penedés se encuentran repartidas entre la sierra prelitoral catalana y las pequeñas llanuras de la costa mediterránea. Pueblan parte del sur de la provincia de Barcelona y el norte de la de Tarragona. Salpicado por ríos cortos (Foix, Gaià y L'Anoia) que fertilizan los campos, el Penedés vinícola presenta tres zonas: el Alto Penedés –la más interior, de clima continental–, el Medio o Central –atravesada por el Foix, goza de un clima templado– y el Bajo –la más próxima al mar, de clima mediterráneo.

 

El suelo, muy permeable, retiene el agua de la lluvia y es pobre en materia orgánica, característica de los buenos vinos. El clima mediterráneo, cálido y suave, goza de la influencia del mar y del sol. Esto, unido al relieve ondulado, permite el cultivo de diferentes variedades de uva: Macabeo, Xarelo, Parellada, Subirat Parent, Riesling, Chardonnay, Sauvignon Blanc, Gewurztraminer y Chenin, entre las blancas (las cinco últimas se cultivan de forma experimental); Tempranillo (aquí denominada Ull de Llebre), Garnacha, Cabernet Sauvignon, Cariñena, Samsó, Monastrell, y las experimentales Pinot Noir, Syrah y Merlot, entre las tintas.

 

Fue en 1872 cuando, en Cavas Codorniú, Joan Raventós creó el vino espumoso de esta zona, el "champán" del Penedés, bautizado como "cava". Esta bodega no sólo destaca por su innovación, también por su arquitectura. Masía de 1551, ha sido declarada Monumento Histórico Artístico, y ofrece una curiosa colección de carteles modernistas.

 

Muy cerca de Codorniú se encuentra Freixenet, cuyos cavas son ampliamente conocidos por los anuncios televisivos que todos los años nos anuncian, a bombo y platillo, la llegada de la Navidad.

 

Villafranca del Penedés y Sant Sadurní son dos puntos de parada obligatoria en la geografía vitícola española. En la segunda localidad se produce alrededor del 90% del cava que se embotella en España. Su iglesia, con torre gótica del XVI y estilo ecléctico y modernista, es un tesoro.

 

Para terminar, nada mejor que un buen maridaje con la gastronomía del Penedés, donde el gallo negro y el pato mudo son dos de las especialidades. De postre, las cocas y catanias de Villafranca: una almendra recubierta de caramelo y cacao en polvo.