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CHUECADILLY CIRCUS

La guerra de las primeras damas

En medio de la peor crisis económica de la historia reciente, las portadas de los periódicos se centran en los modelitos de las señoras y en la opinión de un grupo de célibes sobre los condones. Las tonterías oídas y leídas a propósito de la estancia de Carla Bruni en Madrid superan con creces todas las fruslerías de la denostada prensa británica. Como decían los socialistas en 2004, hemos regresado al corazón de Europa.

En medio de la peor crisis económica de la historia reciente, las portadas de los periódicos se centran en los modelitos de las señoras y en la opinión de un grupo de célibes sobre los condones. Las tonterías oídas y leídas a propósito de la estancia de Carla Bruni en Madrid superan con creces todas las fruslerías de la denostada prensa británica. Como decían los socialistas en 2004, hemos regresado al corazón de Europa.
Nicolás Sarkozy y Carla Bruni.
Con ocasión de la cumbre del G-20 en Londres, el Times de Londres glosaba el pasado de Carla Bruni como amante de Mick Jagger y Eric Clapton y constataba que lo que más temían las esposas de los líderes del mundo era hacerse una foto con ella. Sólo Michelle Obama podría afrontar un combate tan desigual sin sufrir una crisis de confianza. El resultado del peculiar torneo en la cumbre fue una ajustada victoria de la norteamericana a los puntos gracias a su informalidad, naturalidad e intelecto. "A fin de cuentas, lo que importa en la vida es lo que conoces, y no a quién conoces", concluía la comentarista Sarah Vine.  

Ajeno a cualquier noción de inteligencia femenina, el martes pasado el director de un diario nacional celebraba en Cope que la Reina había estado "a la altura" en su encuentro con Carla Bruni "gracias a su cuna, esa elegancia innata de las mujeres de su clase". No sabía que el futuro de la monarquía se jugase en un besamanos o que el gen que gobierna la elección de complementos tuviese algo que ver con la casa de Hannover. Semejante bobada sólo puede salir de la mente de alguien que probablemente pasa más tiempo escudriñando las páginas de relax y contactos de su periódico que leyendo editoriales.

El deficiente conocimiento del universo femenino de algunos líderes de opinión es altamente preocupante. Yo, que nunca trabajé en Moncloa ni he sido miembro de ningún parlamento regional, conozco un montón de mujeres mucho más guapas, elegantes o inteligentes que Carla. Precisamente la semana pasada estuve rodeado de varias en el cumpleaños de Diego, un arquitecto argentino muy guapo casado con Elena Garrigues, alma de la fundación creada por su padre. No creo que Elena y sus amigas tengan nada que envidiar a la Bruni. Si acaso cinco centímetros de altura y una o dos tallas menos, aunque algunas de ellas ni eso. Y además son más inteligentes y están casadas con tipos bastante más divertidos y menos ocupados que el presidente francés.

Allí estaban Íñigo Ramírez de Haro, autor de aquel polémico montaje teatral titulado Mecagoendios y paladín de la libertad de expresión (luego les cuento por qué), y su mujer. Quince minutos de conversación con ella valen más que tres meses con Carla Bruni. Íñigo me reprochó haberme perdido su última obra, La Duquesa al hoyo ... y la viuda al bollo, un esperpento inspirado en la vida de su tía, y me recomendó la lectura de El caso Medina-Sidonia, un libro en el que destapa los trapos sucios de su familia y denuncia la doblez y la cobardía de la hermana su madre, quien "pasó de duquesa roja a duquesa rosa".

Fidel Castro y Oliver Stone.La fiesta estuvo amenizada por música clásica india en directo que me recordó mis tiempos en Bombay y contó con la presencia de otros personajes excitantes y divertidos, como por ejemplo Álvaro Longoria, productor del descacharrante documental de Oliver Stone sobre Fidel Castro y de los a buen seguro no menos desternillantes filmes sobre Santiago Carrillo y Manuel Fraga ("Algunas partes están subtitulada, así que se entiende todo"). Pensarán que me he convertido en un frívolo o que más me valdría dejar el ribera y las caipirinhas y ponerme en manos de algún especialista en salud mental. "Mucho criticar a los piji-progres, pero al final se pirra por ellos... Luis Margol ha pasado de fustigador de titiriteros a miembro honorario de la troupe... ¡Cinismo intolerable!".

Longoria me pareció un cínico profesional, de esos que se ríen de sus detractores ("Cuando me llaman rojo de los cojones me descojono"), pues saben que nada serían sin ellos (no somos los únicos). Como dijo Lillian Hellman, quien más que cínica fue hipócrita, el cinismo es una forma desagradable de decir la verdad. Por eso El Comandante me parece un magnífico antídoto contra el totalitarismo: su protagonista es todo desfachatez. Oliver Stone, que como buen norteamericano es producto de sus antepasados calvinistas, ignora que a menudo la literalidad es el peor enemigo del conocimiento.

La mejor arma contra la impostura sigue siendo el sentido del humor, una cualidad que brilla por su ausencia en el debate político actual. El escándalo que se armó a propósito de Mecagoendios, una expresión que algunos consideran delito de lesa majestad por su ofensa al rey de los cielos, y la controversia generada en torno a la propuesta de Iniciativa per Catalunya de reprobación de las palabras de Benedicto XVI sobre los preservativos y el sida son buena prueba de ello.

En el juicio contra la libertad de expresión de Ramírez de Haro, saldado con el archivo de la denuncia, el abogado del Centro Jurídico Tomás Moro señaló que la legislación contempla la ofensa a los sentimientos religiosos y auguró un periodo de persecución religiosa. Lo mismo se dice ahora de los comunistas catalanes, más atentos a los excesos verbales del Papa que al destino de las víctimas del odio musulmán en Sudán y Nigeria.

En cambio, otros preferirnos tomarnos los insultos con una sonrisa. En la víspera de su elección como Santo Padre, el Papa se refirió al liberalismo como "secta", lo que equivale a afirmar que no se puede ser católico y liberal. Que yo sepa, ningún think tank ha lanzado una campaña de apostasía ni ha presentado denuncia alguna contra Su Santidad por atentar contra sus creencias religiosas. Supongo que habrán tomado esas palabras por lo que valen. Las pasada Navidad, el obispo de Roma afirmó que salvar a la humanidad de la homosexualidad era tan importante como la preservación de los bosques. Hace poco el presidente del Cogam calificaba sus manifestaciones de terroristas. Yo opté por reírme a mandíbula batiente.   

Con motivo del primero de mayo, el arzobispo de Sevilla arremete contra los contratos temporales y la flexibilidad laboral, "una estrategia, incluso política e ideológica, para unas determinadas y no siempre confesables finalidades". Así las cosas, la doctrina papal sobre la sexualidad simplemente demuestra que, al igual que el marxismo, la Iglesia no es de este mundo. Como anunció Jean-Francois es su mejor libro –también el más silenciado–, Ni Marx ni Jesús. Por indignantes que parezcan, las insensateces de los jerarcas católicos no merecen una iniciativa parlamentaria, aunque no seré yo quien diga a los diputados de lo que tienen que hablar (ojalá hechos hicieran lo mismo con el resto). Allá los políticos de Izquierda Hundida y sus votantes, y también quienes se colocan a su altura propugnando una ley mordaza. Mecagoenellos.


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