La bronca la quería entera para ella. En boxeo, cuando un púgil aguanta bien los golpes del contrario se dice que "toma bien el cuero", y Elena Salgado también quería todo el cuero del gallego, a pesar de su apariencia de extrema fragilidad.
Y el caso es que la pobre Elena no pintaba demasiado en ese combate. Su lugar en el ring parlamentario defendiendo al partido socialista obedeció a la espantada de los tres economistas más próximos a Zapatero. Solbes salió huyendo en cuanto las "dificultades pasajeras de financiación" se convirtieron en un desastre de tintes bolivarianos; Sevilla, harto de calentar banquillo, se marchó a la empresa privada a ganar un pastón, y Sebastián prefiere seguir repartiendo bombillas, papel en el que se encuentra suficientemente realizado como ser humano. Cualquiera de los tres se hubiera llevado la ración de pescozones que Rajoy tenía preparada para el debate presupuestario, pero como la damnificada ha sido la Salgado, ahora resulta que todo se reduce a una cuestión de machismo.
Rajoy será muchas cosas, pero desde luego no se lo imagina uno con la camisa desabrochada y una litrona en la mano diciendo barbaridades a las quinceañeras desde lo alto de un andamio. De hecho, él también está rodeado de mujeres en su equipo, con Soraya y De Cospedal en lugar preeminente, y, hasta el momento, no se le ha escuchado un comentario ni siquiera aproximado al del inolvidable Enrique Múgica, socialista él, que cuando le dijeron que por fin una mujer había entrado en el Tribunal Constitucional preguntó si es que habían construido cocinas en la alta magistratura.
Y es que, por mucho que quieran mostrarse como damiselas escandalizadas ante la brutalidad sexista de la derechona, no hay nadie más machista en España que el progresista medio. Las mujeres que defienden los principios conservadores y liberales sí que han tenido que aguantar, y siguen soportando, feroces campañas en su contra de un exquisito mal gusto. Lo que han dicho y escrito los acorazados progresistas sobre Esperanza Aguirre, con increíbles leyendas urbanas como estrambote, sería suficiente para dar a sus autores una generosa ración de gorrazos con una boina de castigo financiada por el ministerio de igualdad. Sin embargo, no hemos escuchado jamás de la presidenta madrileña el eterno soniquete esgrimido por la izquierda de que la atacan por ser mujer. La insultan porque es brillante y no tiene complejos. Punto.
Salgado debe de pensar que está al frente de la economía española porque ella lo vale y no en función de la cuota femenina que todo partido y gobierno que se precie pone siempre en práctica. Si fuera así, que no lo es pero lo aceptamos como mera hipótesis, tendría aún menos motivos para acusar a sus rivales políticos de atacarla por su condición de mujer, pues en tal caso está reconociendo que su presencia en el debate presupuestario responde a razones distintas a su solvencia en materia económica y fiscal, por otra parte nada contrastadas, como ella misma se encargó de demostrar en sus intervenciones durante el debate de los presupuestos.
Esto de recurrir al victimismo feminoide cuando alguien destaca la incompetencia de una política progresista es argucia muy utilizada por la izquierda. Como conocen el nivel intelectual de sus votantes, con los que comparten las mismas taras ideológicas, los políticos de progreso prefieren hurtar a los ciudadanos las razones centrales del debate para recurrir al eslogan arrojadizo, que tantos réditos les viene dando en términos electorales desde hace décadas.
Sin embargo, Salgado es bastante incompetente, Pajín una jovenzuela alocada aficionada al disparate metodológico y Bibiana Aído una perfecta inútil, aunque sean mujeres y socialistas, que es lo más progresista que se puede ser en este puñetero mundo. Recuerden simplemente cuando la ministra de igualdad propuso incluir en el diccionario de la lengua española el término miembra, o cuando el pasmo benidormí afirmó sin rubor que la principal causa de la crisis económica es que el PIB es masculino. Elena Salgado, la lideresa intelectual de este Trío Lalalá, demostró a su vez esta semana que debajo de esa permanente hay pocas ideas, y malas. Su defensa de unos presupuestos estatales que nos van a llevar a la ruina definitiva ha recibido las críticas que le correspondían, que son exactamente las mismas que si el papelón hubiera sido interpretado por cualquiera de los tres desertores más arriba mencionados.
Te critican porque eres un desastre como tu jefe, Elena, no por ser mujer, así que tranquilízate y vete preparando, porque esto no ha hecho más que empezar. ¿Comprendes, churri?
Y el caso es que la pobre Elena no pintaba demasiado en ese combate. Su lugar en el ring parlamentario defendiendo al partido socialista obedeció a la espantada de los tres economistas más próximos a Zapatero. Solbes salió huyendo en cuanto las "dificultades pasajeras de financiación" se convirtieron en un desastre de tintes bolivarianos; Sevilla, harto de calentar banquillo, se marchó a la empresa privada a ganar un pastón, y Sebastián prefiere seguir repartiendo bombillas, papel en el que se encuentra suficientemente realizado como ser humano. Cualquiera de los tres se hubiera llevado la ración de pescozones que Rajoy tenía preparada para el debate presupuestario, pero como la damnificada ha sido la Salgado, ahora resulta que todo se reduce a una cuestión de machismo.
Rajoy será muchas cosas, pero desde luego no se lo imagina uno con la camisa desabrochada y una litrona en la mano diciendo barbaridades a las quinceañeras desde lo alto de un andamio. De hecho, él también está rodeado de mujeres en su equipo, con Soraya y De Cospedal en lugar preeminente, y, hasta el momento, no se le ha escuchado un comentario ni siquiera aproximado al del inolvidable Enrique Múgica, socialista él, que cuando le dijeron que por fin una mujer había entrado en el Tribunal Constitucional preguntó si es que habían construido cocinas en la alta magistratura.
Y es que, por mucho que quieran mostrarse como damiselas escandalizadas ante la brutalidad sexista de la derechona, no hay nadie más machista en España que el progresista medio. Las mujeres que defienden los principios conservadores y liberales sí que han tenido que aguantar, y siguen soportando, feroces campañas en su contra de un exquisito mal gusto. Lo que han dicho y escrito los acorazados progresistas sobre Esperanza Aguirre, con increíbles leyendas urbanas como estrambote, sería suficiente para dar a sus autores una generosa ración de gorrazos con una boina de castigo financiada por el ministerio de igualdad. Sin embargo, no hemos escuchado jamás de la presidenta madrileña el eterno soniquete esgrimido por la izquierda de que la atacan por ser mujer. La insultan porque es brillante y no tiene complejos. Punto.
Salgado debe de pensar que está al frente de la economía española porque ella lo vale y no en función de la cuota femenina que todo partido y gobierno que se precie pone siempre en práctica. Si fuera así, que no lo es pero lo aceptamos como mera hipótesis, tendría aún menos motivos para acusar a sus rivales políticos de atacarla por su condición de mujer, pues en tal caso está reconociendo que su presencia en el debate presupuestario responde a razones distintas a su solvencia en materia económica y fiscal, por otra parte nada contrastadas, como ella misma se encargó de demostrar en sus intervenciones durante el debate de los presupuestos.
Esto de recurrir al victimismo feminoide cuando alguien destaca la incompetencia de una política progresista es argucia muy utilizada por la izquierda. Como conocen el nivel intelectual de sus votantes, con los que comparten las mismas taras ideológicas, los políticos de progreso prefieren hurtar a los ciudadanos las razones centrales del debate para recurrir al eslogan arrojadizo, que tantos réditos les viene dando en términos electorales desde hace décadas.
Sin embargo, Salgado es bastante incompetente, Pajín una jovenzuela alocada aficionada al disparate metodológico y Bibiana Aído una perfecta inútil, aunque sean mujeres y socialistas, que es lo más progresista que se puede ser en este puñetero mundo. Recuerden simplemente cuando la ministra de igualdad propuso incluir en el diccionario de la lengua española el término miembra, o cuando el pasmo benidormí afirmó sin rubor que la principal causa de la crisis económica es que el PIB es masculino. Elena Salgado, la lideresa intelectual de este Trío Lalalá, demostró a su vez esta semana que debajo de esa permanente hay pocas ideas, y malas. Su defensa de unos presupuestos estatales que nos van a llevar a la ruina definitiva ha recibido las críticas que le correspondían, que son exactamente las mismas que si el papelón hubiera sido interpretado por cualquiera de los tres desertores más arriba mencionados.
Te critican porque eres un desastre como tu jefe, Elena, no por ser mujer, así que tranquilízate y vete preparando, porque esto no ha hecho más que empezar. ¿Comprendes, churri?