Hay hombres viejos que no se resignan y septuagenarios, con el mito de la Viagra y el de la eterna juventud, que se arriesgan a echarse novia fuera del geriátrico, compitiendo en el mercado libre. A veces esa mujer, treinta años más joven, es una pécora o una dama pájara que les despluma, secuestra, echa tranquilizantes en el café. Frente a esto, los servicios sociales no están suficientemente alerta.
En Alicante, un hombre casi octogenario cayó en las garras de una delincuente uruguaya. Ya saben: los emigrantes vienen a trabajar, pero los delincuentes roban o secuestran como esta presunta ladrona. El caso es que sedujo al noble anciano, que le sacaba 32 años de diferencia. Los hombres mayores no creen que haya mucho problema con tanta diferencia de edad, pero sí que lo hay. De hecho, la presunta aprovechaba esa diferencia, esa distancia, para supuestamente echarle un dormidón en los líquidos y mantenerle en un estado de duermevela, flojera espiritual y debilidad física.
Durante los largos meses de un año, la presunta mantuvo a su enamorado bajo encierro, y le obligó a vender propiedades por valor de 250.000 euros, dinero que luego le hacía sacar de las cuentas corrientes, en la única salida que le permitía.
Algunos hombres de este país creen que las mujeres sudamericanas con pinta de inditas de Colón son más ignorantes, sumisas y entregadas que las europeas; ignoran que tanto las mujeres del Este, obligadas a buscarse la vida en la España de ZP, como aquéllas tienen hoy una formación, una información y una protección muy elevadas. La dama pájara de Uruguay se buscó una paisana para que la ayudara en las tareas del hogar, y parece cierto que desde el principio la ayudante se convirtió en cómplice. La suma de las fuerzas de las dos mujeres redujo al convicto a un pelele que hacía prácticamente lo que le mandaban, renunciando a su libertad y a su vida. De vez en cuando, si veía el fútbol por la tele o descubría por el balcón a un conocido, soñaba con los tiempos felices y notaba un punto de rebeldía. Pero enseguida se le pasaba el arrebato. ¿A quién podía contarle que estaba preso en su casa, sacrificado por su pareja sentimental y vigilado por la asistenta?
La uruguaya está ahora acusada de detención ilegal, que es algo de lo que sólo debieran acusar a policías y agentes del orden, que son los que pueden detener, y también de robo con violencia. Las mujeres delincuentes son tan feroces y dañinas como los hombres, y he aquí que fallan los servicios sociales, que deberían estar al loro para que las damas pájaras no secuestren a los ancianitos.
El Polifemo ofendido, el hombre encadenado, el esclavo del dormidón despertó un día con un solo ojo, como el gigante de Ulises, y reclamó ayuda, logrando que los policías de la Udyco (Unidad de Drogas y Crimen Organizado) comenzaran una serie de gestiones que culminaron con el descubrimiento de esta posible mente criminal. Parte del dinero de la finca vendida ha sido supuestamente enviado por giro al país de origen de la presunta culpable, más o menos unos 68.000 euros, una pasta. Y el hombre que se creía mejor amado que ninguno en la tierra, hasta que se dio cuenta de que en realidad nadie le amaba y había perdido su libertad, empezó una nueva vida tambaleante, pero liberado, sabedor como nadie de que el crimen no tiene sexo ni edad.
Los servicios sociales de toda España deben tomar nota de lo ocurrido.
Las mujeres que cometen delitos son cada vez más. La policía ha detenido a una chica rumana de 18 años como presunta autora del homicidio de un hombre de 25 años en Almería. Se investiga si la joven ejercía la prostitución, y si este homicidio podría ser un ataque de violencia de género a la inversa...