Hace una década muchos nos dejamos seducir por la capacidad anticipadora de los textos de Nicholas Negroponte. Aquel primer pope de las nuevas tecnologías digitales y, como decíamos entonces, las "autopistas de la información" vaticinaba tendencias desde su tribuna en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Algunas de sus predicciones se han cumplido, pero muchas de ellas fueron mero humo: hoy, sigo acudiendo al concesionario a mirar el coche que quiero comprarme, en lugar de ingresar en un lobby virtual de compradores de todo el mundo para hacer presión a las marcas, como Negroponte me prometió que haría en menos de un lustro. De hecho, las marcas de automóviles no han desaparecido, tal como muchos auguraban tras leer al sabio del MIT.
Sin embargo, otros fenómenos instalados ya a fuego en nuestras vidas cotidianas ni siquiera pasaron por la imaginación de gurús como Negronte. Nadie previó el auge de las nuevas consolas, el fenómeno second life, los blogs o la invasión de contenidos para telefonía móvil.
¿Se puede prever, entonces, el futuro tecno-científico? Si hay gente dotada para ello es, desde luego, la del MIT. Ahora vuelven a la carga con otra batería de tecnologías emergentes que, nos aseguran, llenarán las portadas de los periódicos en menos de un lustro. Conocerlas puede que no nos haga más visionarios, pero sí nos ofrecerá un apasionante viaje por el estado del arte tecnológico.
La primera de ellas es el video P2P, es decir, la aplicación al tráfico de archivos de vídeo de los mismos protocolos que utilizan hoy las redes peer to peer de datos y audio, tan denostadas por los guardianes de la "propiedad intelectual".
Hoy en día, el 60% del tráfico en internet se produce en el entorno de webs de vídeo como Youtube y similares. Si en pocos años el tráfico de estos servicios aumentase a un 80%, la Red tendría un serio problema de dimensión. No sería fácil alojar las ingentes cantidades de imágenes producidas. Las redes P2P permiten que cada usuario sea su propio servidor, con lo que el volumen almacenado se reparte entre todos los conectados.
Los detractores de estas tecnologías dicen que son un nido de piratas, caldo de cultivo para el intercambio de archivos protegidos por las leyes de derechos de autor. La solución a esta nueva batalla que se avecina podría ser, ¡cómo no!, implantar un sistema de tarificación por intercambio, una especie de canon futuro que obligara a pagar más a aquellos que más material compartan. Quizás sea deseable que, en este caso, los gurús se equivoquen, como Negroponte con los coches.
Otra futura sorpresa tecnológica, según el MIT, serán los llamados nanocargadores solares. En la actualidad, parece imposible pensar que la energía solar pueda competir con la nuclear y con los combustibles fósiles como solución global. La culpa la tienen las células fotovoltaicas que se utilizan para convertir la luz solar en energía eléctrica. Estas células están compuestas de silicio como material semiconductor y, por ello, son muy caras. Otros semiconductores, más baratos, son mucho menos eficaces. La solución podría hallarse en los llamados puntos cuánticos, cristales semiconductores de apenas unos nanómetros de diámetro que podrían cumplir las funciones del silicio a un precio infinitamente menor.
Suena bien. Algo más amenazante parece la siguiente predicción de los analistas de Massachusetts: el neurocontrol. Basándose en experimentos ya realizados con ratones y aves, algunos médicos creen que pronto podrán disponer de dispositivos implantables con los que encenderán y apagarán áreas del cerebro a su elección. Se trata de chips que utilizarían ciertas proteínas capaces de activar y desactivar conexiones neuronales.
La intención no es terrorífica: se pretende con ello idear estrategias de prevención y tratamiento de enfermedades neurológicas que requieren la estimulación o la inhibición de una parte de nuestra masa gris, como el alzheimer, ciertas depresiones, el párkinson… Pero da pavor pensar en posibles aplicaciones deshonestas.
En la misma línea van otros avances, como la obtención de nanofibras biocompatibles que se puedan introducir en el organismo humano para detener hemorragias, suturar venas rotas, abrir huecos al torrente sanguíneo colapsado o deshacer trombos. De hecho, ya existen líquidos fabricados con nanoestructuras de péptidos que tienen la virtud de detener el sangrado de una hemorragia casi de manera instantánea.
¿Más ideas visionarias del MIT? Sus analistas proponen la popularización de la realidad aumentada, una herramienta de visión de datos que va más allá de la realidad virtual. Una cámara de realidad aumentada podría proyectar sobre los ojos de un médico imágenes del corazón de un paciente en tiempo real... mientras le opera y modifica a su gusto el vídeo (por ejemplo, retirando la sangre que le entorpece la visión o solicitando otro ángulo del órgano dañado). También podría instalarse en nuestro teléfono móvil, para que nos fuera sirviendo información de los monumentos que visitamos mientras los vemos en directo.
¿Le recuerda a Minority Report? Pues espere a leer algo sobre arquitectura invisible (el uso de estructuras artificiales para modificar las propiedades de materiales ya existentes) y sensores comprehensivos (la utilización de tecnologías inteligentes en las cámaras de foto y vídeo para que piensen por nosotros a la hora de capturar las mejores tomas), o los análisis de células individuales (test médicos que buscan, en lugar de patrones de enfermedad en la sangre, diferencias minúsculas entre las células para detectar males).