–Un corto de dibujos sobre Hitler: es lo que te faltaba.
–Puede que sí. Llevaba tiempo dándole vueltas a la idea, así que me junté con José Martínez Bouman, un dibujante español reconocido en todo el mundo, y hemos hecho esta historia que ilustra el poder de la ficción para crear dioses y monstruos, de cómo la mentira conmueve mucho más que la realidad.
–O sea, que no hay banalización.
–He usado la animación porque es el medio que mejor me permitía colocar a Hitler en un mundo naive, a lo Sisí emperatriz, y al mismo tiempo usar un lenguaje rimbombante, como el de los tráilers de Hollywood. El objetivo es mostrar cómo los medios son capaces de banalizarlo todo, desde la guerra a la muerte. Quiero poner eso en evidencia, y también cómo muchas veces aceptamos como verdades mentiras que nadie se cuestiona. Si en vez Hitler hubiera sido alguien positivo, a nadie le escandalizaría, aunque todo lo que dijese fuese mentira. Me preocupa que en estos tiempos la ficción sea más creíble que la realidad y que se use para todo, política, campañas de seguridad vial, violencia contra las mujeres... Me interesaba usar ese lenguaje y aplicarlo al gran demonio de nuestro tiempo.
¿Quién sabe si dentro de 200 años Hitler no terminará transformado en un héroe medieval fantástico, con su melenita y mallas ajustadas? La demonización de Hitler proviene menos del conocimiento de lo que hizo que de la imagen forjada de él por la cultura popular. ¿Funcionaría todo lo contrario?
–De hecho, hay quien admira a Hitler por su idealismo. Lo mismo se dice de figuras como Che Guevara o José Antonio Primo de Rivera.
–Es que fueron idealistas, y a mí el idealismo me da miedo. Hitler fue el más idealista de todos, el más ambicioso y el más consecuente. Alcanzó la cima más alta del romanticismo. Pero sus sueños no tienen que ser compartidos por todos, ni su ideal ser ideal. Y además, suelen dejar muchos muertos en el camino. La cuestión no es Hitler, sino alejarnos de su demonización para darnos cuenta de que la visión que tenemos de muchos personajes históricos está deformada, y además es cambiante.
La historia de amor de Hitler pudo ser magnífica, pero eso no cambia lo que hizo. Y como fue un genocida, a nadie le interesa explicar en términos románticos su historia de amor, porque podría conmover, como conmueve la tercera entrega de la saga del asesino Aníbal Lecter. Volvemos al asunto de la ficción como fuente de distorsiones y al uso de ella como si fuese realidad. Y lo peor de todo es que las ideologías se basen en eso.
–Lo que a mí me preocupa es que mañana aparezca otro Hitler y nadie se dé cuenta hasta que sea demasiado tarde, precisamente, porque exhiba alguna cualidad agradable.
–La demonización de Hitler le confiere poder. Hitler seguirá siendo el líder de mucha gente que se siente identificada con él. Si lo humanizas pierde poder. No se trata de olvidar lo que hizo, que debe ser recordado, sino de dejar de retratarlo como algo ajeno a la raza humana. Se dice que descendía de judíos y que era gay. Ojalá hubiese sido judío y maricón, así lo veríamos como lo que realmente fue.
–¿Cuáles son los ideales más peligrosos de nuestros días?
–Los de siempre: el nacionalismo, la idea de la cohesión colectiva que en realidad esconde el exclusivismo; aunque, si nos referimos a España, yo diría que el uso de la democracia como justificación de todo. El valor de la democracia no reside en que la mayoría tenga razón, sino en que los derechos de la minoría sean respetados. Los supuestos demócratas la usan para abusar de su poder, de forma que cualquiera que lo ataque es calificado de antidemócrata, la excusa perfecta para las represalias.
–En tu novela Todas putas te adentrabas en la mente de un violador a través de su diario, y en tu película Soy un pelele, un éxito entre el público del pasado Festival de Sitges, a un famosísimo director de cine se le olvida que es gay. ¿Siempre buscas la provocación?
–La provocación la llevo dentro, no la puedo racionalizar. De todas formas, lo que muchos toman por provocación, para mí es sentido común. Me escandaliza la estupidez humana, se dan por ciertas falsedades que no se le escaparían a un niño. Deberíamos vaciarnos la cabeza de porquería y ver las cosas sin verdades asumidas. Como yo no las tengo, juego a la sátira. Mis obras provocadoras son todas satíricas. Las que no provocan no salen en los medios. Además, la sátira no es realista. Me gusta tirar de la alfombra para que la gente se caiga.
–¿Repetirías la experiencia del cine?
–Claro que sí. Por cierto, en julio, creo, se estrena Soy un pelele. De todas formas, el cine español no está pasando por su mejor momento. Me gustaría que eliminasen las subvenciones para que dejásemos de ser un país de sinvergüenzas. Así habría productores arriesgados y tendríamos un auténtico mercado, si es que eso del mercado todavía le interesa a alguien. Álex de la Iglesia, el nuevo director de la Academia, es un tipo brillante, tal vez podría hacer algo. En todo caso, yo no soy miembro de ningún gremio.
–¿Ni siquiera del gremio del cómic?
–En el cómic comencé, y ahí sigo. Fui redactor jefe de El Víbora con 20 años. Les llevé unos guiones y los rechazaron, pero me dieron un trabajo. Estuve ocho años en El Víbora y en una revista porno llamada Kiss. Ahora soy editor de colecciones de Glénat, y mientras tanto he hecho muchos cómics. Tal vez a tus lectores les interese saber que yo fui el introductor y adaptador al castellano de Peter Bagge, el autor de las tiras cómicas de la revista liberal Reason. Lo descubrí en un viaje a San Diego en 1992 y un año después ya lo estábamos publicando en El Víbora. Nos hicimos amigos y hemos mantenido el contacto a lo largo de todos estos años. Ahora mismo estoy trabajando en una novela gráfica larga, de más de 200 páginas, inspirada en la vida de mi mujer.
–Ya estabas tardando en mencionarla.
–¿Por qué no? Mira, desde pequeño fui ateo. Todavía recuerdo la torta que me dio mi abuelo en mi comunión. Supongo que sustituí la búsqueda de Dios por la de la mujer perfecta. Fui de mujer en mujer hasta que conocí a Melina. No es divina, pero casi. Es una mujer con muchas aristas y ha vivido muchas experiencias, algunas traumáticas. A los 18 años fue secuestrada en Lima y estuvo a punto de perder la vida. Es una historia emocionante y maravillosa, y también es un espejo de la vida en una gran ciudad latinoamericana. Hay tantas cosas interesantes en su secuestro que se pueden narrar en forma de cómic, por no mencionar su infancia en la selva, el narcotráfico...
–De lo que no has hablado todavía es de sexo.
–Es que si no me lo preguntas no lo hago. Siempre me preguntan sobre el sexo. Supongo que debo de ser el único escritor de este país que folla. Y siempre respondo porque lo que dicen algunos intelectuales del sexo me pone los pelos de punta. No tienen ni puta idea. Abordan el tema como si estuviéramos en el siglo XIX, tratan a la mujer como si fuese un ser desconocido. Para mí no lo es, porque a mí siempre me han entendido mejor las mujeres, y no porque sean más inteligentes, que es lo que dicen algunos para ligar: simplemente me parecen más interesantes que los hombres, a menos que éstos sean gays y además les gusten las revistas del corazón, que también me interesan.
–¿Sabes que por menos de eso a más de uno le han tildado de homófobo?
–A mí ya me han llamado de todo. Rosa Regás me llamo violador y misógino en un programa de radio. Un punto misógino tengo, pero no soy machista. También me echaron de Radio Barcelona porque dije que, puestos a reírle las gracias a Rubianes, también podríamos cagarnos en Cataluña, y todos tan contentos. Y estoy vetado en el Museo de Arte Contemporáneo de Catalunya porque una vez fui a una mesa redonda y dije que no me gustaba nada un artista underground que estaban exponiendo y que en esos momentos estaba siendo objeto de una campaña del PP. Eso no significaba ni juzgar la exposición ni dar la razón a ningún partido político, pero a algunas mentes preclaras mis opiniones les parecieron fascistas.
–¿También tú?
–Si yo te contara... La lista de vetos es muy larga, por desgracia. A este paso me van a convertir en un mártir de la derecha, a mi pesar. Pero lo cierto es que en estos momentos es más fácil hacer chistes de cualquier cosa con gente de derechas que con algunos de izquierdas. Cada vez hay más temas delicados; y a eso lo llaman "evolución social", a engrosar la lista de temas tabú y de minorías con las que uno no se puede meter, aunque sea en broma.
–¿Sigues queriendo mudarte a Perú?
–En el llamado Tercer Mundo hay cosas buenas que salen en la prensa. Por ejemplo, la capacidad de improvisar, de vivir al día, les da un sentido de la felicidad del que nosotros carecemos. Pero eso también es parte de su problema. Y nada de lo que les ocurre es culpa de los EEUU. Lo que tienen se lo han ganado a pulso. Dentro de poco abriré un blog peruano llamado Cholo, no te compadezco, que viene de una canción popular de allá, "Cholo soy y no me compadezcas", que mezcla el reproche justificado a los españoles con el victimismo. Le he dado la vuelta y el mensaje de mi blog, subtitulado "Intimidades de un español frustrado por no ser peruano", es: dejad las quejas y tirad p'alante. Ahora en Perú se vive cierto optimismo económico. No me importaría que las cosas mejorasen un poco allí y empeorasen aquí, donde la crisis tal vez nos venga bien, porque la gente de mi generación ha vivido en una nube. Espero que esta crisis avive a la gente y le haga confiar más en sus fuerzas y dejarse de paternalismos y de Estado.
–El problema es que algunos políticos están usando la crisis para aumentar el poder del Estado.
–Claro, porque la culpa de la crisis es de Bush. A veces ese hombre me da pena. Habría que hacerle un monumento por haber hecho reír tanto a tanta gente.
–Como barcelonés que eres, no puedo sino resistirme a terminar esta entrevista con una pregunta tópica. ¿Es el Barça algo más que un club?
–En España sobran fundamentalistas. Me da mucha pereza identificarme con un bando. Bastante tengo viviendo aquí, en medio de la esquizofrenia Catalunya-España. Un día de éstos me nacionalizo peruano y se acabó. Nacionalismos aparte, o no, lo que me da miedo es la utilización de las masas. Viendo a muchos de los asistentes a partidos de fútbol pienso que aquello parece un sucedáneo de la guerra. Esas masas como locas por un símbolo. Están a un paso de ajusticiar a alguien por no ser de su bando. Me ponen muy nervioso.
Enquire within: chuecadilly@yahoo.es
–Puede que sí. Llevaba tiempo dándole vueltas a la idea, así que me junté con José Martínez Bouman, un dibujante español reconocido en todo el mundo, y hemos hecho esta historia que ilustra el poder de la ficción para crear dioses y monstruos, de cómo la mentira conmueve mucho más que la realidad.
–O sea, que no hay banalización.
–He usado la animación porque es el medio que mejor me permitía colocar a Hitler en un mundo naive, a lo Sisí emperatriz, y al mismo tiempo usar un lenguaje rimbombante, como el de los tráilers de Hollywood. El objetivo es mostrar cómo los medios son capaces de banalizarlo todo, desde la guerra a la muerte. Quiero poner eso en evidencia, y también cómo muchas veces aceptamos como verdades mentiras que nadie se cuestiona. Si en vez Hitler hubiera sido alguien positivo, a nadie le escandalizaría, aunque todo lo que dijese fuese mentira. Me preocupa que en estos tiempos la ficción sea más creíble que la realidad y que se use para todo, política, campañas de seguridad vial, violencia contra las mujeres... Me interesaba usar ese lenguaje y aplicarlo al gran demonio de nuestro tiempo.
¿Quién sabe si dentro de 200 años Hitler no terminará transformado en un héroe medieval fantástico, con su melenita y mallas ajustadas? La demonización de Hitler proviene menos del conocimiento de lo que hizo que de la imagen forjada de él por la cultura popular. ¿Funcionaría todo lo contrario?
–De hecho, hay quien admira a Hitler por su idealismo. Lo mismo se dice de figuras como Che Guevara o José Antonio Primo de Rivera.
–Es que fueron idealistas, y a mí el idealismo me da miedo. Hitler fue el más idealista de todos, el más ambicioso y el más consecuente. Alcanzó la cima más alta del romanticismo. Pero sus sueños no tienen que ser compartidos por todos, ni su ideal ser ideal. Y además, suelen dejar muchos muertos en el camino. La cuestión no es Hitler, sino alejarnos de su demonización para darnos cuenta de que la visión que tenemos de muchos personajes históricos está deformada, y además es cambiante.
La historia de amor de Hitler pudo ser magnífica, pero eso no cambia lo que hizo. Y como fue un genocida, a nadie le interesa explicar en términos románticos su historia de amor, porque podría conmover, como conmueve la tercera entrega de la saga del asesino Aníbal Lecter. Volvemos al asunto de la ficción como fuente de distorsiones y al uso de ella como si fuese realidad. Y lo peor de todo es que las ideologías se basen en eso.
–Lo que a mí me preocupa es que mañana aparezca otro Hitler y nadie se dé cuenta hasta que sea demasiado tarde, precisamente, porque exhiba alguna cualidad agradable.
–La demonización de Hitler le confiere poder. Hitler seguirá siendo el líder de mucha gente que se siente identificada con él. Si lo humanizas pierde poder. No se trata de olvidar lo que hizo, que debe ser recordado, sino de dejar de retratarlo como algo ajeno a la raza humana. Se dice que descendía de judíos y que era gay. Ojalá hubiese sido judío y maricón, así lo veríamos como lo que realmente fue.
–¿Cuáles son los ideales más peligrosos de nuestros días?
–Los de siempre: el nacionalismo, la idea de la cohesión colectiva que en realidad esconde el exclusivismo; aunque, si nos referimos a España, yo diría que el uso de la democracia como justificación de todo. El valor de la democracia no reside en que la mayoría tenga razón, sino en que los derechos de la minoría sean respetados. Los supuestos demócratas la usan para abusar de su poder, de forma que cualquiera que lo ataque es calificado de antidemócrata, la excusa perfecta para las represalias.
–En tu novela Todas putas te adentrabas en la mente de un violador a través de su diario, y en tu película Soy un pelele, un éxito entre el público del pasado Festival de Sitges, a un famosísimo director de cine se le olvida que es gay. ¿Siempre buscas la provocación?
–La provocación la llevo dentro, no la puedo racionalizar. De todas formas, lo que muchos toman por provocación, para mí es sentido común. Me escandaliza la estupidez humana, se dan por ciertas falsedades que no se le escaparían a un niño. Deberíamos vaciarnos la cabeza de porquería y ver las cosas sin verdades asumidas. Como yo no las tengo, juego a la sátira. Mis obras provocadoras son todas satíricas. Las que no provocan no salen en los medios. Además, la sátira no es realista. Me gusta tirar de la alfombra para que la gente se caiga.
–¿Repetirías la experiencia del cine?
–Claro que sí. Por cierto, en julio, creo, se estrena Soy un pelele. De todas formas, el cine español no está pasando por su mejor momento. Me gustaría que eliminasen las subvenciones para que dejásemos de ser un país de sinvergüenzas. Así habría productores arriesgados y tendríamos un auténtico mercado, si es que eso del mercado todavía le interesa a alguien. Álex de la Iglesia, el nuevo director de la Academia, es un tipo brillante, tal vez podría hacer algo. En todo caso, yo no soy miembro de ningún gremio.
–¿Ni siquiera del gremio del cómic?
–En el cómic comencé, y ahí sigo. Fui redactor jefe de El Víbora con 20 años. Les llevé unos guiones y los rechazaron, pero me dieron un trabajo. Estuve ocho años en El Víbora y en una revista porno llamada Kiss. Ahora soy editor de colecciones de Glénat, y mientras tanto he hecho muchos cómics. Tal vez a tus lectores les interese saber que yo fui el introductor y adaptador al castellano de Peter Bagge, el autor de las tiras cómicas de la revista liberal Reason. Lo descubrí en un viaje a San Diego en 1992 y un año después ya lo estábamos publicando en El Víbora. Nos hicimos amigos y hemos mantenido el contacto a lo largo de todos estos años. Ahora mismo estoy trabajando en una novela gráfica larga, de más de 200 páginas, inspirada en la vida de mi mujer.
–Ya estabas tardando en mencionarla.
–¿Por qué no? Mira, desde pequeño fui ateo. Todavía recuerdo la torta que me dio mi abuelo en mi comunión. Supongo que sustituí la búsqueda de Dios por la de la mujer perfecta. Fui de mujer en mujer hasta que conocí a Melina. No es divina, pero casi. Es una mujer con muchas aristas y ha vivido muchas experiencias, algunas traumáticas. A los 18 años fue secuestrada en Lima y estuvo a punto de perder la vida. Es una historia emocionante y maravillosa, y también es un espejo de la vida en una gran ciudad latinoamericana. Hay tantas cosas interesantes en su secuestro que se pueden narrar en forma de cómic, por no mencionar su infancia en la selva, el narcotráfico...
–De lo que no has hablado todavía es de sexo.
–Es que si no me lo preguntas no lo hago. Siempre me preguntan sobre el sexo. Supongo que debo de ser el único escritor de este país que folla. Y siempre respondo porque lo que dicen algunos intelectuales del sexo me pone los pelos de punta. No tienen ni puta idea. Abordan el tema como si estuviéramos en el siglo XIX, tratan a la mujer como si fuese un ser desconocido. Para mí no lo es, porque a mí siempre me han entendido mejor las mujeres, y no porque sean más inteligentes, que es lo que dicen algunos para ligar: simplemente me parecen más interesantes que los hombres, a menos que éstos sean gays y además les gusten las revistas del corazón, que también me interesan.
–¿Sabes que por menos de eso a más de uno le han tildado de homófobo?
–A mí ya me han llamado de todo. Rosa Regás me llamo violador y misógino en un programa de radio. Un punto misógino tengo, pero no soy machista. También me echaron de Radio Barcelona porque dije que, puestos a reírle las gracias a Rubianes, también podríamos cagarnos en Cataluña, y todos tan contentos. Y estoy vetado en el Museo de Arte Contemporáneo de Catalunya porque una vez fui a una mesa redonda y dije que no me gustaba nada un artista underground que estaban exponiendo y que en esos momentos estaba siendo objeto de una campaña del PP. Eso no significaba ni juzgar la exposición ni dar la razón a ningún partido político, pero a algunas mentes preclaras mis opiniones les parecieron fascistas.
–¿También tú?
–Si yo te contara... La lista de vetos es muy larga, por desgracia. A este paso me van a convertir en un mártir de la derecha, a mi pesar. Pero lo cierto es que en estos momentos es más fácil hacer chistes de cualquier cosa con gente de derechas que con algunos de izquierdas. Cada vez hay más temas delicados; y a eso lo llaman "evolución social", a engrosar la lista de temas tabú y de minorías con las que uno no se puede meter, aunque sea en broma.
–¿Sigues queriendo mudarte a Perú?
–En el llamado Tercer Mundo hay cosas buenas que salen en la prensa. Por ejemplo, la capacidad de improvisar, de vivir al día, les da un sentido de la felicidad del que nosotros carecemos. Pero eso también es parte de su problema. Y nada de lo que les ocurre es culpa de los EEUU. Lo que tienen se lo han ganado a pulso. Dentro de poco abriré un blog peruano llamado Cholo, no te compadezco, que viene de una canción popular de allá, "Cholo soy y no me compadezcas", que mezcla el reproche justificado a los españoles con el victimismo. Le he dado la vuelta y el mensaje de mi blog, subtitulado "Intimidades de un español frustrado por no ser peruano", es: dejad las quejas y tirad p'alante. Ahora en Perú se vive cierto optimismo económico. No me importaría que las cosas mejorasen un poco allí y empeorasen aquí, donde la crisis tal vez nos venga bien, porque la gente de mi generación ha vivido en una nube. Espero que esta crisis avive a la gente y le haga confiar más en sus fuerzas y dejarse de paternalismos y de Estado.
–El problema es que algunos políticos están usando la crisis para aumentar el poder del Estado.
–Claro, porque la culpa de la crisis es de Bush. A veces ese hombre me da pena. Habría que hacerle un monumento por haber hecho reír tanto a tanta gente.
–Como barcelonés que eres, no puedo sino resistirme a terminar esta entrevista con una pregunta tópica. ¿Es el Barça algo más que un club?
–En España sobran fundamentalistas. Me da mucha pereza identificarme con un bando. Bastante tengo viviendo aquí, en medio de la esquizofrenia Catalunya-España. Un día de éstos me nacionalizo peruano y se acabó. Nacionalismos aparte, o no, lo que me da miedo es la utilización de las masas. Viendo a muchos de los asistentes a partidos de fútbol pienso que aquello parece un sucedáneo de la guerra. Esas masas como locas por un símbolo. Están a un paso de ajusticiar a alguien por no ser de su bando. Me ponen muy nervioso.
Enquire within: chuecadilly@yahoo.es