Las Damas de Blanco siempre han dicho: "Mientras exista un solo preso de conciencia en Cuba, habrá Damas de Blanco luchando pacíficamente por su libertad", y yo a esto respondo que mientras exista una sola Dama de Blanco luchando por la libertad de todos ellos, habrá presos de conciencia agradecidos de por vida con estas extraordinarias mujeres.
Gracias, Damas de Blanco. No nos alcanzará nunca el tiempo para agradecerles el valor y los ánimos que nos dieron a los que estuvimos presos; es el mismo aliento y el mismo apoyo que siguen dando a los que aún continúan en condiciones infrahumanas y desoladoras soportando el injusto encierro en las cárceles cubanas.
Lo digo desde el corazón y con conocimiento de causa. Yo soy uno de ellos. Y fui uno de esos hombres que se sentía revivir cuando mi esposa, Elizabeth, me hablaba de las Damas de Blanco, grupo del que ella misma fue parte.
Son esposas, hermanas e hijas de los presos de la Primavera Negra, que acuden con puntualidad religiosa a las citas carcelarias, a pesar de que con frecuencia deben recorrer largas distancias en un país como Cuba, donde el transporte está en crisis permanente.
A pesar de las horas de espera y de los incómodos registros, ellas siempre llegan. Van cargadas de alimentos caseros, cosas para el aseo personal y lecturas con las que sobreviven los presos de conciencia. Llevan también amor y calor humano a los que están tras las rejas por haberse expresado sin miedo en un país donde eso es delito.
Pero, además de todo eso, llevan a los presos esperanzadores relatos de las heroicas actividades de las Damas de Blanco. Les hablan del coraje, la entrega y la determinación de estas mujeres. Alimentan así el espíritu de estos hombres. Lo riegan de esperanza y de orgullo, al contar que no han dejado de caminar un solo domingo por La Habana pidiendo libertad.
Ellas han conseguido todos estos años que las voces de los presos de conciencia de la Primavera Negra se oigan dentro y fuera de nuestro país. Ellas, al contar la verdad al mundo, hacen un poco más libres a los presos.
Yo soy sólo un ejemplo de los cientos de presos de conciencia que el régimen castrista tiene encarcelados por "atentar contra la seguridad del Estado". Les contaré cómo atentaba yo contra el Estado. Desde el año 1995 presido el Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos, que es una organización sindical independiente cuya modesta labor en Cuba es defender las libertades sindicales.
La realidad es que el Gobierno ha permitido que en Cuba hoy exista un capitalismo salvaje. Nosotros defendemos derechos laborales reconocidos en el mundo civilizado, como son un sindicalismo autónomo, libre e independiente, el derecho a la huelga y el derecho a salarios justos, sin confiscación por parte del Estado. Organizábamos reuniones y hacíamos reivindicaciones para conseguir que a los trabajadores se les respeten estos derechos.
También formé parte del Comité Gestor del Proyecto Varela, junto a su coordinador, Oswaldo Payá Sardiñas, y otros que hoy se encuentran en prisión, de lo cual me siento muy orgulloso. Logramos reunir con éxito las firmas necesarias de apoyo al Proyecto Varela, que luego presentamos a la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, de acuerdo a un resquicio democrático que está en la misma Constitución cubana, y que el Gobierno no duda en violar.
En ambos casos, por defender las libertades sindicales y por promover una iniciativa ciudadana y democrática, estaba "atentando contra la integridad del Estado", según el Gobierno de los Castro. Y por eso me condenaron a 25 años de prisión. En circunstancias semejantes están todos los demás prisioneros de la Primavera Negra. Esos han sido nuestros delitos. El pasado 17 de febrero fuimos excarcelados y desterrados de Cuba cuatro prisioneros políticos y de conciencia, luego de haber estado cerca de cinco años encarcelados, pero aún permanecen presos 55 hermanos de lucha y su único delito ha sido decir la verdad.
Sí es verdad que me encuentro en un país libre, fuera de la cárcel, pero no me siento del todo libre, porque mi patria no es libre y porque además no sé cuándo pueda regresar a mi país. El tener que salir de Cuba sin ni siquiera tener un día para pasar por mi casa y despedirme de mis amistades fue desgarrador para mí. Y el tener que estar ahora en España lejos de mis hijos, mis nietos y mi esposa, que también tuvieron que exiliarse, tampoco es fácil. He tenido suerte, quizás. Pero es duro alejarse de la patria, y por eso sigo colaborando y haciendo lo posible por la libertad de Cuba.
Al volver la vista atrás, pienso que si ha habido algo bueno en todo esto es, sin duda, el nacimiento de las Damas de Blanco. Ellas han hecho que la opinión pública internacional nos conozca y apoye, y se han convertido en uno de los grupos más activos dentro de Cuba, porque en cinco años no han cesado ni un solo instante de luchar. Y lo hacen además de una manera tan hermosa... Ellas mejor que nadie saben lo que es la injusticia y saben lo que es el amor por sus seres queridos, así como por los derechos humanos y las libertades en Cuba. Mi caso es un ejemplo, pero hay muchos más.
Vale la pena oír sus voces para conocer la realidad del pueblo cubano a través de su amarga experiencia. Muchas de esas voces están contenidas en este libro. Creo necesario que dediquemos unos minutos a escucharlas.
¡Que hablen las Damas!
PEDRO PABLO ÁLVAREZ, ex preso de conciencia, presidente del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos y miembro de la Ejecutiva del Grupo Gestor del Proyecto Varela.