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CHUECADILLY CIRCUS

¿Habemus matrimonio?

Siento debilidad por las personas cultas e inteligentes; y si además son generosas, para qué les voy a contar. Sin embargo, hasta el más listo es capaz del mayor error: convertir a ZP en presidente vitalicio. Pudiera estar hablando del diputado pepero Eugenio Nasarre (1946), a quien tuve el placer de conocer en la entrega de los premios de Hazte Oír. Su error: pensar que si dos tíos se casan, España se rompe. Como habría dicho Galileo: "Y sin embargo, se mueve".

Siento debilidad por las personas cultas e inteligentes; y si además son generosas, para qué les voy a contar. Sin embargo, hasta el más listo es capaz del mayor error: convertir a ZP en presidente vitalicio. Pudiera estar hablando del diputado pepero Eugenio Nasarre (1946), a quien tuve el placer de conocer en la entrega de los premios de Hazte Oír. Su error: pensar que si dos tíos se casan, España se rompe. Como habría dicho Galileo: "Y sin embargo, se mueve".
El otro día Bruce Bawer, uno de los analistas políticos más clarividentes que conozco, me contaba que el 12 de junio el Parlamento noruego aprobó el matrimonio entre dos personas del mismo sexo por un aplastante 84 contra 41. Entre los partidos que apoyaron la medida se contaba el Liberal, que entre otras cosas defiende el gobierno limitado, un tipo fiscal único, el fin del Estado confesional (como el resto de los países escandinavos, Noruega tiene Iglesia oficial), la independencia de Bruselas, la despenalización del intercambio de archivos por internet y una reforma de los derechos de autor. Y, por supuesto y como decía, el matrimonio gay (en realidad, la misma institución para todos), algo que propugna la mayoría de los partidos europeos adscritos a la Internacional Liberal.
 
También el Conservador, que allí se llama "derecha" –y a mucha honra–, apoyó la medida. Su posición fue fijada por el diputado André Oktay Dahl, terror de los pederastas y uno de los muchos derechistas noruegos abiertamente gays. Entre ellos destacan Erling Lae, manager ejecutivo de la ciudad de Oslo y uno de los hombres más poderosos del país, y el diputado y ex ministro de Finanzas Per-Kristian Foss. Según Bruce y otros conocedores de la política noruega, esta formación política, adscrita al Partido Popular Europeo, es la que cuenta con la proporción más alta de políticos homosexuales.
 
En contra votaron el Partido del Pueblo Cristiano, que representa a los miembros de las minorías religiosas protestantes del país, y Progreso, que combina cierto liberalismo económico con el conservadurismo social y el intervencionismo en políticas de inmigración y exterior. Huelga decir que ni todos los conservadores están a favor del matrimonio gay ni todos los progresistas en contra, pero como sus líderes no otorgaron libertad de voto, nunca sabremos cuál fue el nivel real de consenso.
 
Libertad de conciencia: eso pide Eugenio Nasarre en una polémica enmienda presentada en el congreso de su partido que incluye la prohibición de cualquier tipo de reconocimiento legal para las parejas de personas del mismo sexo. La propuesta me parece algo engañosa, similar a esas pintadas que leía en la facultad: "Libertad de pensamiento". Hombre, esas libertades las tenemos todos. Otra cosa es que a uno le permitan ejercerlas. Por ejemplo, en 2005 Celia Villalobos ejerció la suya votando a favor del matrimonio gay y pagó una multa por ello. ¿Cuántas ha pagado Eugenio hasta el momento? Recuerdo que en 2004 Rodrigo Rato presentó una por entonces generosa ley de parejas para todos. Nasarre trabajaba a la sazón en la campaña electoral de su partido. No obstante, ni dimitió ni protestó.
 
Tampoco dijo esta boca es mía cuando en 1981 el Gobierno aprobó el divorcio y él ocupaba la subsecretaría del Ministerio de Cultura. Eso sí, un año después abandonó la UCD, adonde había recalado procedente de la Izquierda Democrática de Ruiz Giménez –otro que no es de derechas–, para pasarse a AP. Treinta años después, este político, de quien no se conoce ninguna iniciativa contra el aborto, una práctica que el año pasado se cobró la vida de más de 100.000 bebés, nos sorprende con su audaz iniciativa, prácticamente inédita en el panorama europeo. Si exceptuamos, cómo no, las de la prácticamente fenecida Liga de las Familias (demasiados escándalos sexuales) y de Lech Kaczynski, que este año podría enfrentarse a una probable destitución de la presidencia de Polonia por abuso de poder y corrupción. Es evidente que el caso polaco no es un ejemplo, ni aquí ni en ninguna parte.
 
A pesar de su atronador silencio sobre el aborto (uno de cada cinco fetos acaba sus días en una máquina trituradora), creo que sería injusto tildar a Eugenio de abortista. De hecho, su firma figura en otras enmiendas, las de Vidal-Quadras, que entre otras cosas invitan al PP a defender la vida desde la concepción. Vidal también defiende el matrimonio entre hombre y mujer como el único reconocido, aunque eso a Eugenio le debe de haber parecido poco, y por supuesto muchísimo más grave que los cientos de miles de tiernos cadáveres descuartizados que sirven de jugoso bocado a las ratas de las alcantarillas.
 
No sé cuántos votos habrá perdido el PP desde que algunos decidieron dar vacaciones a su libertad, encarcelar la conciencia y centrarse en otros asuntos, aunque no creo que colocar la cuestión gay en la agenda vaya a proporcionarles uno solo. A veces el imitador se queda únicamente con los defectos. ZP usó el asunto para dividir y ganar votos. Otros le hacen el juego, pero no precisamente para beneficiar a su partido, sino –creo yo– para perjudicarlo.
 
Siempre he sostenido que el llamado voto gay no existe, aunque no conviene desdeñar a las madres, los padres, los hermanos, los primos, los amigos y los compañeros de trabajo de muchos gays y lesbianas, a algunos de los cuales iniciativas como la de Nasarre les sientan bastante mal. Será que, como tienen hijos, o al menos piensan tenerlos, el que alguien que vive de sus impuestos diga a sus retoños lo que deben o no deben hacer, quiera convertirlos en una casta inferior y además se proponga decidir el destino de sus propiedades cuando se mueran, caso de que salgan mariquitas o bolleras, les huele a cuerno quemado. Nasarre no es homófobo, aunque quizá no sepa lo que hace, o lo sabe muy bien. En cualquier caso, lo hace muy mal.
 
No tendré otro remedio que dar la razón a varios amigos y compañeros que nunca han entendido mi oposición al matrimonio gay. Según ellos, ya que no podemos sustituir el odioso matrimonio civil por otro tipo de acuerdo voluntario, al menos deberíamos lograr que el casamiento por la gracia del ministro de Justicia sea para todos. Por su bien y, llegado el caso, el de sus hijos.
 
Si Eugenio fuera menos socialista (los hay en todas partes), haría algo más práctico y por ende conservador, como aceptar la sentencia del Tribunal Constitucional si resulta favorable al matrimonio homosexual y pedir la reforma del preámbulo de la ley para evitar que el Código Civil se convierta en un coladero para los que coleccionan esposas como si fueran cromos o piensan que las mujeres son parte del mobiliario. También podría rescatar la propuesta de Rodrigo Rato y presentar una ley de uniones que permita optar entre el matrimonio y dos o más contratos de convivencia, con unos derechos y privilegios que se correspondan al grado de compromiso adquirido por los miembros de la pareja.
 
 
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